
El coreógrafo Nacho Duato se estrena en Asturias con su joven compañía en el Jovellanos y exhibe, junto a dos icónicas piezas, obras consolidadas en el repertorio internacional, su última creación, Cantus, una oda a la paz a través de los niños de la guerra, estreno absoluto en Logroño en noviembre pasado
09 abr 2025 . Actualizado a las 10:32 h.Es difícil hablar de Nacho Duato (Valencia, 1957) sin caer en repeticiones, porque todo lo de Duato es siempre muy Duato; o, mejor dicho: Duato es siempre fiel a sí mismo. Y lo es en todos los sentidos. El pasado viernes, el valenciano bajó del avión, procedente de Málaga, para llegar directo a los ensayos en el teatro Jovellanos; y, como en un hilo de continuidad, no parar. «No para, salvo que pase algo raro, Nacho está presente en todos los bolos (y ya llevamos más de veinte) y ensaya siempre con la compañía allí donde actúa», explica Pilar, coordinadora de gira y a la sazón management del proyecto. Así es; y quizá sea la razón más importante que su presencia define el mejor de los acabados posible, no solo por el peso de su propio pasado coreográfico, sino por lo que desde el presente, y en el momento de la representación, se establece para el público como memoria imperturbable (y actual) de alguno de los pasajes más hermosos, con singularidad propia, de la historia de la danza en España en la segunda mitad del siglo XX.
Tan importante es bailar correctamente como hacerlo con justeza y respeto a un acervo sin que se resienta lo hecho en el momento de la concepción, o sea, lo entonces ideado como hecho coreográfico; y no menos importante es que los bailarines, casi medio siglo después, hagan propio, sin el peso de los estereotipos, algo de lo que han oído hablar tanto, y sobre lo que tienen tantas referencias y ecos de todo tipo: artísticos, mediáticos y profesionales.
Así que cuando uno acomete la puesta a punto de obras y piezas de uno de los coreógrafos más importantes que ha tenido nuestro país, caso de «Jardí tancat» (1982), lo que tiene ante sí debe convertirlo primero en lectura sencilla de una coreografía ya escrita, y sustraerse un tanto al peso de su éxito e historia. Y de eso, junto a Duato, también se encargan Emilia Jovanovich, Luisa María Arias, Mar Baudesson, y también, desde otro ángulo, Luis Martín Oya; todos ellos perfectos conocedores de la obra de Duato. De ese modo se transmite, con la menor de las cargas posible, lo mejor y más genuino de un pasaje sobre el hombre, la tierra, el mar y lo agrícola, que ahora se diría que se convierte manifiestamente, sin lugar a dudas, en un canto a la naturaleza, a la preservación de las faenas manuales y al respeto a los entornos naturales y ecosistemas en el planeta. Jardín cerrado = ecología cerrada, podríamos decir.

Los chicos de la novísima CDND acometen raudos -en esta pieza no puede ser de otro modo- la completista y exigentísima narrativa bailada de este «Jardí tancat», llegando, en alguna ocasión, con algo de justeza a los agrupamientos en algunos de sus fraseos más complejos. Aún con todo, ahí está esa voladura Duato, que tanto prende visual y poéticamente en el espectador. Nada ha cambiado en una obra que dice de sí por sí sola, y que manifiesta, además de la actualidad anteriormente mencionada, una explosión de amor como pocas veces se ha visto entre seres humanos y naturaleza: sentido de trabajo y comunidad. Labranza y alegría; vergel agricultor y marino…
A esta pieza le pasa lo que a otra de las grandes coreografías del valenciano, Por vos muero (1996): que no envejecen jamás. Su vigencia, más allá de la fama internacional que las precede, estriba casi más en el sentido coreográfico de un quehacer bailadísimo, sentido totalizador con que Duato siempre dota a sus piezas, que en los ejes planos y rotos de manos y pies, que si bien le son muy característicos, también se han visto en piezas de otros coetáneos suyos. Propio, lo suyo indiscutible, es esa forma de ligar lo coreográfico con lo perfectamente bailado, instituido arriba, en esplendor con la música a la que siempre embellece, precisamente porque la danza, su danza, la sirve y completa. Y al revés.
