Diego San José, creador de «Celeste»: «Carmen Machi se acercó a Hacienda para ver cómo caminaban los inspectores»

MARTA REY / S.F.

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La serie «Celeste» profundiza en la evasión de impuestos y el vacío que puede generar una jubilación a través de su protagonista, Sara Santano, una inspectora de Hacienda con muchas aristas. «La cultura que yo he recibido es la de que alguien solo es útil cuando está trabajando. Nadie nos ha enseñado qué ser cuando no somos un oficio», afirma el guionista

07 dic 2024 . Actualizado a las 10:24 h.

Celeste es una artista latina que tiene problemas con el fisco en España y que parece vivir ajena a todo lo que eso conlleva. Su quebradero de cabeza comienza cuando Sara Santano —Carmen Machi—, una inspectora de Hacienda a punto de jubilarse, aparece en su vida e intentará llegar hasta donde sea para demostrar que la cantante ha pasado en España 183 días y ha evadido impuestos. El guionista Diego San José, que coincidió con Machi en Ocho apellidos vascos, aborda en la nueva ficción de Movistar+, las trampas fiscales y el vacío que puede generar la jubilación en las personas.

—Después de ver la serie me has generado la necesidad de entrevistar a un inspector de Hacienda...

—¡Qué bien! [risas]. Me encanta que la serie sirva para que los pongamos en relevancia. Me parece un objetivo secundario muy bonito.

—Cuando ves «Celeste» con alguien surgen opiniones diferentes. Por un lado está quién tiene miedo del inspector y por otro el que quiere tenerlo como amigo...

—Fíjate, hay una frase en la serie que dice: ‘Prefiero que me salga un bulto en la ingle a tener una carta de Hacienda en el buzón’. Esa frase no es inventada, me la dijo de verdad un inspector. Celeste está plagada de pequeños recursos que no forman parte de la ficción. Una cosa que siempre he hecho es inventarme las historias. Pero en esta he dedicado un tiempo a no escribir y a quedar con inspectores reales y con asesores para que me contaran. De ahí salieron muchos contenidos.

—¿Se te han ido los prejuicios tras entrevistarlos?

—Sí, aunque mis prejuicios en todo caso estaban más en la parte de los asesores. Como nos pasa a casi todos, yo cuando llego al proyecto tengo mis ideas absolutamente poco formadas, basadas en las suposiciones y la falta de datos. Para evitar que la serie quedara demasiado tendenciosa y que los inspectores fueran buenos y todos los demás fueran malos, lo que hice fue dedicar un esfuerzo a entender qué hay detrás de un asesor de Hacienda y de un artista que es acusado por fraude fiscal, así como hasta qué punto es consciente o no de lo que ha hecho. También intenté darle buenos argumentos a aquellos personajes que no pensaban como yo. Creo que una manera de hacer ficciones interesantes es que la gente que no piensa como tú sea gente inteligente en la ficción. Es decir, que no sean tontos los que no comparten opinión contigo.

—Las oposiciones que tienen que pasar son muy duras y existe mucha rivalidad...

—Es normal, porque es gente muy ambiciosa. Son personas que deciden dedicar su vida y su juventud a sacarse unas oposiciones donde luego compiten por plazas y que algunas te permiten ir a sedes más interesantes que otras. Eso conlleva a competencias.

—¿También se enamoran entre ellos?

—Pasa mucho y está reflejado en la serie. En la fase de documentación me pasó que un inspector me dijo: 'Mi mujer también es inspectora'. Cuando me ocurrió por segunda o tercera vez, ya me surgió la curiosidad de saber por qué pasaba. También me parece bastante normal que se dé porque es gente que dedica mucho tiempo a sacarse unas oposiciones, con un perfil personal curioso y que es experta en fiscalidad, derecho... Al final conectan entre ellos.

—Con la serie te van surgiendo dudas de si estarás defraudando sin darte cuenta. El bizum o pagar en efectivo está muy normalizado...

