La prohibición de acceso a los estadios «de por vida» de los agresores y el control de entrada biométrico, la manera de frenar la violencia según la Policía
19 sep 2017 . Actualizado a las 12:04 h.Doce Ultra Boys detenidos, quince propuestas de sanción y ocho policías heridos es el balance oficial que dejaron los incidentes previos al partido de fútbol que el pasado día 9 de septiembre disputaron los eternos rivales asturianos, el Real Oviedo y el Sporting de Gijón. Un partido declarado de alto riesgo por la Delegación del Gobierno y la Comisión contra la violencia en el deporte que, pese a las fortísimas medidas de seguridad que rodearon a un encuentro que las aficiones de ambos clubes llevaban catorce años esperando, no pudieron soslayar la gran violencia que transmitían las imágenes de los ultras gijoneses, quienes, tras romper una luna del autobús del equipo azul, se enfrentaron a los agentes e incluso les arrojaron una valla con la contundente respuesta de los antidisturbios.
El ADN de la violencia
Pero, ¿qué hay detrás de estas actuaciones? ¿Los autores de esta violencia callejera, equiparable en fuentes policiales a las acciones de la «kale borroka» en el País Vasco, son realmente aficionados de un equipo o son más bien delincuentes infiltrados que se escudan en el anonimato de las masas para dar rienda suelta a sus actuaciones delictivas?
Fuentes policiales aseguran que el tema es cuanto menos «complejo y delicado». Inciden en que no hay que meter a todos los ultras «en el mismo saco», porque la mayoría de los integrantes de estas peñas son «pacíficos» y verdaderos seguidores de sus equipos. Pero siempre hay garbanzos negros que perjudican al colectivo y son los que llevan en su ADN esa tendencia que les lleva a citarse con otros ultras de equipos rivales de otras ciudades con la única motivación de agredirse con las manos, las piernas, con armas blancas u objetos contundentes.
Este segundo grupo responde a un perfil que se caracteriza por proferir amenazas, insultos, provocar desórdenes públicos y altercados y causar lesiones a sus víctimas. Se han dado casos, incluso donde, en un exceso desmedido de agresividad, han acabado implicados de forma directa o indirecta en un homicidio. «Es gente peligrosa, que no se limita a los cánticos de un himno o a insultar a la afición contraria. Son verdaderos delincuentes y en algunos casos tienen antecedentes penales por delitos comunes y de sangre», señalan fuentes policiales.
Los ultras de los incidentes en Gijón
En el caso de los incidentes registrados en Gijón, la magistrada titular del Juzgado de Instrucción número 4, en funciones de guardia, dictó la libertad provisional de diez de los doce Ultra Boys investigados por su presunta responsabilidad en los delitos de atentado, desórdenes públicos y lesiones. Todos ellos fueron arrestados en Asturias. Los otros dos fueron detenidos en Toledo e Ibiza, donde se siguen las actuaciones para esclarecer su presunta participación en los mismos hechos imputados.
En su comparecencia judicial ante la magistrada de Gijón, los diez detenidos en el Principado sólo respondieron a las preguntas formuladas por su abogado defensor. Mantuvieron que ese día habían estado en las inmediaciones de El Molinón, pero negaron ser los autores de los incidentes. Como medida cautelar, la magistrada les impuso la prohibición de acudir al estadio de El Molinón y de aproximarse a menos de 500 metros todos los días en que el Sporting juegue en su estadio. Y a partir de ahora, la magistrada pasa el testigo al Juzgado de Instrucción número 3 de Gijón, qué será el encargado de continuar con las diligencias.
Citas para «pegarse» con sus rivales
Una medida cautelar que, a juicio de fuentes policiales, se quedará corta, ya que se circunscribe a los partidos que el Sporting juegue en casa, sin que sea extrapolable al resto de los estadios del país. « ¿Qué pasará ahora? ¿No pueden ir al Molinón pero sí pueden ir a ver al Sporting jugar con el Numancia? ¿Son menos peligrosos fuera de Asturias? No tiene lógica. La mayoría de los arrestados tenía antecedentes de violencia. Son integrantes de grupos con ideología de extrema derecha que se cita con ultras de otros equipos con los que están enemistados por ser de ideología de extrema izquierda», ilustran fuentes policiales.
Las mismas fuentes no ocultan su preocupación por la impunidad en la que se mueven los integrantes de los grupos violentos. Y reconocen que es cuanto menos «frustrante» constatar cómo la lentitud de la Justicia les lleva a ver a diario «cómo este tipo de violentos entran por una puerta y salen por otra en el juzgado. La lentitud de la justicia no es justicia», lamentan.
A su juicio, estos radicales se introducen en las peñas con otras intenciones al margen de animar a sus equipos: «hay incluso gente que ha dado palizas a policías, que se les relaciona con muertes en otras ciudades donde se han ido a citar para pegarse con ultras con los que están enemistados y, sin embargo, siguen en libertad», se quejan. Una situación que contrasta, según describen, con la experiencia que viven otros compañeros policías, que «son víctimas de amenazas graves de muerte, tanto a ellos como a sus familias, que han incluso cambiado de lugar de residencia mientras estos cobardes que se envalentonan cuando están en un grupo se jactan de que no les va a pasar nada», relatan.
Los controles de entrada con la huella dactilar
Los policías consultados creen que la medida más acertada para evitar la violencia en los campos de fútbol y especialmente cuando se disputan los partidos declarados de alto riesgo pasa por prohibir «de por vida» a los detenidos con antecedentes la entrada en los estadios de todo el país e implantar un control de entrada biométrico en todas las puertas de todos los recintos.
El estadio Carlos Tartiere, en Oviedo, por ejemplo, ya ha puesto en marcha esta iniciativa que está obteniendo excelentes resultados para evitar incidentes. Los miembros de la peña Symmachiarii 1994 han aceptado someterse a este control biométrico para acceder al campo y participar en una grada de animación, según explican fuentes policiales. «La actuación y comportamiento de esta peña es ejemplar porque sus miembros se limitan a animar al equipo. No son violentos y están controlados tanto a través de su huella dactilar con el control biométrico como a través de sus movimientos captados con las cámaras de la Unidad de Control Organizativo (UCO) que son muy precisas», corroboran fuentes policiales. Una actitud pacífica que procede fundamentalmente del apoliticismo que predica la peña y del compromiso de sus integrantes de limitarse a animar y defender al equipo.