Jordi Carrión: «Ahora se estrenan muchas más series, pero no encontramos obras maestras»

BEATRIZ PALLAS REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Jordi Carrión
Jordi Carrión Nela Ochoa

El autor de «Teleshakespeare» publica una revisión ampliada de su ensayo sobre la era dorada de la televisión y afirma que esta acabó en el 2019 con el final de «Juego de tronos»

04 oct 2024 . Actualizado a las 09:53 h.

Las series de televisión como fenómeno cultural del siglo XXI fueron analizadas por Jordi Carrión (Tarragona, 1976) en su libro Teleshakespeare (2011). Ahora acaba de publicar en Galaxia Gutenberg una edición remasterizada y ampliada de esta obra que completa la panorámica sobre un género que, a juicio del crítico cultural y creador, ha visto pasar ya sus años más memorables. Carrión acaba de presentar nuevo libro, la novela en cuatro partes Las huellas, y participará el próximo 9 de octubre en la jornada anual de las librerías gallegas que se celebrará en la Cidade da Cultura y donde ofrecerá la ponencia De contra Amazon a Chat GPT. Es también autor del pódcast Gemelos digitales

—Ahora que se han cumplido veinte años del estreno de «Lost», que marcó un punto de inflexión, ¿cree que sigue vigente la idea de que Shakespeare sería hoy en día guionista de televisión?

—Creo que la época de Teleshakespeare, como la llamé en su momento, empezó hacia el año 1999 con Los Soprano y El ala oeste de la Casa Blanca, que siguen siendo dos de las diez mejores series de la historia. Y esa época se mantuvo al menos hasta el final de Juego de tronos, en el 2019. Es decir, duró unos veinte años. No creo que ahora los grandes escritores de nuestra época sigan dedicándose a la televisión o trabajando en guiones. Hace tiempo que no vemos una serie comparable a Los Soprano, The Wire, Breaking Bad o a las europeas Borgen, Gomorra y Sherlock. Ahora se estrenan muchas más series que hace diez o veinte años, pero no encontramos esas obras maestras de entonces. 

—La apoteosis de «Juego de tronos» dejó un hueco difícil de llenar. ¿Volverá a producirse un fenómeno similar?

—Lo que ocurrió con Lost fue que el fenómeno se globalizó. Yo vi Los Soprano en el 2006 en deuvedé. Y pasamos del deuvedé a las webs piratas, que impulsaron el fenómeno. De pronto hubo una conversación global. Cuando se estrenó Lost, todavía no existía Facebook, pero nació en los años posteriores. Y cuando ya Lost está madura y se acerca a su final, es cuando todo el mundo está conversando en Facebook. Y las webs piratas permitían que, si no podías verla en tu país, la vieras en línea. No es una gran serie en el sentido de la calidad. Es muy interesante, pero muy irregular e imperfecta. Lindelof hizo después sus grandes series The Leftovers y Watchmen, pero Lost no estuvo a ese nivel. Aquellos fueron unos años en los cuales hablabas con la gente de lo que era un flashback o un flashforward y todo el mundo lo entendía. Ahora ya no existe esa conversación, porque ya no hay series que todos estemos viendo. Esa conversación global termina con la última temporada de Juego de tronos y no ha vuelto, porque está todo más atomizado. Hay muchas plataformas, pero no ha habido ninguna serie que haya provocado esa atención. HBO intenta extenderlo con La casa del dragón, que es una buena serie, pero no ha tenido esa atención.

—Poco después de «Lost» llegaron series como «Mujeres Desesperadas», «House»... títulos que aún hoy se recuerdan.

—Ha habido series comerciales que han tenido mucha audiencia en los últimos años. Pienso en Billions o Succession, que son muy buenas y han intentado seguir esa tradición de la excelencia, pero el panorama es otro. Hay otros objetos culturales, por ejemplo TikTok. La inteligencia artificial está generando nuevas formas de interacción, de consumo, de entretenimiento y las series ya no son tan centrales. Durante veinte años hubo esta época dorada y ahora ya no es tan relevante, lo cual tampoco está mal, porque estamos viendo más cine gracias al acceso que nos dan las plataformas a muy buenas películas. De pronto el cine ha regresado a nuestra conversación, lo cual me parece una excelente noticia.

