El miércoles recibirá la Medalla de Ouro de Galicia y acaba de ser homenajeado en la Semana Internacional del Cine de Betanzos. A los 52, Luis Tosar asegura que tiene menos presión, aunque confiesa que ha ido dos veces a terapia. «La paternidad es aterradora y apasionante a partes iguales», indica
23 jul 2024 . Actualizado a las 04:29 h.Luis Tosar (Lugo, 1971) acaba de ser homenajeado en la Semana Internacional del Cine de Betanzos y el miércoles recibirá la Medalla de Ouro de Galicia, el máximo galardón que concede la Xunta con motivo del Día de Galicia. Cumplidos los 50, es inevitable preguntarle a Tosar, que cada vez es más Luis, si tanto reconocimiento no le huele a que se está haciendo mayor... «Ja, ja, ja. Pienso que este premio no es tanto a nivel personal como al trabajo de mucha gente en el sector audiovisual gallego, que también ha sido reconocido. Hemos construido algo sólido que se acabó convirtiendo en un referente. Eso es uno de los mayores logros; hay mucha mirada de Madrid hacia Galicia», apunta. En septiembre empieza a rodar Salvador, una serie de Daniel Calparsoro.
—¿Crees, de verdad, que en Madrid miran tanto para aquí?
—Hay un sector de gente que obviamente no, pero empieza a verse normal que películas como O corno o Matria, que han triunfado en Cannes o San Sebastián, estén en gallego. O el caso de As bestas, O que arde... Antes no era habitual, ahora sí lo es.
—¿Si no hubieras nacido en Galicia, hubieras sido el actor que eres?
—No lo sé, porque son muchos los referentes, pero sí pienso en mí como ese chaval tímido que un día llegó de Cospeito a Madrid, que miraba para abajo. Ahora, desde luego, trabajo con menos presión.
—Desde «o xuíz» de «Mareas Vivas» el camino ha sido largo. Supongo que tienes mucho que agradecerle a ese papel.
—Mareas vivas nos hizo vivir el favor del gran público y la fama, y un éxito inesperado. Vino en un momento en que éramos gente joven, pero con cierta experiencia. Y un ámbito, Galicia, que nos permitió digerirlo de manera sana.
—Yo ahora te veo más en un musical, como Ryan Gosling, haciendo de un Ken de «Barbie» empoderado y cantando en los Oscar.
—[Risas] Sí, sí. ¡Yo también me veo, pero se necesita mucho dinero para una producción así!, aunque ya con The Magical Brothers hice cosas muy bestias.
—¿Cómo ha girado tu vida desde que eres padre?
—Más que girar la cambió. Ahora todo lo que tiene que ver con el trabajo de actor es esencial, pero no lo único. Yo antes estaba casi consagrado a la profesión y hoy en día con mujer e hijos, con los que disfruto enormemente, tengo claro que ellos son lo más importante.
—¿Estás viviendo la paternidad plenamente?
—Yo lo intento, porque, además, creo que es necesario pasar el mayor tiempo con tus hijos, que te puedan ver, estar en contacto, verlos crecer en primera persona, no en diferido. En esta profesión he visto cómo muchos hijos de han tenido mucha ausencia de sus padres, porque los horarios eran una auténtica locura, con mucha renuncia. Yo voy a intentar que eso no ocurra, voy a intentar espaciar los trabajos. Aunque dé la sensación de que estoy trabajando todo el rato, en realidad, no. Trabajo muy intenso durante temporadas y trabajo cero durante otras. Ahora llevo meses sin trabajar absolutamente nada, estoy full time en casa.
—¿Estás cocinando, limpiando...?
—¡No, estoy tumbado en un sofá esperando que otro haga las cosas, ja, ja,ja! Aquí nos repartimos el curro todo lo que podemos.
—Si los años te han quitado presión, ¿tus hijos también?
—¡La presión ya son ellos! Sientes que tienes que sacar adelante a dos criaturas y educarlas para que se conviertan en seres humanos solidarios, generosos, que sientan, que amen ... Y eso ya se convierte en la supermisión. El trabajo pasa a ser casi un juego de críos, que, en realidad, también lo es. La paternidad es aterradora y apasionante a partes iguales.
«He hecho cosas por dinero, pero no cosas indignas. Pero si alguna vez me viese apurado, lo haría, tenqo que sacar adelante a mis hijos»
—Eres un hombre corresponsable, que también pone su granito en la conciliación, algo que siempre ha recaído en las mujeres.
—Yo intento que sea lo más natural posible, no creo que nadie pueda estar en su casa esperando a que le hagan las cosas y condenando a tu pareja a un ostracismo profesional que no merece. Evidentemente, siempre va a haber riesgo de compensación cuando uno tiene más ofertas que el otro, pero hay que intentar planificar bien a largo plazo.