Porque si de música se trata, no cabe ninguna duda de que Duato sabe elegir muy bien aquello a lo que quiere dar pauta corporal; y ahí no solo juega la pericia del coreógrafo, sino el entendimiento emocional de la música y el conocimiento que se tenga de ella; y eso, a todas luces, ya es otra cosa. De muestra, un botón: el Karl Jenkins de su última creación; potencia donde la haya. Tanto es así, que la segunda pieza de la velada, «Duende» (1991), siguiendo, en parte, la misma pauta estilística que la primera, se adentra en otros terrenos, algo más pausados, como queriendo mostrar un «lay out» distinto: una suerte de ballet más orgánico, apelando a lo mejor del cuento y la leyenda para transmitir lo que nos quiere contar.
De mano, podría decirse que «Duende» es un ballet monísimo, algo pijo incluso, donde la parte más escultórica de la creación de Duato cobra forma de cuento, y el azul y la serigrafía de la piel de serpiente proyectada en el telón de fondo son algo así como su «leit-motiv». Cierto, todo es más orgánico porque se transforma, muta, pero a la vez, el ritmo hace que el conjunto sea más ballet y menos baile. La flauta travesera recuerda, en cierto modo, al Debussy de «Preludio» a la siesta de un fauno, en donde se insertan maravillosamente bien grupos escultóricos que nos dicen cuánto de excelente tienen las imágenes que danzan. Quizá este modo de ver, plausible en esta obra, es más propio de la «abstracción coreográfica» que otra cosa; pero precisamente por ello, por su causa, nos dejamos colgar de la estética-ética de una pieza que entiende la danza para ser contemplada. Tanto es así que, hacia la mitad de la representación, la perfecta ejecución del fraseo del trío de chicos permite suspender al mismo nivel música y danza. Una gozada: ahí está presente el arte de la danza.
Canción; en latín, Cantus
El cierre de la velada llegó con la obra que, para el seguidor de Duato, levantaba más expectación, «Cantus» (2024), la última de sus creaciones para España, y que fue estreno absoluto el pasado noviembre en el Teatro Bretón de Logroño. Para empezar, diremos que «Cantus» jugaba en casa, pero contra sí misma, pues tenía que competir -de hecho, lo hace- con «Jardí tancat» y «Duende». Pero, en atención a lo apuntado más arriba sobre lo bien que Duato elige músicas para coreografiar, diremos de antemano que la elegida para esta tercera obra es de Karl Jenkins, antiguo miembro del legendario grupo de jazz-rock Soft Machine, una atractiva fusión de pulso, matemática e improvisación. Eso es un punto, y un punto grande, porque, siendo del XX, se sigue percibiendo como excepcionalmente moderno; de ahí su vigencia. Y aquí vamos a permitirnos abrir un pequeñísimo paréntesis para decir que no es lo mismo coreografiar con la música de los que se tiene por grandes que, como ahora se hace, identificar sin más coreografía con sonido, sea este el que sea, tecnología mediante.

«Cantus» tiene la intención de defender la paz en tiempos de guerra, de defender la identidad de la especie humana frente a la barbarie, y que sean los niños y jóvenes los que tomen la voz cantante en esa defensa, sin excusas ni pretextos. Por eso, de una forma identificable, y siempre en el estilo Duato, la coreografía nos acerca, en su inicio, a lo mejor de la danza moderna, con aire de puro jazz, a lo más clásico de este estilo, incluso (de ahí el guiño a la música) con un entendimiento sobre lo que se baila que lleva al espectador al aire de gran musical. La pieza se hace estupenda en esos arpegios, donde, en cierto modo, se dirime el conocimiento sobre el quehacer coreográfico.
Tiene también cierto aire cinematográfico, sin duda potenciado por el sonido de Jenkins, que, por momentos, se alea con ese bastanteo en escena cercano a lo militar, para ofrecer un avance en grupo, entre la guerrilla y el agobio, propio de quien se sabe en peligro. Todo lleva a un «crescendo» que acompaña a los jóvenes, mientras la paz seduce a la guerra y la guerra seduce a la paz con ánimo de generar conciencia.
