La iraní Marjane Satrapi se ha convertido en un símbolo de la lucha por la identidad desde el gran éxito de su novela gráfica ?Persépolis?
25 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Marjane Satrapi es, sin duda, una de las figuras más influyentes en el mundo del arte contemporáneo y la narrativa gráfica. Ha creado un legado notable como escritora, cineasta y, sobre todo, autora de novelas gráficas, en las que da voz a temas profundos y a menudo dolorosos, como la identidad, la resistencia política, la guerra, el exilio y el feminismo.
La nueva premio Princesa de Asturias de la Comunicación es mejor conocida por su novela gráfica autobiográfica Persépolis, una obra que la catapultó a la fama internacional y que marcó un antes y un después en la forma en que las historias personales y políticas podían entrelazarse en la narrativa visual. Pero su legado va más allá de esta obra.
Marjane Satrapi nació en Rasht (Irán) en 1969, en una familia de clase alta, políticamente progresista y educada, tal como narra en su obra gráfica. Sus padres eran intelectuales laicos que se oponían al régimen monárquico del Sha de Irán, lo que tuvo un profundo impacto en su visión del mundo desde una edad temprana. Su familia era descendiente de la aristocracia, y varios de sus parientes fueron presos políticos, incluida su tía, Fereydoun, quien fue ejecutada tras la Revolución Islámica.
Este contexto de agitación política y resistencia es clave para entender la vida y obra de la autora. En Persépolis, que narra su infancia y adolescencia en Irán durante los años de la Revolución Islámica de 1979 y la posterior guerra entre Irán e Irak, Satrapi describe con crudeza las tensiones y contradicciones de crecer en una sociedad donde las libertades individuales estaban cada vez más restringidas.
La llamada revolución islámica transformó a Irán en una república teocrática integrista, imponiendo estrictas leyes religiosas, la censura, la persecución política y un férreo control social. En este entorno, la libertad de expresión y los derechos de personas, y en especial de las mujeres, fueron severamente limitados.
Para Satrapi, esta experiencia fue desgarradora. En Persépolis cuenta cómo las mujeres, incluida ella misma, se vieron obligadas a usar el velo, una imposición que simbolizaba la represión de sus libertades personales y que hoy en día sigue siendo una guerra silenciada, pero no silenciosa.
«Nunca entenderé por qué las mujeres se convierten en un campo de batalla», afirma Satrapi, refiriéndose a la lucha por el control de sus cuerpos y su identidad bajo regímenes patriarcales y opresivos. Esta noción de control sobre la mujer es una temática recurrente en su trabajo, y la crítica hacia el fundamentalismo religioso y político es un pilar de su narrativa.
A medida que la situación en Irán se volvía más peligrosa, especialmente durante la Guerra Irán-Irak, los padres de Satrapi decidieron enviarla a Europa cuando tenía 14 años, en busca de una vida más segura. Se estableció en Viena, donde vivió una adolescencia en relativa seguridad, pero marcada por el exilio, la soledad y el racismo.
A pesar de escapar de la represión política en Irán, Satrapi enfrentó nuevos desafíos en Occidente, incluida la sensación de alienación como inmigrante. Esta experiencia de desarraigo es central en su obra, y también refleja su continua lucha por definir su identidad en medio de la multiplicidad de culturas.
Durante su tiempo en Viena, lidió con dificultades emocionales y, como se relata en Persépolis, incluso llegó a vivir en las calles durante un breve periodo. Finalmente regresó a Irán, donde continuó sus estudios y comenzó a desarrollar sus habilidades artísticas. Sin embargo, el retorno a su país natal no fue fácil; las restricciones políticas y sociales que antes había conocido se intensificaron bajo el régimen islámico.
Entre ambos mundos
El descontento de Satrapi con la opresión en Irán y sus sentimientos ambivalentes hacia Occidente reflejan una profunda crítica hacia ambos mundos. En Persépolis denuncia el autoritarismo religioso y la guerra en su país, al mismo tiempo que revela los prejuicios y lo que en su opinión es la superficialidad del mundo occidental hacia los inmigrantes.
Su obra es un testimonio vívido de la experiencia de estar «entre mundos», lo que la convierte en una cronista aguda del exilio, la diáspora y la búsqueda de un hogar, tanto física como emocionalmente.
Pero es Persépolis, publicada en dos volúmenes entre 2000 y 2003, la obra que define la carrera de Marjane Satrapi. Aclamada por la crítica y el público, esta novela gráfica autobiográfica narra la vida de la autora desde su infancia en Irán hasta su juventud en Europa. La obra destaca por su estilo visual en blanco y negro, que refleja tanto la austeridad del régimen iraní como la claridad con la que ella ve las injusticias del mundo que la rodea.
La elección del formato gráfico no es incidental. Ella ha explicado que el arte secuencial le permite capturar tanto la complejidad emocional como la ambigüedad política de su historia. Su uso de dibujos simples pero poderosos contrasta con la profundidad de los temas que trata, lo que hace que la obra sea accesible pero profundamente resonante.
A través de las páginas de Persépolis, la historietista retrata la evolución de su conciencia política y personal mientras cuestiona los ideales que le han sido impuestos tanto por la cultura iraní como por la occidental.
La novela gráfica explora una amplia gama de temas: la guerra, la represión, la resistencia, el feminismo y la lucha por la libertad individual. Lo que hace que Persépolis sea tan impactante es su capacidad para entrelazar lo personal con lo político. No es solo una crónica de los eventos históricos que transformaron Irán, sino también un relato íntimo de su lucha por encontrar su identidad en medio del caos. Como mujer iraní, feminista y artista, la autora utiliza su propia vida como un medio para criticar las injusticias y la hipocresía del poder.
