Bienvenidos a la era Taylor Swift: la «chica normal» que se ha convertido en la estrella pop más grande del planeta
CULTURA
Cuando la atomización de la música hacía pensar en que los artistas hegemónicos eran cosa del pasado, ella ha logrado hitos que no se recordaban desde Michael Jackson o Madonna. Y todo ello desde una normalidad que ya se ha trasladado a la calle... también en Galicia
06 mar 2024 . Actualizado a las 09:07 h.En estos tiempos de números y balances fácilmente localizables con una búsqueda en Google, se podría argumentar con todo tipo de cifras y métricas que Taylor Swift es la artista más importante del momento. Ahí están sus cuatro Grammys al mejor álbum, los que nadie había logrado hasta este año. Los 270 millones de discos vendidos desde el año 2008. O los más de 1.000 millones de dólares recaudados en la gira The Eras Tour, que próximamente vendrá a España (30 de mayo, en Madrid).
Toda esa ensalada de cifras desbordantes encuentra un reverso en el que latido y canción se convierten en una sola emoción. La que desemboca en todo lo anterior. Ocurre cuando en sus directos llega el celebérrimo puente que precede al estribillo de Cruel Summer. Los miles de vídeos que circulan por redes sociales lo constatan. En uno de ellos, la usuaria escribe: «¡Me siento como si estuviera toda la vida esperando por este momento!». Y, desbordada, canta esos versos de frágiles sentimientos de cristal que se rompen en un tema fascinante. La fan se trata de una hormiguita en un collage gigante que diariamente se compone en las pantallas de los móviles y representa el mayor fenómeno pop de la actualidad.
Porque una cosa son los gustos. Y otra, la realidad objetiva. «Taylor Swift es, sin atisbo de duda, la reina del pop de la actualidad». Lo asegura SergioOpina, experto en cultura pop. No regatea en pirotecnia en sus valoraciones sobre ella: «Se trata, a todas luces, de la figura más preponderante en este terreno, ya no solo del 2023, sino de la presente década», lo que trasciende a lo musical. Tiremos de símbolos. Ahí aparece su portada en la revista Time como persona del año, la que nunca había protagonizado un artista. También, el hecho de que el Partido Republicano propague todo tipo de teorías conspirativas contra ella ante la mera posibilidad de que se pronuncie públicamente a favor de Joe Biden en las elecciones. O que la Reserva Federal de Estados Unidos redactara un detallado informe del impacto económico que genera la artista cada vez que actúa en cada ciudad americana. En los Grammys, el presentador Trevor Noah bromeaba cuando la veía entrar a la gala: «Con sus movimientos está alterando la economía de cada una de las mesas por las que pasa».
Su influencia va más allá de una estudiada campaña de márketing, superando las miradas condescendientes que parte de la crítica suele tener hacia las artistas masivas que pinchan en los corazones adolescentes. Sin necesidad de mostrarse como esa superheroína que puede con todo lo que exige la sociedad para validar el triunfo femenino. Por encima de todo eso, Taylor Swift se ha impuesto en el firmamento pop con una maravillosa colección de canciones llenas de vulnerabilidad. Las que generan, en quien las escucha, una sensación especial: entrar en el videoclip de una persona muy cercana que se abre a su confidente entre estribillos memorables. «Ha logrado mantener una intimidad con sus fans y una personalidad de vecina de al lado, contra todo pronóstico», señala Elly McCausland, profesora de Literatura Inglesa en la Universidad de Gante. Tan swiftie que la ha convertido en objeto de curso académico. No es el único caso. En Harvard ya se imparte Taylor Swift y su mundo. En Berkley, Arte y espíritu empresarial: la versión de Taylor. En la Universidad de Florida, un módulo sobre la narrativa de la cantante. Y en Miami, acerca de los derechos de autor y la propiedad intelectual basándose en su caso.
