«Muyeres»: apresar la memoria que se escurre entre las manos

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO

CULTURA

Marta Lallana retrata en una película a caballo entre el documental y la ficción a las últimas guardianas de la tradición oral de Asturias, que le descubrieron Rodrigo Cuevas y Raül Refree

29 dic 2023 . Actualizado a las 20:08 h.

Constantina se apoya en la mesa camilla y mira por la ventana hacia un paisaje que fue sonoro, pero que ahora calla. En silencio, escudriña los montes de Cangas de Narcea mientras guarda su bien más preciado, a punto de desvanecerse con ella: un romance que se ha transmitido durante los últimos 500 años. Pero que ya no se canta.

Al otro lado del cristal de la ventana muda, Marta Lallana, en su habitación en un piso de Barcelona, se da de bruces por primera vez con un patrimonio vasto e inmaterial que Rodrigo Cuevas le ha enseñado al productor de su disco, Raül Refree. Mujeres (y también algunos hombres) que se han convertido en las últimas guardianas de la tradición oral asturiana, en vías de extinción pese a que los archivos y las bibliotecas han recogido sus coplas, porque quizá no sea música lo que no se toca. A lo mejor no es tradición oral lo que no se canta. 

Así se compone Muyeres, en los silencios que van dejando las últimas guardianas. Una melodía en blanco y negro que intenta apresar las últimas notas de la memoria colectiva. Trocitos de identidad que Marta Lallana veía cómo se le escurría entre los dedos cuando intentaba apresarla. 

La cineasta llevaba en la mano y en la cabeza una lista de mujeres a las que conocer, pero al llegar a Asturias se encontró con un panorama desolador. habían fallecido, enfermado o estaban en una residencia. «De ahí, de buscar algo que estaba tan cercano a desaparecer que era casi imposible encontrarlo. desde ese sentimiento y esa experiencia empiezo a escribir el guión».

En Muyeres no hay bustos parlantes ni registros rigurosos, sino el devenir de los días y la memoria. Un viaje entre el documental y la ficción en el que las protagonistas son reales. Son, efectivamente, las últimas guardianas. «Quería hacer una película, una historia. Ya había reportajes sobre este tema, pero no se había tratado de un modo cinematográfico», explica la directora.

El personaje de Raül Refree encuentra en casa de su abuelo una maleta con grabaciones de las coplas y los cantares. Las cintas funcionan como otra ventana. Una que se abre a un paisaje sonoro a punto de desvanecerse y al que se asoman Constantina e Irene para recordar de dónde vienen y lo que guardan. Raül Refree funciona en este caso como un espejo tanto de Lallana como de los espectadores: alguien que, de pronto, ve abierto de par en par una cosmogonía que hasta ese momento ignoraba.

A Irene le cuesta ya reconocer los rostros que sonríen en las fotografías que salen de una caja de lata, pero lo que no ha olvidado es por donde hay que clavar la aguja para coser los mejores panderos de la comarca. Abrigada y ya con poca movilidad, ve pasar los días mientras le cuenta a su hermana cuando se segaba. Cuando se cantaba. 

Muyeres habla también de vínculos. Del cuidado entre mujeres y de cómo la familia no tiene por qué ser la biológica. Cuando Nadia entra en la habitación, Constantina calla. No quiere revelarle sus tesoros a quien considera una extraña. En esa amistad se retrata la relación entre personas de la tercera edad con quienes las cuidan, que non tienen nada que ver con su familia, y de cómo se construyen amistades tan profundas que finalmente, Constantina acaba transmitiéndole a Nadia su posesión más valiosa, «que son los recuerdos y la vida pasada, donde ella se siente feliz, y que su hijo no valora tanto».

 Constantina habla del presente, mientras que Irene representa el poder del recuerdo. Las cintas de Raül Refree son un catalizador de recuerdos lúcidos que la activan, que la conectan con una amiga de la juventud con la que cantaba. Y que la llevan a transmitirle su conocimiento a su hermana Elena, veinte años más joven. Es también esta una historia de cuidados entre mujeres y de tranmisión generacional. «Irene es de las únicas mujeres vivas que siguen la tradición artesanal, ella y ahora su familia».

Y de nuevo, las cintas como catalizador. Como espejo del proceso de descubrimiento del patrimonio innmaterial asturiano, pero también como un juego. Raül Refree también se interpreta a sí mismo: a un productor musical que trabaja fundamentalmente con música tradicional. «Esa doble línea me apetecía mucho jugarla: si lo conoces te mete más en lo real, y si no pues es una persona que va allí y se obsesiona con la conexión». 

Muyeres habla de Asturias. O quizá no tanto. «Pese a retratar algo tan local, se vincula con un sentimiento universal, que es el la pérdida de la relación que tenían nuestros abuelos con el mundo». Incluso en Shanghai, donde la película fue premiada, le explicaron a Marta Lallana que se habían sentido muy identificados con ella.

Eso, que al principio puede sorprender, cobra sentido al darse cuenta de que« la parte emocional es universal y es lo que hace que conectemos a través de los kilómetros y culturas» y que invita a reflexionar« sobre los tesoros que tenemos en los saberes de nuestras abuelas y abuelos». Ventanas al mundo que, como la de Constantina, se cerrarán un día para siempre.