El club presionó para suspender su partido con el Las Palmas como gesto de apoyo al referéndum ilegal, pero ante la negativa de Tebas y el riesgo de perder 6 puntos, decidió jugar a puerta cerrada
02 oct 2017 . Actualizado a las 19:33 h.La Liga impidió ayer que el Barcelona suspendiese su partido con el Las Palmas para escenificar su apoyo al referéndum ilegal de ayer y protestar por las medidas tomadas por la justicia y el gobierno para impedir la votación separatista del 1-O. Ante la posibilidad de perder seis puntos (tres por no jugar y tres por sanción) si no se presentaba al duelo, y las garantías ofrecidas por la policía sobre la seguridad del evento, el presidente del club catalán, Josep Maria Bartomeu, decidió celebrarlo sin público. Lo anunció cuando ya faltaba apenas un cuarto de hora para el inicio del partido. Sin incidentes en los aledaños del Camp Nou, pero sí con protestas por la suspensión, el equipo azulgrana ganó en un campo en silencio por 3-0. «Hemos querido de esta forma que el mundo entero vea cómo estamos sufriendo y cuál es la situación en Cataluña», soltó Bartomeu, que prolongó su discurso victimista y populista, en su deseo de lanzar la imagen de una ciudad paralizada por el desafío soberanista. «Condenamos enérgicamente lo que ha sucedido. El Barça siempre ha estado con la libertad de expresión, la democracia y el derecho a decidir. Son valores que históricamente ha defendido el Barça y haremos acciones. El Barça ha de estar con la gente», dijo Bartomeu sobre las medidas judiciales para preservar la ley e impedir la votación.
Ya por la mañana el independentismo comenzó a circular por las redes sociales el deseo de no celebrar el partido «por dignidad y solidaridad con la población de Cataluña». Así lo indicó uno de los últimos aspirantes a la presidencia, Toni Freixa. También lo pidió otro aspirante, Agustí Benedicto, por «la inadmisible represión que está sufriendo Cataluña». La junta convocó una reunión de urgencia, canceló la comida protocolaria con la junta del Las Palmas e intentó presionar también «ante otras instituciones», como la Federación Española de Fútbol. Pero Javier Tebas, el presidente de La Liga, se mostró inflexible. No había motivo para suspender el partido.
De hecho, la policía garantizaba la seguridad pese a las amenazas de los violentos. Como las vertidas desde la grada de animación del Barça, que abundó en el discurso de la «indignante represión que está sufriendo el pueblo catalán». «Hacemos un llamamiento al barcelonismo para que vaya al Camp Nou, salte al campo del estadio en el minuto 1 y haga una sentada pacífica en protesta por la violencia que estamos sufriendo», retó en un comunicado.
Mientras Bartomeu apelaba al contenido simbólico de celebrar el partido a puerta cerrada, cambiaba su discurso ante el árbitro, José Luis Munuera Montero. Según reflejó en el acta, se escudó en la «seguridad» como motivo para impedir el paso del público. Una posible artimaña para evitar una multa. Al final, de un lado hubo un equipo, el Las Palmas, con la bandera española bordada en la camiseta. Del otro, un anfitrión, el Barcelona, que saltó a calentar con la senyera catalana. En la pantalla gigante del Camp Nou, en vez del marcador, la imagen de una urna y la palabra «democràcia». Y en las gradas, apenas un puñado de periodistas y agentes de seguridad.
Bartomeu impuso su criterio dentro de la junta. Pero su decisión se cobró dos dimisiones. Primero renunció el vicepresidente de Relaciones Internacionales e Institucionales, Carles Vilarrubí, en desacuerdo con la celebración del partido incluso con el riesgo de perder seis puntos. Y luego dimitió, por el mismo motivo, el directivo Jordi Monés, que ya se había ido en el 2005 de una junta liderada por Joan Laporta.