—En los últimos datos ofrecidos por Netflix, algunas de sus películas más vistas son también las peor valoradas por crítica y público. ¿Vale más la cantidad?

—A eso me refiero. En el 2019 acaba el fenómeno, primero, porque las series ya no son el centro de la conversación y, segundo, porque desciende el número de obras maestras. Diría que la última quizá fue Sucession. Ahora hay más cantidad, menos calidad y más uniformización. La mayoría de las ficciones empiezan con un flashforward que te muestra que al final alguien muere o que algo va a pasar en el futuro para intentar retenerte y que sigas viéndola. Porque lo habitual no es ver las series enteras, sino ver los primeros minutos del primer capítulo. Por eso muchas intentan ponerte un asesinato en los primeros minutos a ver si te convencen para que te quedes. Hay una lucha brutal por la atención del espectador. En plataformas como Netflix no solo hay series y películas, también videojuegos, telerrealidad, documentales, cortometrajes, animación... Y, por otro lado, hay una cierta tiranía del algoritmo, que lo que hace es premiar la cantidad y por eso se encargan las mismas fórmulas que ya han triunfado. Cada vez hay menos riesgo, menos experimentación, menos innovación, menos novedad.

«En plataformas hay un retroceso a la televisión de los ochenta y noventa»

Destaca Jordi Carrión que el algoritmo puede estar detrás del aluvión de series del género true crime, que suele copar varios de los estrenos que llegan cada semana a las distintas plataformas.

—¿Dónde está el origen de esta sobreoferta de «true crime»?

—Empieza con una mezcla de morbo, de ir sobre seguro y con dudas éticas fuertes, ¿no? Porque detrás hay unas víctimas y unos casos que legalmente y éticamente no siempre se respetan. De algún modo, en los últimos años hay un retroceso a la televisión de los ochenta y noventa. De pronto en las plataformas hay, como en la tele, publicidad, realities, series que son más culebrones que producciones de alto nivel... Y también mucho morbo, muchos bajos instintos como los que alimentaba la famosa telebasura de los ochenta y noventa.

—¿Por dónde van ahora sus intereses culturales?

—Empecé en el 2008 con la reseña de Dexter, que publiqué Letras Libres y quizá fue la primera reseña en España de una serie de televisión. Ya no me siento crítico de series como lo fui durante los últimos años. De algún modo con la nueva edición de Teleshakespeare he cerrado una etapa vital. Cuando acabó Juego de tronos escribí en The New York Times un ensayo sobre el final de la serie que es uno de los textos más leídos de los que he publicado en toda mi vida, justamente porque existía ese fenómeno global e incluso Twitter era otro muy distinto. Ya no vivimos en ese mundo. Este último certamen de los Emmy ha sido el primero en siete años en el que no he escrito nada sobre estos premios porque ya no tengo ese conocimiento de lo que se estrena. En casa estamos viendo series como Industry, quizá la mejor que hay ahora en emisión, pero también muchas películas, hemos vuelto al teatro, exposiciones, danza... Al cabo de un tiempo te das cuenta de que Netflix se acaba, pero tu biblioteca no se acaba nunca y siempre habrá más opciones de lectura en el mundo físico que en el virtual. Ahora me interesa más el pódcast como lenguaje que las series, porque tiene más margen de investigación y de expansión.

—La inteligencia artificial está llegando al audiovisual. ¿Se atreve a hacer algún pronóstico?

—Todas las tecnologías han tenido siempre cosas buenas y cosas malas y esto no será distinto. Durante mucho tiempo, no habrá manera de hacer películas sin equipos humanos que trabajen con las nuevas herramientas. El cine nació justamente porque hubo una tecnología que lo hizo posible. Ahora estamos en busca de algo nuevo, estamos cambiando el paradigma, pero todavía no se sabe qué vendrá después.