—Ahora que tienes una familia, ¿hay trabajos que haces por pasta?
—Sí, alguna cosa sí, claramente. Lo que no hago son cosas indignas, pero si alguna vez me viese superapurado, lo haría, tengo que sacar adelante a mis hijos, aunque pasase por mi indignidad. Por el momento, no ha sucedido.
—¿En algún momento de tu carrera, hubo alguien que te tuviera que decir: «Luis, bájate un poquito, que estás muy pijo»?
—No, no, pero sí hubo un momento que necesité distanciarme un poco, porque notaba que la exposición me afectaba, me alejaba de mí mismo. No me sentía bien. No que me hubiera vuelto gilipollas, eso nadie me lo dijo, o no se atrevió. Pero no gestioné la fama o hablar con alguien como me hubiera gustado. La gente que no era educada, cuando te tocan las pelotas por tocarlas. Esa cosa pasivo-agresivo.
—¿Tuviste que ir a terapia?
—Sí, pero por varias cosas, no solo por eso. En un par de ocasiones, pero la exposición es verdad que te marca, te desequilibra un poco.
—¿Has visto casos de «Me Too» entre tus compañeras?
—No. Si he estado cerca, no me he enterado, pero nunca una compañera me ha dicho nada. Con eso no quiero decir que no haya ocurrido, seguramente sí, pero no he sido consciente.
«Soy una persona con la que se convive bien, respeto mucho el trabajo de todo el mundo, también el error»
—¿Sigues teniendo buen olfato para los proyectos o hay muchos factores que influyen en el éxito de un trabajo tuyo?
—Hay muchos factores, pero el olfato no lo he perdido para distinguir lo que está bien, porque las cosas que están mal las detectas. Ahora, que eso vaya a funcionar, ya no pongo la mano en el fuego. Antes el público era más previsible.
—¿Entiendes que la gente vea el cine en casa?
—Lo entiendo, pero me da un poco de pena que las nuevas generaciones no estén adquiriendo la cultura de la gran pantalla. Nosotros procuramos ir mucho al cine con los niños, me gusta que entren en la sala, que se predispongan para una liturgia, una ceremonia, y salgan acelerados, contagiados de la energía de la película, como me pasaba a mí de pequeñito. Lo otro no lo puedes evitar, hay gente que consume producto audiovisual en un formato tan ridículo como un móvil, es el signo de los tiempos. No podemos cambiar esa tendencia. El cine no va a desaparecer, se reconvertirá y seguirá existiendo.
—Sabemos que eres fan de Robert de Niro, ¿pero actriz fetiche?
—Meryl Streep, pero por encima también de los actores. Es una superdotada, todo, todo lo hace bien: canta, los acentos... Su aparente naturalidad.
—¿Esa es la aspiración, que no se note el trabajo, que fluya?
—Sí, es algo que tenía también Marlon Brando, una manera de estar que parecía que estaba ahí, sentado en esa silla en la que le tocaba estar cinco años. Esa es una de las grandes metas de los actores: estar tranquilo cuando te toca decir la siguiente frase, llegar y estar. Es difícil.
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—¿Tú cómo lo haces? ¿Hacia dentro, hacia fuera?
—Buf, es un poco mezcla. Hay personajes que requieren una actitud física más compleja y hay otros que son introspectivos. Pero en mi caso es haber pasado mil veces por el mismo lugar. Entonces ya la cosa empieza a fluir sola.
—De ti todos los actores dicen cosas buenas, no sé si tú a ti mismo te dices algo en lo que tengas que mejorar.
—¡En muchísimas cosas!, pero yo creo que, en general, soy una persona con la que se convive bien. Respeto mucho el trabajo de todo el mundo. No concibo el trabajo de otra manera. Respeto mucho el error también, porque es muy difícil hacerlo todo perfecto y el cien por cien de las veces. Eso sí, soy intransigente con la indolencia, que cuando la gente la caga le dé igual, eso sí me afecta. En nuestro trabajo esa es la base, ser muy respetuosos.
—No sé si tu madre sigue haciendo tortillas para Ricardo Darín...
—Ja, ja, tortillas sigue haciendo, pero no viene tanta gente. Con Ricardo ya me veo más de pascuas en ramos, porque con la familia es cada vez más complejo. Pero por fortuna todas esas amistades siguen ahí. Me recuerdas que mi madre le decía a Ricardo: «¿Quieres más tortilla?», y a él le salía por las orejas! [Risas]
—¿Sigues criando en gallego?
—Sí, sí, además es bonito verlo, porque yo a veces perdía la esperanza, porque ellos viven en Madrid, y su entorno es castellanohablante, pero mi hijo ya me dio alguna sorpresa y dice frases en galego. Se me encoge el corazón.