Por tercer verano consecutivo la selección argentina vuelve a meterse en la final de una gran competición internacional
25 jun 2016 . Actualizado a las 17:04 h.Es el último bastión que se le resiste a Leo Messi, el gran deseo convertido en obsesión de la nación argentina, el gran objetivo de la albiceleste; volver a ganar un título importante a nivel de selecciones, veintitrés años después.
Por tercera verano consecutivo Argentina se ha plantado en una final de un gran campeonato. Desde el Mundial de 2014 en Brasil, la Copa América de Chile la pasada temporada y ahora, esta edición del 2016 en Estados Unidos. El Tata Martino y los suyos vuelven a tener ante sí la oportunidad de ganar el máximo torneo continental desde la conquista de la Copa América de 1993.
Más allá de la presión asfixiante que lleva intrínseco vestir la albiceleste; en el debe de Messi se mantiene ese gran borrón en su carrera, el de no haber logrado ningún título con su selección. La responsabilidad es si cabe mayor para el astro de Rosario, convertido en el máximo goleador histórico tras superar a Batitstuta con su gol de falta ante Estados Unidos. Pero también para sus compañeros, veteranos como Mascherano, Augusto Fernández o Banega o más jóvenes como Agüero, Di María o Marcos Rojo. Todos ellos han sido partícipe de los últimos grandes traspiés en las finales y en Estados Unidos están ante la gran oportunidad de contentar a la exigente hinchada argentina: «Es la ilusión de todos que de una vez por todas se nos dé, lo merecemos por todo el trabajo que venimos realizando todos estos años», clamaba Leo al término de la semifinal.
Aquel gol anulado a Higuaín que pudo cambiar el rumbo de la final de la Copa del Mundo ante Alemania, la tanda de penaltis maldita que les hizo caer ante Chile en Santiago el pasado verano, dos decepciones mayúsculas que se repiten como un mantra en el subconsciente de una generación de futbolistas que se niegan a dejar escapar otra oportunidad. Son la generación de Leo Messi, la de uno de los mejores jugadores de la historia y no quieren formar parte de la misma como aquellos que no supieron aupar el talento de Messi para acompañarlo de un título.
Así es la Argentina futbolística; extremista, pasional, vibrante e intensa. Enamorada de la albiceleste, pero exigente hasta la extenuación. Una nueva derrota dejaría señalada a esta generación y a su máximo exponente posiblemente sentenciado ante aquellos que siempre le achacaron falta de compromiso, implicación y amor propio por la camiseta. Esta vez sí, Messi tiene la oportunidad de conseguir su gran anhelo, colmar una vieja aspiración, cerrar el círculo de su carrera ganando con la camiseta que viste con más apego emocional. Ganar es un asunto personal, sería ajustar su gran cuenta pendiente. Por él, por los suyos y por el fútbol.