Elísabet Benavent: «El tópico de la mujer que busca el amor está caduco»

CULTURA

La escritora valenciana vuelve con un lobo de Wall Street a la española en «Esnob», una novela que contrapone el amor moderno y tradicional con un hombre (lleno de contradicciones) de protagonista

28 jun 2024 . Actualizado a las 12:00 h.

Más de 4,5 millones de ejemplares, 20 libros en 11 años y tres de sus historias adaptadas al audiovisual. Las cifras que cosecha Elísabet Benavent (Valencia, 1984) son de las que quitan el hipo. A pesar de repetir una y otra vez que sus libros solo nacen con la pretensión de entretener, la pluma de Beta Coqueta (su alter ego en las redes sociales) consigue cada verano conquistar todas las playas españolas. Esta temporada estival propone pasarla con Esnob, una novela en la que por primera vez explora los confines de las relaciones desde una voz masculina, la de Alejo, una especie de lobo de Wall Street a la española, lleno de contradicciones, que irá descubriendo que existe mucho mundo más allá de la fórmula de amor y vida tradicional que ha mamado durante toda su vida.

­—La gran novedad de «Esnob» es que la historia se cuenta desde el punto de vista de él. ¿Te ha costado ponerte en la piel y la mirada de un hombre?

—Yo iba mentalmente preparada desde hace mucho tiempo. Esta era una asignatura que tenía pendiente. Me lo he pensado mucho y le he dado muchas vueltas. No es lo mismo hacerlo en capítulos alternos y que salpiquen la historia a que sea la voz que lleva a la narración. Al principio me costó dar con la voz de Alejo, pero, una vez que la encontré, me enamoré un poco de él. Le cogí muchísimo cariño. Esto de escribir es un poco ser médium. Contactas con el personaje y a partir de ahí es él el que se comunica a través de ti.

­—El personaje de Alejo va evolucionando a lo largo de la historia, abriendo su mente y cuestionándose todo lo que ha vivido a lo largo de sus años. ¿Qué buscabas?

—Me planteé el hecho de que muchas veces somos de determinada manera porque no nos hacemos preguntas. Y con eso pensé un personaje que no se había hecho preguntas, que tenía una vida muy cómoda desde su infancia que le había permitido seguir en su ritmo de vida sin poner en duda las cosas, el ambiente en el que había crecido, las ideas con las que se había desarrollado... Alejo es un malcriado y en el momento en el que le quitan sus privilegios empieza a hacerse preguntas. Es un personaje que está entre algodones; le quitan los algodones, se cae al suelo y al principio quiere volver a los algodones... Pero luego se da cuenta de que no los necesita.

­—La otra protagonista, Marieta, es una mujer libre pero con muchas aristas.

—El género de la comedia romántica tira muchas veces de tópicos, pero el tópico de la mujer que busca el amor creo que empieza a estar muy caduco. Porque yo tengo muchas amigas que están muy a gusto en su soltería y que han encontrado su espacio. Este es el discurso que tiene Marieta. Yo quería que la historia tuviera como protagonista a esa mujer que elige, que no tiene el amor romántico en el centro de su vida, porque yo creo que somos así. Y luego tiene una contradicción, que ella no cree en el amor porque piensa que es algo caduco, pero es dueña de una aplicación para que los demás sí lo encuentren.

­—En el libro se muestra una pequeña batalla entre la forma más tradicional de relacionarnos y las más actuales, que se potencian a través de aplicaciones.

—Yo creo que puede haber un punto intermedio entre ambas. Mi generación está en medio de dos formas de entender todo esto. De alguna manera, hemos intentado seguir los pasos de nuestros padres y seguir intentando encontrar una relación para toda la vida, un trabajo en el que entres y te jubiles... Pero también hemos visto que el mundo no está el igual de ordenado que antes. Y tenemos que adaptarnos. Creo que hay un punto de encuentro entre ambas.

—Alguna vez has dicho en alguna entrevista que, si ahora escribieras «Valeria», habría sido diferente...

—Sí, totalmente. Valeria tiene el pecado de ser una historia que se cimienta un poco sobre el tópico de la mujer que cambia a un hombre. Y ahora no creo que nadie deba cambiar a nadie. Ni para bien ni para mal. El motor del cambio debe ser uno mismo. Y el amor creo que nos asila. No nos cambia.

—25 novelas en 11 años. ¿No te da miedo empezar a quedarte sin ideas?

—No me da miedo, ¡me da pánico! Mi manera de enfocarlo es que, cuando yo entrego el manuscrito de la novela ya terminada, también entrego el briefing de la siguiente.

—¿Nunca has tenido un bloqueo creativo?

—Sí, pero con la idea ya encima de la mesa. He tenido ideas que no he sabido cómo abordar. Por ejemplo, Un cuento perfecto me costó muchísimo abordarla. Si no hubiese sido por un amigo al que le dedico el libro y que me dio grandísimos consejos, pues igual me habría quedado ahí o hubiera sido completamente diferente.

—De todas las relaciones sobre las que has escrito, ¿hay alguna con la que te quedarías para ti, que te gustaría experimentar en tu vida real?

—La de Elsa y Darío, de Cómo (no) escribí nuestra historia. Creo que es el amor más sano que he escrito. Y también la de David y Margot, de Un cuento perfecto.

—¿Te has planteado alguna vez experimentar con otros géneros, como la novela negra?

—La novela negra, imposible. Soy muy lectora de novela negra y no quiero que se convierta en trabajo. No sé lo que haré. Solo sé que me siento muy cómoda con este género.

—Hace pocas semanas que se empezaba el rodaje de la última temporada de «Valeria», ¿cómo ha sido ese viaje?

—El rodaje lo terminamos hace unas semanas. Valeria ha sido muy importante para todos los que han participado en el proyecto audiovisual también.