Terry Hayes: «Quien controle la inteligencia artificial ganará la guerra»

CULTURA

Llorenç Osa

Tras diez años de silencio, el escritor vuelve con «El año de la langosta», un «thriller» geopolítico que engancha desde la primera página

21 jul 2024 . Actualizado a las 12:16 h.

Diez años no son nada. Pero se han hecho muy largos y yermos para aquellos que quedaron totalmente encandilados por la narrativa que Terry Hayes (Reino Unido, 1951) desplegó en aquel exitoso Soy Pilgrim. Dicen que lo bueno se hace esperar. Y ha llegado. Este narrador, periodista y guionista de películas como Mad Max, vuelve a sacar la artillería pesada con El año de la langosta, en el que conduce al lector a un viaje vertiginoso por algunos de los infiernos terrenales, unas tierras baldías entre las fronteras de Pakistán, Irán y Afganistán donde la violencia es la única ley que impera. Allí se desencadenará una batalla de tú a tú entre Kane, un espía de la CIA que en sus manos puede tener la clave para mantener la seguridad de todo Occidente, y Al-Tundra, un terrorista con una pesada mochila a sus espaldas: fundador del Estado Islámico y, posteriormente, del Ejército de los Puros, también puede presumir de haber sido coronel de las fuerzas especiales rusas y veterano de la guerra de Siria. Dos fuerzas titánicas que jugarán una partida de ajedrez geopolítica que mantendrá a los lectores pegados a la silla durante las más de 800 páginas de la novela.

La guerra de El año de la langosta traspasa las fronteras del libro. En sentido literario. Porque para poder hacerse con los derechos, Planeta tuvo que pelear (y mucho) durante una muy reñida subasta durante la última feria del Libro de Fráncfort.

Hayes no solo presenta a los lectores un thriller adictivo y sorprendente. También les permitirá hacerse una idea de la cruenta vida que deben soportar millones de personas al otro lado del mundo. Este periodista sabe de lo que habla. Y escucharlo narrar algunos de los más oscuros secretos que guardan bajo sus fronteras estos estados tan turbulentos es un auténtico placer. Pasen y vean.

­—Hace unos años, durante la promoción de «Soy Pilgrim», hablaba de qué podría suceder en el mundo si comenzaba una guerra biológica. Ahora, en su nueva novela pone negro sobre blanco las consecuencias de los conflictos geopolíticos...

—Estamos en un momento delicado. En Soy Pilgrim hablé sobre la posibilidad de una guerra biológica y es algo que hoy en día debemos contemplar como una posibilidad por los avances en la ingeniería biológica. Con la llegada de internet podemos generar virus desde la comodidad de nuestro propio garaje. En esta segunda novela me he centrado más en la tecnología militar y en cómo hemos agotado nuestros recursos y ahora las fuerzas geopolíticas de nuestro planeta se están centrando más en los asteroides más cercanos a la tierra para poder explotar sus recursos mineros. Esta va a ser realmente la nueva frontera. Además, aquí tenemos una complicada situación geopolítica por el avance de la extrema derecha y el incremento de los ataques terroristas. Podríamos quedarnos con la impresión de que no aprendemos absolutamente nada de nuestro pasado.

­—Pakistán, Irán y Afganistán son algunos de los escenarios en los que se desarrolla la historia de Kane. En todos ellos existe un denominador común, la violencia es una de las pocas formas de poder sobrevivir en estos lugares. ¿Crees que en Occidente somos conscientes de la brutalidad a la que deben enfrentarse algunos de los ciudadanos de ciertos territorios?.

—Yo creo que hay un grupo muy reducido de personas que probablemente sí que sepan cómo funcionan estas sociedades. Pero en líneas generales a muy pocos les interesa. Si queremos tener una idea del alcance de la brutalidad basta con mirar el caso de Gaza. Y lo tenemos muy cercano y no le importa absolutamente nadie. Todo el mundo se encuentra muy preocupado en sus temas más domésticos. Y esto es terrible porque tenemos algunos lugares del mundo que son zonas casi sin ley. Tenemos el caso de Pakistán, donde, por ejemplo, la situación de las mujeres es peor que la que teníamos en el medioevo. Y esta brutalidad atañe al día a día en las vidas de las personas. Países como Afganistán se ven constantemente atacados por invasores o por los mismos señores de la guerra; en Pakistán prácticamente no existe un gobierno funcional; Irán es un estado represor... Y si salimos de Teherán, nos encontramos frente a sociedades muy poco evolucionadas en términos del respeto de los derechos humanos. Lo que podemos hacer con libros como El año de la langosta es traer estos temas a la atención de los lectores.

­—En la novela muestra que, más allá de lo que muchos pensamos sobre grupos como el Estado Islámico, las grandes potencias llevan años utilizando a estos grupos terroristas como una pieza más de su estrategia geopolítica.

—No se trata solo de grupos terroristas. Occidente tiene una relación cercana con ciertos regímenes que son muy poco democráticos. Hablemos por ejemplo de Arabia Saudí. La diferencia entre el Estado Islámico y Arabia Saudí es que Occidente juega al fútbol con Arabia Saudí. Para nosotros, como ciudadanos de a pie, no es suficiente con categorizar a unos como buenos y a otros como malos. O a unos como héroes y a otros como villanos. No es tan simple. Hay un montón de zonas grises y, lógicamente, mi interés está en esas zonas grises. Hablando de las zonas grises, sabemos perfectamente que la CIA ha financiado una serie de organizaciones bastante cuestionables con tal de propiciar los intereses geopolíticos de Estados Unidos. Y lo ha hecho exactamente con el mismo estilo con el que lo hacía la KGB. Por ejemplo, financió a una organización con gran penetración en el Triángulo de Oro (una zona situada en el sureste asiático sobre la que China tiene grandes intereses). Les proporcionó armas con tal de que defendieran al territorio de la penetración china, sobre todo en Myanmar, la antigua Birmania. ¿Y qué hizo esta organización? Se quedaron con las armas y con el dinero y empezaron a convertir el territorio en un gran laboratorio de heroína. ¿Y dónde ha acabado toda esa droga? En las calles de Estados Unidos. Y mi pregunta entonces es: ¿Este negocio se habría propiciado de no haber contado con la financiación y el apoyo de la CIA? Pues tal vez no. No podemos defender que nuestros gobiernos o nuestras instituciones o nuestras agencias de inteligencia estén dispuestas a trabajar con cualquier tipo de organización simplemente porque eso les beneficie.

