Optará en Australia a su decimoctavo grande, en la reedición del clásico si el español gana a Dimitrov
26 ene 2017 . Actualizado a las 23:29 h.A las finales crepusculares se llega siempre a través de carreteras secundarias. A los 35 años, para fabricarse una inesperada oportunidad de ganar otro grand slam, Roger Federer emergió desde el puesto número 17 del ránking mundial, después de seis meses sin competir en torneos oficiales y con unas ligeras molestias en el aductor. El penúltimo partido del Open de Australia le enfrenta a cinco sets frente a otro de esos tenistas que solo conjuga el verbo atacar. Y frente a Stan Wawrinka, después de desperdiciar la ventaja que se había fabricado en las dos primeras mangas, termina cerrando el triunfo por 7-5, 6-3, 1-6, 4-6 y 6-3. El prodigio puede ser doble si Rafa Nadal derrota hoy a Grigor Dimitrov en la otra semifinal de Melbourne (Eurosport, 9.30). ¡Quién sabe si sería la última final entre dos de los grandes iconos del deporte mundial del siglo XXI! No se ven en el partido decisivo de un grande desde Roland Garros 2011, un dato que convierte la mera posibilidad del duelo en todo un acontecimiento. «Me siento increíble. Ni en mis mejores sueños me imaginé llegar tan lejos en Australia». Palabra de Federer, palabra de mito.
De inicio, asfalta su partido con su patrón de siempre. Contra Wawrinka, ganador de un grande por año en las tres últimas temporadas, su aliado en el único título de Suiza en la Copa Davis y un rival al que ha amargado en sus trece enfrentamientos anteriores en pista rápida (18-3 en total), no necesita de fórmulas mágicas. Así que ataca cuando puede, salpica su juego con reveses cortados para quebrar el ritmo de su oponente y cierra un ajustado primer set en la Rod Laver Arena.
Wawrinka hace tiempo que decidió ser algo más que una alternativa a los habituales campeones de grandes. Y se frustra cuando cae otro break en la segunda manga que le sitúa 4-2 por debajo. Rompe una raqueta y al rato pierde el set y se va al vestuario escondido bajo una toalla. Al regreso, Federer se ha desordenado y deja ir el tercer parcial. Y aunque pierde el cuarto, ya vuelve a parecerse al gran jugador que es.
En el cambio que precede al inicio del set decisivo, Federer pide permiso para ir al baño y se ausenta nueve minutos. «Me dije 'hay que relajarse y dejar volar la raqueta'. Tengo que recordar eso también en la final», confiesa. Sirve uno, sirve otro; cumple Federer, cumple Wawrinka. Hasta que, con 3-2 para el artista de Basilea, su rival concede una doble falta que vale el 4-2.
Federer cierra el triunfo y ya descansa para el domingo. «Vuela sobre la pista y está jugando un tenis genial. Es el de mejor de siempre. Puede hacer lo que quiera», resume el derrotado.
«Uno [Dimitrov] irá a por su primer grande; o será una batalla épica con Rafa. Lo que me preocupa es como puedo ganar, pero, sin duda, entiendo la magnitud de jugar contra Nadal», confesó Federer sobre la final. Haya o no reedición del duelo con su bestia negra, la final le permite optar a su decimoctavo grand slam y su quinto título en Australia.
Solo perdió una final en Melbourne, precisamente ante Nadal en aquel 2009 cuando acabó llorando durante la entrega de premios. «Soy el fan número uno de Rafa, es un competidor increíble y tuvimos muchas batallas épicas».
Cuando a Federer le piden que glose el otro gran regreso de este Open de Australia, el de Nadal, parece por momentos que habla de sí mismo, tan distintos, pero también tan parecidos como gigantes del deporte. «Hace golpes que nadie más hace; y cuando tienes eso, eres único», retrata. Aunque a continuación desliza el ADN de un guerrero. «Además tiene garra y la habilidad mental y física para mantener un nivel superalto durante años y lo ha demostrado una y otra vez. Ha vuelto de lesiones y hace que parezca fácil, pero no lo es. Creo que ha sido fantástico para el tenis, le tengo mucho respeto a muchos niveles», resume.
El más veterano desde 1974 en el partido decisivo de un grande
Hace tiempo que, mientras juega, Roger Federer remite a los libros de historia del tenis. Su presencia en el último partido del Open de Australia lo convierte en el más veterano finalista de un grande desde que Ken Rosewall jugó el partido por el título del US Open de 1974. El tenista australiano tenía entonces 39 años y 310 días. El tenista australiano mantiene otra marca en el abierto de su país, la de campeón más veterano, cuando ganó en la edición de 1972 con 37 años y 8 meses.