El estudioso Carlo Vecce descubre los orígenes desconocidos hasta hoy de Caterina, la esclava que dio a luz al genio renacentista, en una novela que es todo un éxito
15 jun 2024 . Actualizado a las 09:26 h.Esta no es una historia más, es la fascinante historia de la madre de Leonardo da Vinci, que ahora todos tenemos entre manos, gracias a la minuciosa investigación del italiano Carlo Vecce que ha hecho un enorme descubrimiento. Es imposible no dejarse llevar por su emoción, la que sintió cuando fue deshaciendo el nudo de papeles que destejían un enredo. Lo cuenta al final de su novela Caterina, en donde de manera ficcionada relata la milagrosa vida de la madre del genial artista del Renacimiento italiano. Pero todo lo que se revela es verdad. Vecce nos descubre los orígenes hasta hoy desconocidos del pintor, arqueólogo, escultor, filósofo, músico, botánico, arquitecto e inventor que nació el 15 de abril de 1452 en Florencia. Leonardo no sería Leonardo si no hubiera existido antes Caterina, que no conoció a su madre, pero sí a su padre, Jacob, un príncipe guerrero al que apenas vio un par de veces.
Caterina nació libre en las montañas del Cáucaso en un pueblo primigenio y salvaje, tal vez uno de los más antiguos de la Tierra, los circasianos, de los que no consta memoria ni siquiera en las escrituras. Era bella como una diosa, con un hermoso pelo largo rubio y unos ojos azules claros como el agua, era fuerte como un chico y montaba a su yegua Estrella con soltura. Pero Caterina, que fue criada por una abuela muda, fue raptada y vendida como esclava. Viajó en condiciones terribles en barco, conoció Constantinopla y de ahí llegó a Venecia, donde tuvo varios amos: un pirata; un mercader, y messe Donato, que la salvó de una violación. Juntos huyeron de Venecia y ella a su vez lo salvó a él de morir ahogado hasta que llegaron a Florencia. En la capital de la Toscana, Caterina pasó a ser esclava de monna Ginevra, que finalmente se casó con Donato.
Lo que no se escribe no existe
Es necesario explicitar todos estos acontecimientos, porque la obra de Vecce —de 574 páginas— está concebida como una mezcla de novela de aventuras, histórica e intriga que aporta la minuciosidad de temáticas en las que sobresale el realismo en la reconstrucción del Renacimiento italiano. Este es uno de los objetivos del autor, que novela la vida de Caterina con profusión de datos (lo que no se escribe no existe), igual que lo verificaría un archivero.
Claro que conocer precisamente los detalles de la terrible historia de Caterina conduce al lector a tener también otra visión de Leonardo. Porque fue ella quien eligió ese nombre por San Leonardo de Noblac, el santo que libra de las cadenas y la esclavitud. Leonardo fue fruto de un amor terrenal (e ilegítimo) con Piero da Vinci, un notario florentino que consiguió, sin embargo, la liberación de Caterina por un alto precio: no volver a verla. Ella ya había dado a luz antes, pero su primogénito le fue arrancado de sus pechos y con su segundo hijo, Leonardo, no quería pasar por lo mismo. Por eso le pide a Piero que, a cambio del amor que le ha entregado, le dé la libertad. ¡Qué mayor empoderamiento que el de Caterina en plena mitad del siglo XV!
Recién parida, con su hijo rubio y regordete, Caterina es libre, pero no tiene dónde caerse muerta, y es su suegro, el abuelo de Leonardo, el que la acoge un tiempo hasta que le encuentra un buen hombre con quien casarla: Antonio. Con él tendrá a Piera, María, Lisabetta, Francesco y Sandra.
Leonardo jamás la llamará mamá, solo Caterina, pero tiene la fortuna de criarse con ella hasta que, a los 10 años, su padre se hace cargo de él, como le corresponde por ley, y lo mete en el taller de Andrea de Verrocchio. Caterina ama a Leonardo profundamente, tanto como él a ella, de hecho, el artista la cuida hasta su muerte y la entierra con el boato de una princesa.
De su madre hereda la magia, la comunión con la naturaleza, la mirada salvaje, el magnetismo, la conexión con la parte animal y la absoluta libertad creativa. Ella le transmite toda la sabiduría de una vida llena de misterio y de sensibilidad, que le narra a través de relatos fantásticos. Leonardo ve el hechizo de Caterina y su reflejo queda patente en muchas de sus obras, como detalla Vecce. Caterina está en la Anunciación, está en La adoración de los Reyes Magos y es la obsesión de Leonardo, que jamás le hizo un retrato al natural porque ella no quiso. Pero en su cabeza se quedaron grabadas sus manos largas y huesudas, la redondez de «sus ojos húmedos y su dulcísima sonrisa», como expone Vecce en boca de Leonardo: «Una sonrisa esfumada e indefinida, que no sabías nunca si era de alegría o de ironía». ¿Es Caterina la que se esconde en los labios de Mona Lisa? Para saberlo tienen que adentrarse en las profundidades de esta obra inmensa que, además de ser un canto a la libertad y a la mujer, nos abre un mundo.
Título: «Caterina»
Autor: Carlo Vecce
EDITORIAL Alfaguara PÁGINAS 574 PRECIO 22,70