—Pienso que cuando alguien comete un delito sin querer, sigue siendo un delito. En el caso de Hacienda existe el concepto de dolo que significa que lo has hecho queriendo y que supone una multa. Cuando no hay dolo sigue siendo un delito, pero igual no te castigan tanto. Lo que pasa es que no tenemos ningún tipo de educación sobre impuestos. Recuerdo perfectamente la primera vez que tuve que hacer una factura con 20 años. No tenía ni idea de qué hacer con ella. Al final confías en asesores o gestores porque nadie nos enseña cómo resolver estas relaciones que tenemos todos con el Estado.

—«Defraudar a Hacienda es de los pocos delitos que tienen buena fama». Como sociedad hemos normalizado que alguien defraude 20 millones de euros y nos parezca calderilla...

—Calderilla... ¡Y es un dineral! Ya no es que uno defraude 20 millones, sino que el total de lo que defraudan en pequeños pellizcos millones de personas, sí que acaba siendo una cantidad que de alguna manera podría servir para mejorar algunas cosas. Junto con la piratería, creo que es de los únicos delitos que yo he visto que en una cena uno puede quedar bien contándolos. Lo que ocurre es que la fiscalidad es una cosa que sí que condena a un país a hacer algo más mediocre. Es decir, hay países nórdicos donde pagar impuestos es una cosa que no solo está bien vista, sino que nadie se plantearía no hacerlo, porque culturalmente tienen una conciencia fiscal de la importancia que tiene en el Estado y donde nadie se permitiría presumir en una cena de que no ha pagado. En cambio, con nuestro carácter, más mediterráneo, más caótico y con una democracia más joven, tenemos estas cosas de decir en una cena que no cobras el IVA o que estás cobrando el paro mientras trabajas en negro y que no se mire mal.

—Carmen Machi se sumergió por completo en el personaje de Sara Santano. ¿Es verdad que se fue hasta a Hacienda para ver qué hacían?

—Fue a ver cómo caminaban. Ella no entró, porque si llega a entrar Carmen Machi... Pero sí que tenía curiosidad por verles. Para un actor y una actriz es muy importante todo el tema corporal. 

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—A mí si me investigase ella la invitaría hasta a unas bravas. Se le acaba cogiendo cariño a Sara Santano...

—Es que ella como personaje no hace nada por caer bien, al revés. Sobre todo en los primeros episodios, no tiene ningún tipo de licencia para ser cariñosa con nadie, ni con su hija. No es que hagamos que Sara Santano solo sea borde cuando entra en un establecimiento, sino que vemos que con su hija también tiene una relación muy fría. Nuestro objetivo era que un personaje que íbamos a construir desde lo gris y lo arisco le acabásemos cogiendo cariño y nos cayera bien.

—A medida que avanza la trama se abre más con el resto de personajes. Se nota que en Daniela ve un reflejo de cuando ella era joven...

—Totalmente. De hecho, esto que acabas de decir, se lo decíamos nosotros a Carmen Machi y a Clara Sans. Incluso utilizamos el recurso de que las dos quedaron segundas de su promoción para que se viera. Hay una parte de idealismo que Sara Santano ha perdido y en Daniela ve la energía que ella tuvo en los inicios, pero que tal vez después de tantos años trabajando y a punto de jubilarse ya no tiene. Para nosotros fue como construir una especie de Watson y Holmes, pero en lugar de ser inspectores británicos, son inspectores de Hacienda de España. Es el mecanismo del mentor y el estudiante.

—Ahora que hablas de la jubilación, existe gente que su vida gira alrededor del trabajo y cuando le toca jubilarse entra en depresión...

