Netflix estrena la segunda parte de su exitosa película
04 oct 2024 . Actualizado a las 09:25 h.Galder Gaztelu-Urrutia plantea en la segunda parte de su exitosa El hoyo una vuelta de tuerca a la distopía que inventó, y que lleva aún más abajo a los presos de un edificio vertical, que luchan por comer en los instantes que una plataforma, que va bajando hacia un hueco infinito, pasa por su lado.
«Lo que plantea El hoyo 2 es una lucha entre dos grupos, uno abiertamente individualista y con gente orgullosa de su supremacismo, y otros que, bajo el paraguas de una supuesta colectividad, lo que defienden es la propiedad privada, un concepto que se representa por ese plato que no es meritorio, sino heredado», explica el director.
En ese privilegio de clase, señala el cineasta, quizá solo «los olvidados» (los que viven en el piso más bajo posible) sin absolutamente nada que comer, salvo a ellos mismos, son «los únicos que podrían representar una fábula más colaborativa o altruista».
‘El hoyo', la película más vista en Netflix durante meses a nivel mundial, planteaba una revisión apocalíptica de la sociedad en la que las personas ‘almacenadas' en los pisos inferiores del edificio solo tenían para alimentarse las sobras de los de arriba.
«La pregunta siempre es qué harías tu si despertaras en el nivel 5 o en 175, cómo tratarías a los del 174 y cómo mirarías a los del 136. El tema — y esto funciona tanto en El hoyo 1 como en el dos, considera— es que la tendencia es mirar hacia arriba y echarles la culpa y obviamente, cuanto más arriba, más responsabilidad», reflexiona el primer director español que ganó con su cinta de debut el Festival de Sitges.
«Lo que pasa es que cuando uno se asoma a su propio hoyo siempre se ven bastantes más niveles por debajo que por arriba», afirma.
El hoyo 2, con ser el mismo esquema de la primera, extrema las condiciones: ahora hay unas reglas que se deben aceptar para entrar y sólo pueden elegir un plato para el resto de sus días. Todos aceptan, pero porque creen que «su» plato lo tendrán siempre y en la cantidad que deseen, y además tendrán a su disposición los platos de los demás.
Gaztelu-Urrutia comenta que, más que referencias cinematográficas, para hacer esta segunda parte ha bebido de «la realidad sociopolítica del debate que hay en la calle; de ahí —dice— sale una propuesta para el debate público y para que cada uno saque sus conclusiones».
«Ponemos las preguntas sobre la mesa -nunca mejor dicho-, y hacemos una reflexión muy extravagante del contexto actual para dejar que cada uno de los y las espectadores saque sus conclusiones; El hoyo 2 no es una película que haya que tomarse muy serio, pero sí hay que tener muy en cuenta las conclusiones que saque cada persona después de verla».
El director vuelve este año a Sitges con su tercer largometraje, Rich Flu, una película que cuenta cómo un virus ataca solo a los ricos. «Es el mismo universo de El hoyo; es que a mi me gustan mucho las paradojas sociales», apunta el cineasta vasco.
Aunque El hoyo 2 rescata a algunos de los personajes más emblemáticos, como Iván Massagué o Zorion Eguileor, la sorpresa son la pareja Hovic Keuchkerian y Milena Smit, aparentemente «un choque de trenes», dice Galder, y que sin embargo encajan como mano en un guante.
«Es una película que tendré que ver muchas veces, tiene muchas capas y muchos mensajes —considera Smit—. Galder lanza muchas preguntas, pero da muy pocas respuestas. Creo que cada uno, desde su propia mirada, verá la película de una forma, viva donde viva y sea de la clase social que sea y creo que el viaje de cada uno será muy personal».
Para Keuchkerian, El hoyo «te tiene que atravesar», apunta. «A mi lo que me genera es angustia», comenta, convencido de que el terror no está en las películas, en ésta tampoco. «En un mundo en el que dos mil millones de personas viven con menos de 2,8 euros al día, eso es terror», enfatiza.
Y es que justo de eso es de lo que va El hoyo 2.
Smit, a su lado, opina que la cinta habla de la clases sociales, pero sobre todo, «de la empatía, o de la falta de ella, completamente aplicable metafóricamente a la vida que vivimos hoy. Esto —dice— da para reflexionar y tratar de construir una sociedad mejor».