­—Otro tema que trata es el de la guerra en la era digital. ¿Somos conscientes los ciudadanos de que tenemos una arma potentísima en nuestras manos?

—La era digital, claramente, es el espacio ideal para esta guerra de influencia que opera a través de la desinformación. Las redes sociales permiten ejercer una influencia en los ciudadanos. En cuanto a los aspectos físicos de la guerra, la inteligencia artificial va a marcar un cambio sin precedentes. Estuve hablando el otro día con un piloto de drones en Afganistán al que echaron del trabajo porque hoy en día la inteligencia artificial puede llevar a cabo su trabajo de manera mucho más eficaz. Él tal vez puede operar uno o dos drones, pero la inteligencia puede manejar una decena y hacerlo de forma mucho más precisa. A partir de ahora, las guerras estarán caracterizadas por una gestión de activos que no estará en manos de seres humanos. Y esto va a marcar un cambio enorme en el mundo tal y como lo conocemos, porque quien sea capaz de manejar esta inteligencia, será quien gane las guerras.

­—Han pasado diez años desde que publicó «Soy Pilgrim». ¿Qué fue lo que le inspiró a escribir «El año de la langosta»?

—Cuando terminé Soy Pilgrim, comencé a pensar en cuál podía ser mi próxima novela. Obviamente, todo este proceso pasa por una fase de investigación que es bastante larga y compleja. También hay que darle un marco narrativo sólido a la historia porque la idea siempre es tener la capacidad de escribir una novela que mantenga a los lectores pegados al libro. Y esto se logra a través de personajes complejos e interesantes. Con todo esto, comencé a explorar una idea y comencé a tomar notas. Sin darme cuenta, ya estaba en medio del proceso de escritura del libro. Esto también me está pasando ahora, porque estoy dedicado a la escritura de Soy Pilgrim, parte 2. Estoy todavía en una fase temprana, pero estoy emocionado. 

—Los dos protagonistas de su nueva novela son personajes con muchas aristas. Kane, por un lado, encarna a ese ciudadano americano ejemplar graduado en una universidad prestigiosa. Y después está Al-Tundra, que es un poco el villano que muchos nos imaginamos, con ese pasado en el ISIS al que intentan matar, pero que parece tener siete vidas. Pero en ambos casos, esto solo es la primera capa. Ambos personajes tienen mucho más...

—No podemos tener unas figuras recortadas de cartón o unos personajes totalmente estereotipados, porque no se sostendrían a lo largo de más de 700 páginas. El personaje del villano es interesante porque trabajó para el servicio de inteligencia ruso, luego se reconvirtió al Islam y como muchas personas que se reconvierten a la religión lo hizo con aun más fervor. Volvió a refundar el Estado Islámico pero con una versión más malvada y sin escrúpulos a la que denominó El ejercito de los puros. Es un personaje que tiene un enorme carisma, presencia, una gran capacidad de liderazgo y que tiene una historia personal peculiar. Cuando era pequeño, su hermano, su padre y él se dedicaban a la caza furtiva de cuernos de mamuts en Siberia. Esto es algo que no me he inventado, efectivamente estos hechos se suceden cada verano y cada primavera en una zona determinada de Siberia que estaba habitada hace miles de años por estos animales. Y hay personas que se dedican a excavar en el terreno para hacerse con estas carcasas que tienen entre 50 o 60 mil años. La infancia de Al-Tundra estuvo muy marcada por esa caza furtiva de cuernos de mamuts que llevó con su padre y su hermano. Y eso le hizo presenciar un asesinato que marcó profundamente su vida. Con esto lo que quiero decir es que hay mucho más que decir sobre este personaje que el simple hecho de que era un terrorista. 

Y lo mismo se aplica al personaje de Kane. Es un espía en zonas de acceso restringido, por lo que es una persona que se enfrenta a enormes peligros, pero también es un ser humano que tiene una relación bastante conflictiva y muy intensa con su pareja.

Como narrador siempre procuro agregar más y más capas. Y con esto lo que logro es concebir personajes reales en circunstancias excepcionales.

—En el libro se trata la conocida como era del pánico. Un personaje afirma que seguimos viviendo en las ruinas de las Torres Gemelas. ¿Qué implica esto?

—Los ataques del 11 de septiembre marcaron un cambio sin precedentes. Es fácil olvidar que, si exceptuamos los sucedido en Pearl Harbour durante la Segunda Guerra Mundial, América nunca había sido víctima de un ataque extranjero en su territorio. Hasta el 11S. Lo que generó un shock absoluto para todos los estadounidenses. Es muy triste pensarlo, pero yo considero que Osama bin Laden ganó la guerra, porque aquel ataque cambió para siempre la psique de los estadounidenses. Hoy en día sabemos que somos más vulnerables y que estamos viviendo en la era del pánico. Una vez que se ha liberado al genio, no podemos devolverlo a la botella. Seguimos viviendo en un mundo en el que algunos actores malignos pueden infligir un daño terrible y sin precedentes.Y esto implica que el mundo que tenemos es mucho más terrorífico.