—Es normal, porque nadie nos ha enseñado qué ser cuando no somos un oficio. En el colegio o en el instituto solo nos educan para formarnos en cuestiones aplicables a nuestro trabajo y no sobre emociones y cosas que sean prácticas en nuestra vida como seres humanos. Nos enseñan matemáticas, historia... Estamos excesivamente dirigidos hacia la profesión. Entiendo que hace 50 años en España fuese normal, pero ahora con la esperanza de vida que hay debemos tener en cuenta que viviremos casi 20 donde no trabajaremos y todavía tendremos que vivir. Nos dejan sin herramientas y sin criterio para saber qué hacer con ese tiempo. Hay gente que lo hace muy bien y, por lo que sea, conecta con la etapa de la jubilación, pero a otra se le hace muy larga porque no encuentran un motivo. El fondo del conflicto de Sara Santano no es la inspección fiscal, sino que la inspección fiscal le ayuda a ella a investigarse a sí misma y decidir qué quiere hacer el resto de su vida.

—¿Tú crees que a ti te costaría jubilarte?

—Ahora mismo sí. No sé si es porque lo veo lejano, pero no me imagino sin escribir. Pienso que la idea me sonaría bien, pero a los tres meses me sentiría como un poco inútil y eso es culpa de la cultura que yo he recibido, de que alguien solo es útil cuando está trabajando. Se nos ha generado una especie de ansiedad por estar produciendo cosas y nadie nos ha educado en nuestra producción de disfrutar de estar quietos, con nosotros mismos o con nuestros seres queridos sin estar contribuyendo permanentemente a generar lo que sea.

—Además de Carmen Machi, Manolo Solo hace un papelón interpretando la «no vida» de un paparazzo...

—Al igual que tuvimos que documentarnos sobre los inspectores de Hacienda, hicimos lo mismo con el mundo de los paparazzi. No quedé con ninguno porque no conseguí que alguno quisiera hablar conmigo. Lo que sí que hicimos fue leer biografías de dos paparazzos españoles que nos dieron muchas pistas sobre el vestuario, las costumbres o lo que hacen dentro de un coche cuando están haciendo guardias. Para nosotros era muy importante ahondar en el carácter que puede tener esa gente que vive en un coche. Esa especie de canallas de la noche con muchos contactos en las puertas de seguridad de las discotecas más famosas. Construimos un universo donde le obligábamos a Sara Santano a llevarse bien con alguien que jamás hubiera sido su amigo en la vida. Al final se sirven el uno al otro. No solo en buscar a Celeste, sino en lo personal.

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—La RAE puede darte las gracias por reivindicar que en singular se dice «paparazzo» y no «paparazzi»...

—Aunque me da mucha rabia, creo que ya ha incluido paparazzi como forma del singular. Hemos llegado tarde [risas].

—Otro tema importante en la serie es el peligro del fanatismo...

—Creamos el personaje de Aarón porque nos venía muy bien por dos cosas. Por un lado, nos interesaba la parte de que cuando alguien se hace fan de otra termina perdonándole todo. Incluso que su ídolo defraude a Hacienda le parece bien. Por otro lado, nos interesaba esa parte de la madre pensando que Celeste le ha salvado la vida a su hijo y que Sara Santano fuese la encargada de explicarle que la vida se la ha salvado el resto de España gracias a lo contribuido con los impuestos para mantener la sanidad pública. 

—¿Te imaginas que después de la serie te investiguen a ti?

—Podría pasarme como a cualquiera. Hay muchas inspecciones que son aleatorias y que te hacen porque de vez en cuando te toca. Que te inspeccionen no es malo. Lo que es malo es que te lo hagan sabiendo que escondes cosas y que encuentren algo. Si tenemos todo en regla no nos debería asustar. Pero es como cuando te hacen un control de alcoholemia. Si no has bebido, te da igual que te lo hagan.

—¿Qué ministerio te gustaría explorar ahora?

Vota a Juan, mi anterior serie, iba de un ministro de Agricultura. Quise tocar ese tema porque me hacía gracia tener al, posiblemente, el ministerio menos llamativo. Me parece interesante el Ministerio de Cultura porque creo que es muy difícil de llevar y tiene un montón de implicaciones políticas complicadísimas. En general son todos interesantes. Ahora igual está de moda el de Transportes. A mí de lo público me interesa todo.