Kris Kristofferson, el cantante del amor y el tormento

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Kris Kristofferson durante un concierto que dio en el 2017 en Barcelona.
Kris Kristofferson durante un concierto que dio en el 2017 en Barcelona. Alejandro García | EFE

Figura clave de la música americana brilló también como actor, dejando un inolvidable papel junto a Barbra Streisand en «Ha nacido una estrella». Murió a los 88 años

01 oct 2024 . Actualizado a las 08:59 h.

Kris Kristofferson era un personaje novelesco, de los que ya no se ven. Estudiante becado de literatura en la Universidad de Oxford, deportista destacado en la práctica del boxeo, piloto de helicópteros, oficial del ejército, conserje en Columbia Records viendo pasar por allí al Dylan de Blonde on Blonde (1966) y, por supuesto, compositor de algunas de las canciones más célebres del siglo pasado. Por si fuera poco, brilló también en el cine y tiene una de esas anécdotas, seguramente exagerada, que todo el mundo prefiere creer antes de ponerla en duda. Se trata, claro, del día en el que aterrizó un helicóptero en el jardín de la casa de Johnny Cash para entregarle personalmente una cinta con la canción Sunday Mornin' Comin' Down. De lo que no queda duda es que el tema enamoró al hombre de negro, que triunfó con ella en los primeros setenta.

Esa canción empieza describiendo una resaca plomiza («Me desperté el domingo por la mañana / Sin forma de sostener mi cabeza para que no me doliera»). Pero pronto dibuja trazos de sencilla poesía existencial directa al corazón: «Porque hay algo en un domingo que hace que un cuerpo se sienta solo /Y no hay nada más parecido a la muerte, ni la mitad de solitario que el sonido / de la acera de la ciudad dormida y la mañana del domingo llegando». Ahí, en esos dos pasos mecidos sobre una plácida melodía de country-rock, se encuentran las claves de por qué las canciones de Kristofferson acariciaron el alma de millones de personas. El tono ligero de sus melodías se compensa con la gravedad de su voz (la de Cash, aún más que la suya) para dar forma a esos pensamientos cotidianos, oscuros y callados, que acompañan y muchas veces atormentan. Todo parece fácil. Todo fluye en ese río de palabras. Todo llega a lo más profundo del oyente que, escuchándola, se siente comprendido al ver ahí su reflejo.

Ese tema es solo uno de tantos que este músico aportó al cancionero popular americano. Figura en él con lugar preferencial Me And Bobby McGee, que popularizó Janis Joplin —su pareja entonces— en 1969, tras una versión previa de Roger Miller. También, For the Good Times, una preciosa pieza de punto y aparte en una relación (Encontrarás a otro / Y estaré aquí si alguna vez descubres que me necesitas»). Y, por supuesto, Help Me Make It Through the Night otras de esas canciones-salvavidas para seres perdidos con líneas de piel de gallina («Deja que el diablo se lleve el mañana /porque esta noche necesito un amigo»).

Lo mejor de su producción se concentra en la primera mitad de los setenta. Discos como su sensacional debut, Kristofferson (1970) y buena parte de la producción posterior —The Silver Tongued Devil And I (1971), Border Lord (1972), Jesus Was A Capricorn (1972), Full Moon (1973)— llevan la etiqueta de clásicos adherida a su portada. Pero el mundo de la música se le quedaba pequeño a este hombre renacentista que, aprovechando su voz e imagen de hombre con mucha vida detrás y secretos enterrados en el fondo del corazón, probó suerte en el cine. Participó en Pat Garrett y Billy el Niño (1973) y Convoy (1978) de Sam Peckinpah, en Lone Star (1996) de John Sayles y en la saga Blade (tres filmes entre 1998 y 2004). Pero, sin duda, su papel definitivo fue el de John Norman Howard de Ha nacido una estrella (1976) junto a Barbra Streisand que ayer lamentaba su pérdida. Por la actuación ganó el Globo de Oro.

En los ochenta, cuando su estilo de música había caído en el lado malo de las modas, formó el supergrupo Highwaymen con Willy Nelson, Johnny Cash y Waylon Jennings con quienes editó tres discos. En los noventa su figura se vio revalorizada por la nueva vida que tomó el country a través del llamado sonido americana. Ejerciendo de leyenda viva, siguió tocando e incluso se embarcó en 2016 en una gira para celebrar su 80.º aniversario. En el 2021 se retiró definitivamente de los escenarios.