Si algo ha seducido a propios y extraños a la hora de hacer danza contemporánea es lo de correr en escena; elemento coreográfico donde los haya y del que se ha abusado mucho para no hacer ni decir nada con él. Porque saber correr en escena no es moco de pavo, y de eso Duato algo sabe, tal como le confesó a la periodista Esther Muntañola para Mundo Deportivo. Así que diríamos que la danza tiene voladura cuando no se oye correr, ni galopar, ni saltar, ni el fragor de las izadas y portes, ni las dejadas, etc… Nadie que haya contemplado una obra de Duato tiene la sensación de oír los pies; es más: antes se oye danza que se oyen los cuerpos.
Luego, si no oímos los pies es porque al bailarín le ha dado alas la propia esencialidad de la coreografía, o si no se las ha dado, le ha instruido para saber cómo hacerse con unas. La danza contemporánea, mal que le pese a algunos, llega a ser tan elevada como la danza clásica o el ballet; es más, por ser la del autor, aquí y ahora, es la que nos interpreta, la que explica qué hacemos en este presente. Y Duato, en mucho de lo que hace, transita por una vasta calzada en la que volar sobre la actualidad lo convierte, quiera o no, en novedad. Y «Cantus», en cierto modo, es eso: si la guerra es irremediable, construyamos desde ya la paz.
Ficha artística y técnica
«Jardi Tancat» (1982)
Coreografía: Nacho Duato
Música: María del Mar Bonet
Bailarines: Sara Ciafrone, Hiroto Iida, Pablo Fahle, Kaylie Beard, Pedro Castelo y Lauren Fiddes
Escenografía y diseño de vestuario: Nacho Duato
Diseño de iluminación: Nicolás Fischtel (A.A.I.) (según el diseño original de Joop Caboort)
Realización de vestuario: sastrería de la CND y Babette Van der Berg
Duración: 24’
«Duende» (1991)
Coreografía: Nacho Duato
Música: Claude Debussy (1862-1918). Pastorale y Finale de la Sonata para Flauta, Viola y Arpa (1916); Syrinx (1912/1913); Danse Sacrée et Danse Profane (1904)
Bailarines: Isabellla Zocche, Pedro Castelo, Kaylie Beard, Lauren Fiddes, Luca Pelaia, Pablo Fahle, Alejandro Santomé,
Escenografía: Walter Nobbe
Diseño de vestuario: Susan Unger
Diseño de iluminación: Nicolás Fischtel (A.A.I.)
Realización de escenografía: Carmina Burana
Realización de vestuario: sastrería de la CND
Duración: 23’; 40"
«Cantus» (2024)
Coreografía: Nacho Duato
Música: Karl Jenkins
Bailarines: Pedro Castelo, Engel Pérez, Sara Ciafrone, Kaylie Beard, Lauren Fiddes, Alejandro Santomé, Salvatore David Marigliano, Tomás Fontanet, Sofía Fenu, Samantha Escobar, Pablo Fahle, Luca Pelaia, Isabellla Zocche, Lily Pakula y Claudia Santamaría.
Diseño de vestuario: Nacho Duato
Diseño de iluminación: Nicolás Fischtel (A.A.I.)
Duración: 27’
CDNC Teatro Jovellanos. Gijón, 2025
Elenco al completo: Pedro Castelo, Engel Pérez, Sara Ciafrone, Kaylie Beard, Lauren Fiddes, Alejandro Santomé, Salvatore David Marigliano, Tomás Fontanet, Sofía Fenu, Samantha Escobar, Pablo Fahle, Luca Pelaia, Isabellla Zocche, Lily Pakula Hiroto Iida y Claudia Santamaría.
Maestras de baile / expertos repertorio Duato: Emilia Jovanochiv, Luisa María Arias, y Mar Baudesson
Cofundador Compañía CDND: Luis Martín Oya
Técnico sonido en gira: Pau
Técnico iluminación en gira: José Espigueres
Management / coordinadora de gira: Pilar García de Yzaguirre
Logística Ryder: Nicolás Fischtel (A.A.I.)
Web: https://cnduato.com/
Teatro Jovellanos, 5 de abril, a las 20:30 horas. Duración aproximada: 70 minutos con recesos. Gijón, 2025
(Yolanda Vázquez es periodista especializada en Danza. Colegio Profesional Periodistas de Asturias. Asociación de la Prensa)