Porque Taylor ha librado batallas trascendentales en la industria musical. Víctor Amorín, responsable del canal Music Radar Clan y uno de los divulgadores musicales más conocidos de España, lo detalla: «Se ha enfrentado contra las plataformas de streaming, mánagers, discográficas y distribuidoras de entradas. Incluso, ha sabido llevar con éxito lo que a mí me parece una proeza: regrabar su catálogo al mismo tiempo que cambiaba de discográfica, manteniendo satisfecha a Universal Music en todo ese proceso. Algo sin precedentes».
Se refiere a las llamadas Taylor's Version, marca de la jugada maestra que hizo cuando comprobó que no tenía la propiedad (y, por tanto, tampoco el control) de los másteres de sus primeros álbumes, vendidos sin su consentimiento. Se envalentonó y los volvió a grabar. Sus fans se organizaron como un ejército para influir en los algoritmos y lograr que la regrabación prevaleciera a la original. Una fidelidad que llega también a la venta física. Rubén Pereiro, responsable de Comunicación y gestión cultural en Galicia de Fnac, lo confirma: «Es nuestro top de ventas. Tenemos que hacer pedidos de importación para satisfacer la alta demanda. Ha logrado enganchar a un nueva generación al formato tradicional».
UN FENÓMENO FAN EXTRAORDINARIO
Los especialistas subrayan la extraordinaria conexión con sus seguidores. «Ha construido una base de ellos abrumadoramente alta, dispuesta a hacer lo que ella les pida —comenta Amorín—. Los trata bien, los escucha y los moviliza como a su propio equipo. Es difícil distinguir su parte realmente honesta de la parte de márketing, pero el caso es que funciona como pocas veces se ha visto». Por su parte, SergioOpina considera que Taylor Swift «encarna el mayor fenómeno fan de la historia de la música desde las groupies de The Beatles». Aunque artísticamente llegar al nivel de Madonna o Michael Jackson le parece «improbable», como fenómeno social cree que «no precisa de comparaciones, porque ya ha excedido su estela». No hay más que salir a la calle en cualquier lugar del mundo para confirmar que es así. También en Galicia, como atestiguará este reportaje.
En toda la secuencia que va de la jovencita que hacía bonitas piezas de country-pop de Fearless (2008) a la excelsa diva en tecnicolor de 1989 (2014), pasando por la melancólica poeta acústica de Folklore (2020) para llegar al icono pluscuamperfecto de Midnights (2022) hay algo que perdura: una imagen blanca, que poco o nada tiene que ver con la idea de transgresión que muchas veces llevan consigo los mitos que marcan una época. Tampoco se da aquí la ruptura violenta con el pasado dulce que tanto demanda la industria para vender pop-stars. «Eso ha jugado a su favor —indica Víctor Amorín—. Hoy estamos en una realidad que ha cambiado bastante en ese aspecto. Una parte importante de la sociedad, especialmente en Estados Unidos, busca referentes impolutos, incancelables y, hasta cierto punto, descafeinados. La admiración por el drogadicto atormentado, el histriónico o el violento son cosa del pasado. Ella ha sabido que ser una niña buena para el público es bueno para el negocio». En España, curiosamente, se ha convertido en una barrera de contención. Taylor es la artista family-friendly que permite respirar sin preocupación a los padres y madres que tienen pesadillas con el perreo y el reguetón.
Eso se refleja también en la actitud de ser una más que, paradójicamente, la lleva a ser la más destacada de todas. El oxímoron total. «Su modelo en el escenario, distante de las exigencias coreográficas y multidisciplinarias de otras estrellas femeninas, se traduce en una percepción externa de sencillez», explica SergioOpina. Lo cual se traduce en su imagen pública. «Creo que no se viste como una estrella del pop. No es tan excesiva como Rihanna, Beyoncé, Miley Cyrus o, incluso, como Dua Lipa. Puede que ese sea otro de sus aciertos: ser normie y parecerlo», opina Alexandra Lores, editora de Moda y Belleza en Vogue España. «Quizás lo atractivo es que parece una chica normal. Que ahora salga con una estrella del fútbol americano amplifica esa sensación», añade. Y así, dentro de esa atmósfera de amiga riquiña que escribe canciones y le ha ido estupendamente bien, Taylor está marcando una era. La suya.