El impacto cultural de Persépolis fue inmenso. La obra no solo atrajo a lectores que quizás no se habrían sentido atraídos por una autobiografía política, sino que también allanó el camino para una mayor aceptación de la novela gráfica como un medio serio para la narración de historias complejas. En un momento en que el mundo occidental miraba con desconfianza y temor a Irán, Persépolis ofreció una perspectiva humana que rompió estereotipos y desafió las nociones simplistas sobre el pueblo iraní.
Del papel a la pantalla
El éxito de Persépolis fue tan rotundo que su autora decidió adaptar la obra al cine. En 2007 codirigió la película animada basada en la novela gráfica junto a Vincent Paronnaud. La película fue aclamada en el Festival de Cannes, donde ganó el Premio del Jurado, y fue nominada a un Premio de la Academia como Mejor Película de Animación.
La adaptación cinematográfica de Persépolis consiguió alcanzar un público aún más amplio, y su habilidad para trasladar su historia desde la página a la pantalla demostró su versatilidad como narradora. La película, al igual que la novela gráfica, utiliza una animación en blanco y negro que subraya la crudeza y simplicidad de los eventos que retrata, mientras que el diálogo y la narración capturan el tono emocional de su experiencia personal. A través del cine, no solo reafirma su talento visual, sino también su capacidad para contar historias profundas y emocionalmente resonantes en múltiples formatos.
El éxito de Persépolis permitió a Satrapi expandir sus horizontes en la dirección cinematográfica. En 2011, dirigió Poulet aux Prunes (Pollo con ciruelas), basada en otra de sus novelas gráficas, que narra la historia de un violinista iraní que, tras la destrucción de su amado instrumento, decide esperar la muerte.
En este caso, la dibujante dejó de lado la animación para crear un filme de acción real, demostrando su habilidad para trabajar en diferentes géneros y estilos. Aunque la película no alcanzó el mismo nivel de aclamación que Persépolis, confirmó que la iraní no estaba limitada a una sola forma de expresión.
Uno de los temas más poderosos en la obra de Marjane Satrapi es su crítica a la represión de las mujeres, tanto en Irán como en otras partes del mundo. Desde su infancia, Satrapi fue testigo de cómo las mujeres eran reducidas a un símbolo en las batallas políticas y religiosas. En Persépolis describe el dolor de tener que llevar el velo, no solo como una imposición religiosa, sino también como un símbolo de su falta de libertad.
Ella misma ha dicho en numerosas entrevistas que no está en contra del velo en sí, sino de la obligatoriedad de su uso. Para ella, el feminismo no es simplemente una lucha por la igualdad, sino también una lucha por el derecho a elegir. Ya sea en Irán o en cualquier otro lugar, cree que las mujeres deben ser libres de tomar sus propias decisiones sobre su cuerpo y su vida.
Este enfoque del feminismo es evidente en toda su obra, desde Persépolis hasta sus películas y otros escritos. A través de sus personajes femeninos, ofrece una visión matizada de las luchas que enfrentan las mujeres bajo sistemas patriarcales. En lugar de retratar a las mujeres como víctimas indefensas, las presenta como personas complejas, luchadoras y resilientes que navegan en sistemas opresivos con humor, ingenio y fortaleza.
Además de su enfoque en el feminismo, la autora también es una feroz crítica del poder autoritario, el colonialismo y las ideas simplistas sobre la identidad nacional. En Persépolis, explora cómo el régimen iraní utiliza el nacionalismo y la religión como herramientas de control, pero también cómo las potencias occidentales, particularmente Estados Unidos y Europa, han jugado un papel en la desestabilización de Oriente Medio.
En otras ocasiones ha hablado abiertamente sobre su frustración con las representaciones estereotipadas de Irán en los medios occidentales. En lugar de ver a Irán como un monolito, presenta una imagen más compleja de su país natal, una que reconoce tanto su historia rica y variada como sus dificultades contemporáneas. Al hacerlo, desafía las narrativas simplistas sobre «el mal» de Oriente Medio y la «bondad» de Occidente.
En su crítica al poder, también se niega a ser encasillada en una sola identidad. Aunque sus raíces iraníes son una parte esencial de su obra, también ha afirmado en numerosas ocasiones que no quiere ser reducida a una «artista iraní». En lugar de ello, se ve a sí misma como una ciudadana del mundo, alguien cuya obra trasciende las fronteras nacionales y las categorías rígidas de identidad.
Trascendencia desde una viñeta
Marjane Satrapi ha logrado lo que pocos artistas contemporáneos pueden: ha contado historias profundamente personales que también son universalmente resonantes. A través de Persépolis y sus otras obras, ha dado voz a una generación de personas que han experimentado el exilio, la guerra, la represión y la búsqueda de identidad en un mundo fracturado. Su habilidad para entrelazar lo personal y lo político, utilizando el poder del arte gráfico y cinematográfico, ha redefinido el papel de la narrativa gráfica en la cultura contemporánea.
Más allá de su impacto en el mundo del cómic y el cine, su legado también se extiende a su papel como defensora de los derechos de las mujeres y la libertad de expresión. Como artista, escritora y cineasta, ha utilizado su plataforma para hablar en contra de la opresión y el autoritarismo, y su obra sigue siendo una inspiración para aquellos que luchan por la justicia y la libertad en todo el mundo.
Hoy, Marjane Satrapi sigue siendo una voz indispensable en la cultura global. Con cada nueva obra, nos recuerda el poder del arte para transformar, desafiar y sanar. En un mundo cada vez más polarizado, sus historias de resistencia, exilio y búsqueda de identidad son más relevantes que nunca.