Juan Dávila, el cómico del momento, hace «hat trick» en Gijón y la convierte en el «Palacio del Pecado»

CULTURA

«El Palacio del pecado», de Juan Dávila, en Gijón
«El Palacio del pecado», de Juan Dávila, en Gijón

El espectáculo que revoluciona las redes sociales, España y muchos límites mientras el humorista invita a liberarse y «abrir la puerta a lo irracional», descubre más de un pecado de los asturianos: «Algunos pies me gustan más que otros»

20 may 2024 . Actualizado a las 15:07 h.

Juan Dávila, el showman que agota entradas en minutos en toda España, hizo «hat trick» en el Teatro de La Laboral de Gijón. Tres pases entre el 17 y 18 de mayo de los que poco se puede hablar y mostrar, o saber sin haber asistido, porque en el «Palacio del pecado» están prohibidas las cámaras. La invitación es explícita: «Bienvenidos, bienvenidas y bienvenides, pecadores, pecadoras y pecadores, a la capital y a su pecado».

El cómico hizo retumbar los asientos durante aproximadamente 100 minutos «abriendo la puerta a lo irracional», como resumen. Invitado a invitado los mira de cerca y minuciosamente, observa sus pecados, bromea con los límites y los traspasa consiguiendo cada minuto el aplauso completo del teatro. Hace partícipe a la gente que acude y con ello se pone a prueba el humor, que Dávila consiguió revolucionar en un año y medio.

 
 
 
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Una publicación compartida de Alicia Ledesma | Actriz (@alicia_ledesma_)

En la «capital del pecado» nadie está exento de ser protagonista o bufón. Un matrimonio, dos niños de 12 y 13 años, un hombre gitano y su hija mestiza, otro señor en muletas y uno en silla de ruedas, tres mujeres extranjeras y un recién operado de almorranas. Todos fueron la diana del humor y la disfrutaron.

La magia de este show es que la respuesta que recibe no es defensiva ni ofensiva, le siguen el hilo y forman parte de él. Todos se ríen, nadie mira a nadie extrañado por las barreras del humor, que aún existiendo, Dávila juega con ellas como un profesional de los límites. Consigue que todos formen parte de algo de manera activa y se sientan cómodos liberando sus pecados más preciados.

Es común entre su público enviarle un mensaje por Instagram para tantear la opción de subir al escenario a exponerse, a dar a conocer lo peculiar de su historia o la de su familiar o amigo. «Hola Juan, hoy va a verte a Gijón mi amigo Raúl —nombre ficticio— que es podólogo y trabaja en una clínica. En realidad lo hace porque tiene un fetiche con los pies», es uno de los mensajes que leyó el humorista en directo. Raúl, el podólogo, estuvo en el escenario esperando su turno para admitir su supuesto fetiche en directo: «algunos me gustan más que otros», bromea con tranquilidad.

Dávila entiende el objetivo de su trabajo como una manera de desprenderse de los problemas, más allá del beneficio económico que genere. Explica que «es mi esencia» y quiere dejar claro que «una cosa es humor y otra bullying, y a mi se me da bien hacerlo desde la inclusión». Tras 11 años practicando la improvisación, pasó de no vender más de 40 entradas un sábado por la noche a ser el primer humorista en actuar en el teatro Vistalegre, llenarlo cuatro veces y en una de ellas agotar entradas en tres minutos, recórd histórico de la sala madrileña.

El ejemplo de tantear y manejar los límites, en Gijón lo personificó una mujer del público que desde el minuto cinco del directo fue diana de las bromas y aunque al principio parecía ofendida o excesivamente avergonzada, a mitad del show se encontraba en el escenario sentada y «luego mira como acabó», resume el humorista.

En Gijón, el cómico liberó más de un pecado capital, que es la premisa del espectáculo, pero los asturianos también quisieron ofrecerle algo a él. Se llevó, además de los 100 minutos de risas y aplausos, quesos, sidra, una gaita, un par de madreñes y suspiros, entre otros. También abandona Asturias con halagos de alguna asistente que le reconoce ser más guapo en persona, con gente que no resistió darle un abrazo en el escenario y habiendo bebido sidra de una pierna ortopédica

Juan Dávila reconoce que su show no solo es humor, también tiene parte de labor social. Todos forman parte de la broma, todos la aceptan y la disfrutan, nadie se queda fuera menos los que no consiguen entradas o los estafan, asunto que es muy común en su espectáculo. Comenta que en ocasiones le escriben asociaciones de diferentes colectivos para agradecerle la visibilidad que le da a muchas enfermedades, otras personas le reconocen la ayuda que les da con sus vídeos para pasar momentos en hospitales, depresiones o la soledad.

El «Palacio del pecado» cierra sus puertas con el protagonista narrando que cada historia que subió al escenario, representan todos los pecados capitales con los que entraron y de los que ya se liberaron. La soberbia tienta, la pereza supera, la avaricia arrastra y la ira fastidia, la lujuria es la solución a «un camino entre dos reinos, el pecado y el deseo, cara y cruz de la moneda, libertad o desenfreno, tú decides».