Joan Manuel Serrat, un «alma viva» de 80 años

x. f. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Serrat, con la Medalla de Honor de la SGAE, el pasado día 12.
Serrat, con la Medalla de Honor de la SGAE, el pasado día 12. Kiko Huesca | EFE

Pese a jubilarse del escenario tras una larga e influyente carrera, el músico se convierte en octogenario más activo que nunca

27 dic 2023 . Actualizado a las 19:31 h.

Hace un año que Joan Manuel Serrat se jubiló de los escenarios, pero eso no significa que su actividad se haya reducido. Al contrario. El cantante, que este miércoles cumple 80 años, mantiene una agenda repleta de compromisos, entre homenajes y reconocimientos, colaboraciones con amigos y diversas actividades benéficas. Como él mismo declaró siendo veinteañero —en Ara que tinc vint anysno le han fallado las fuerzas ni se ha convertido en un «alma muerta» al estrenar la condición de octogenario. «Me he retirado de los escenarios, no de vivir», remacha el artista.

Solamente en este mes de diciembre ha recogido la Medalla de Honor de la SGAE y un homenaje del sindicato UGT-PV en Valencia, mientras que en enero se desplazará a Ceuta para recibir el premio Convivencia, que se suma a distinciones recientes como el Premio Cultura de la Generalitat, una distinción del Colegio de Arquitectos de Barcelona y un nombramiento honoris causa por la Universidad de su ciudad natal. Ha colaborado con amigos como el cantautor Joan Isaac y con la oenegé Open Arms. Por volver a su canción: sigue teniendo voz y, aunque ya no la utilice para cantar, no ha renunciado a ella.

Es un Serrat crepuscular que intuye en el horizonte un final para su recorrido, pero eso no implica que no siga adelante: «No me gusta mucho el camino para donde voy, pero como sé que no lo puedo cambiar, corre y saca de ello todo lo bueno que puedas», ha declarado. Ayuda también, sin duda, echar la vista atrás y ver la magnitud de lo alcanzado a lo largo del camino. Serrat deja una larga trayectoria jalonada por encrucijadas en las que ha sabido girar, sorteando obstáculos para consolidarse como uno de los artistas más queridos por el público y admirado por coetáneos y sucesores musicales. De la Nova Cançó a la polémica de Eurovisión de 1968, de Mediterráneo a los discos de poetas como Machado y Hernández, de las giras por Latinoamérica a las conjuntas con Sabina, Víctor Manuel y Ana Belén, Miguel Ríos... En cada momento ha evitado encasillarse y acceder a nuevos públicos, lo que ha supuesto trascender el mero papel generacional para alcanzar la transversalidad que evidencian los reconocimientos. 

Igual que respirar

«No recuerdas la primera vez que escuchaste a Serrat, porque siempre ha estado ahí. Es como respirar». El novelista Miqui Otero, hijo de gallegos nacido en Barcelona, ilustra con naturalidad lo asumida que está la presencia del músico en la vida popular. Otero, atento siempre a las coordenadas musicales, destaca de Serrat una vertiente lírica que desde muy joven lo convirtió en un letrista complejo. En la misma línea, también subraya la amplitud de sus referentes: a pesar de las influencias de la chançon, «Serrat siempre ha tenido una ambición y un corazón pop». El escritor lo ejemplifica con una canción de 1970, Muchacha típica, «que tiene una letra al estilo de Ray Davies y unos arreglos que podrían haber firmado The Kinks», identificados con las mejores sonoridades sixties británicas.

Miqui Otero subraya otras conexiones igualmente fértiles. La que sitúa a Serrat en las mismas coordenadas que «las mejores novelas sobre Barcelona en la segunda mitad del siglo XX, como Marsé o Montalbán». Ahí está un tema como Conillet de vellut (Conejito de terciopelo), inspirado en la modelo de la portada de Últimas tardes con Teresa, de Marsé. Para Otero, Serrat nunca ha perdido la conexión con lo popular pese a que sus discos muchos lo considerarían alta cultura. «Serrat encaja muy bien en la triple fórmula de Gato Pérez: calle, biblioteca y atalaya», resume el escritor. «Calle, porque toma como referencia las vidas anónimas. Biblioteca, porque en ella encuentras las herramientas para analizar eso sobre lo que escribes. Y atalaya, la distancia que te permite enfocarlo», amplía. 

Una «coraza de divismo»

Esa normalidad, ese no perder nunca de vista la calle, ha sido una constante en la carrera de Serrat y así lo explicó en una entrevista en La Voz de Galicia en julio de 1972: «Soy una persona normal, que prefiere tener contacto con la gente a encerrarse en una coraza de divismo», le confió a Fernando Franco en el restaurante donde cenaba tras actuar en la sala de fiestas El Seijal —una actuación que al crítico del periódico, Nonito Pereira, le pareció que no hacía justicia a la «capacidad creadora e interpretativa» del cantante ni a la calidad de su grupo, empañada por comentarios, silbidos y frases «ingeniosas de los simpáticos de turno» entre el público—. Un Serrat a punto de cumplir los 30 pero al que habían dado por acabado en más de una ocasión: «Ya ves que sigo en pie». El artista se refirió al «abatimiento» que le produjo la polémica eurovisiva, de la que, sin embargo, extrajo una lección positiva: «Me sirvió para distinguir entre los amigos de verdad y los de circunstancias». De ellos ha hablado en sus canciones, desde Decir amigo a Per Sant Joan, un canto a la amistad en la niñez: «Yo he sido como vosotros».