Beatriz Serrano, finalista del Premio Planeta: «Los hombres "se van" y las mujeres "abandonan"; ¿qué pasa, que ellas no se pueden ir?»

CULTURA

Arduino Vannucchi

La periodista admite que el factor económico fue una razón de considerable peso para presentarse al galardón: «Me encanta lo que hago, es muy vocacional, pero también quiero llegar holgada a fin de mes»

17 oct 2024 . Actualizado a las 10:29 h.

Con los antecedentes del Planeta —un premio conservador, extremadamente comercial y con un devenir más mediático que literario—, quién iba a pensar en Beatriz Serrano (Madrid, 1989). Su nombre ni siquiera asomó en las predicciones más descabelladas, y eso que este año, que tan especial era —la editorial aprovechó la subida a Montjuich para celebrar también sus 75 años—, hubo conjeturas que rozaron el absurdo. Serrano era ya escritora de la casa —Temas de Hoy publicó el año pasado su elocuente debut, El descontento, que resultó un insospechado éxito—, pero nada en ella encaja en el molde del estirado galardón: es sarcástica y políticamente incorrecta; como sus personajes, una outsider, al menos del canon.

—¿Cómo alguien con su perfil decide presentarse al Planeta?

—Fue un poco precisamente por eso. Un día, mi agente y yo pensamos: «¿Esto sería posible, podría suceder?». Yo tenía la historia ya escrita y valorando a qué premio mandarla pensamos en este, primero porque es el de la casa en la que estoy y creímos que igual tendríamos más oportunidad, y segundo por el factor económico. Es que no puedo hablar de esto y no mencionarlo, porque es una barbaridad; no me quiero imaginar el millón, pero 200.000 euros te cambian la vida, son como cuatro años de salario. Queda muy poco literario decirlo, pero es la realidad.

—No solo es la realidad, es que, además, encaja absolutamente con su discurso: su primera novela giraba alrededor de la precariedad.

—Así es. Tanto el periodismo como la escritura son profesiones súper precarias. Estoy harta de no generar dinero con las cosas que hago. Me encanta lo que hago, es muy vocacional, pero también quiero llegar holgada a fin de mes o poder dedicarme solo a una cosa, no tener que compaginar muchos trabajos.

—¿Qué comparten «El descontento» y «Milagro», su novela finalista? ¿Bebe de la anterior?

—Tienen muchos temas en común: la soledad, la salud mental, el sentirse fuera de lugar, el no saber cómo encajar en una sociedad que parece expulsarte. Es cierto que en El descontento utilizaba mucho el humor como herramienta, la distancia irónica, y aquí hay una parte bastante dura. Y, luego, ambas comparten el tema de las familias escogidas, la búsqueda de personas que nos quieran y entiendan, que no nos juzguen por lo que somos ni por cómo somos. Hoy en día los jóvenes se sienten muy solos.

—¿Por qué cree que sucede esto?

—Vivimos en sociedades cada vez más aisladas e individualistas. Mi barrio está lleno de carteles de «Hagamos barrio», pero si tengo al lado un airbnb, si no conozco a mis vecinos, si trabajo un montón, si vivo lejos de mis amigos… ¿Cómo voy a hacer barrio?

—Nos sentimos solos y, sin embargo, estamos hiperconectados,

—Esa hiperconectividad crea una falsa ilusión de conexión. Estamos más conectados, pero de manera más superficial.

—En su novela, no es el padre el que va a por tabaco y no vuelve; es la madre. Le ha dado la vuelta al cuento.

—Los hombres «se van» y las mujeres «abandonan». Me parece un tabú enorme, parece que una mujer no se puede ir, se ve antinatural cuando puede tener tantos motivos o más. Así que, sí, quise darle la vuelta. Me interesaba plantear una figura ausente sobre la que se habla y a la que se critica, a la que se va a tener cierta inquina sin haberla escuchado. Porque es así como la sociedad juzga.

Los silencios y los secretos

La de Milagro es la historia de una niña que se llama Blanca que un día, con nueve años, se levanta y su madre no está. Su padre le dice que se ha ido de vacaciones, pero en realidad los ha abandonado. El libro trata temas como la soledad, la salud mental y los silencios y los secretos, porque ese padre, que no sabe gestionar lo que sucede, empieza a meter los problemas debajo de la alfombra. «¿Qué pasa en las familias cuando no se hablan las cosas que se tienen que hablar?», se pregunta Serrano. «Intentamos cuidar a los otros cubriendo sus necesidades básicas, pero hay muchas más cosas, sobre todo emocionales, que son muy difíciles de gestionar», apuntala.