Christian Franco Torre, director de la Filmoteca de Cantabria: «El visionado del cine en sala es un bien patrimonial en peligro de extinción»
CULTURA
Licenciado en Historia del Arte y especializado en cine, asegura que «a los gobiernos asturianos de los últimos 12 años el patrimonio cinematográfico no les importó absolutamente nada»
18 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Christian Franco Torre (Langreo, 1979) fue periodista en La Nueva España desde 2007 hasta el verano de este año. Desde el 9 de julio es el director de la Filmoteca de Cantabria. Licenciado en Historia del Arte y especializado en cine, es también un apasionado de Sherlock Holmes y de los pastiches que siguen dando vida con nuevas aventuras al famoso personaje de Arthur Conan Doyle. El ha escrito dos, La liga de los teclistas barbudos y su continuación, El presunto emperador de Manchuria. Por el primero de ellos acaba de recibir el premio «Fontenebrosa» otorgado por la Convención de Fantasía Asturiana «AsturCon».
—¿Cómo se recibe un premio como éste?
—Fue una alegría muy grande. Cuando nos lo dijeron la noche antes, en una cena, quedé seco. Fue una sorpresa tremenda. No me lo esperaba. Había 20 obras compitiendo. Estos géneros están floreciendo en Asturias, y hay mucho nivel.
—¿De dónde le viene la afición por Sherlock Holmes?
—Empecé a leer a Sherlock Holmes de chaval, pero me metí mucho por ello gracias a mi amigo Iván Fernández, que es un holmesiano radical. Una vez que llegas a los pastiches es otro mundo. Empiezas a ver como otros autores lo abordan, y es una literatura muy atractiva, con obra muy buena. En estos ciento y pico de años se han hecho pastiches auténticamente asombrosos, como los de Rodolfo Martínez, Cay Van Ash, Alberto López Aroca, Nicholas Meyer o Michael Chabon.
—¿Y cómo da el paso a hacer su propio pastiche?
—Fue en un concierto de Kike González y Alfredo González. Alfredo actuaba el primero. Entonces, se baja del escenario después de tocar el piano y cantar y sube Kike con su banda, y veo que con él hay un teclista barbudo y con el pelo igual que Alfredo, y pensé que era él. Pero no lo era. Al final del concierto, Kike invitó a Alfredo a saludar y se pusieron todos en fila. Alberto a un lado y el teclista, al otro. Se parecían un montón. Entonces, me hizo clic la cabeza y dije allí mismo que haría un pastiche holmesiano sobre esto. La primera versión, de unas ochenta páginas, la escribí en un fin de semana. Hace ya siete u ocho años.
—¿Y de ahí a la publicación?
—Pasó algo muy curioso. Alberto López Aroca leyó el pastiche y lo incluyó en su tomo «Sherlock Holmes en España» como pendiente de publicación. El caso es que durmió durante siete años en un cajón. Creo que hubiera quedado ahí si no fuera porque Orpheus sacó la serie «miniclandestinos». Yo los conocía y les dije que tenía algo que igual encajaba ahí. Entonces, les mando el primero, les gusta, escribo un un prólogo y empiezo a trabajar fuertemente en la segunda parte. Sacamos el primer tomo y, rápidamente, el segundo. La recepción fue inesperadamente buena, y eso te anima a seguir escribiendo. El formato es muy agradecido y para mí tiene mucho encanto porque yo viví la etapa de las novelas de a duro. Mi padre leía a Marcial Lafuente Estefanía cuando yo era crío. Escribí otras cosas pero una vez que ganas el premio no te queda otra que seguir con los pastiches. No esperaba la respuesta que tuve.
—¿Qué tiene Holmes que despierta tanta atracción?
—Cuando Holmes es el personaje más versionado, reinterpretado y adaptado a otros medios de la historia de la literatura, es por algo. Hay que pensar que, aún en vida de Conan Doyle, ya se habían hecho versiones en torno al personaje. En su vertiente canónica es una figura con mucha fuerza, pero además tiene una serie de aristas que facilitan relecturas interesantes: desde su inclinación a la cocaína a su conflictiva relación con las mujeres pasando por «el gran hiato», esos años entre la caída de Reichenbach y su reaparición en La casa deshabitada en los que Holmes disfruta de una vida alternativa oculto bajo la identidad del escalador noruego Sigerson.
—¿Y qué aporta su visión del personaje?
—En mi caso lo que quería era mostrarlo falible, verle cometer un error (y además un error fatal que le cuesta la vida a un hombre). A partir de ese error, que centra La liga de los teclistas barbudos, pude armar una segunda historia de redención, jugando además a rehacer las coordenadas del personaje con la introducción de una nueva némesis y resituando a Moriarty en ese universo: eso es El presunto emperador de Manchuria, en el que quise también cambiar a Holmes de registro metiéndole en una novela de aventuras y viendo cómo se desenvuelve en ese género.
—Aunque ha escrito varias obras, su pasión es el cine. ¿De dónde le viene?
—Del ambiente de casa. Mi padre veía muchísimo cine. Y vas de manera natural de una cosa a otra. Empiezas viendo James bond o Star wars y vas profundizando en otras cosas, desde Star Wars a Kurosawa, desde James Bond a Hichcock o Fritz Lang. Cuando acabé el instituto quería estudiar cine e hice incluso algún corto. Pero no teníamos dinero para irme a estudiar a la escuela de cine. Y como me gusta mucho la historia, me planteé estudiarlo. Entonces, empecé a estudiar Historia del Arte, que era la asignatura que más me gustaba en el instituto, y cuando llega quinto de carrera, empiezo a dar Historia del Cine con Vidal de la Madrid y todo encaja. Hice la tesis sobre Edgar Neville con Vidal y fue lo correcto, visto lo visto. Si no hubiera hecho la tesis no habría escrito novelas porque era un trabajo de investigación largo, con muchas paginas y eso te da unas herramientas para construir un relato. De alguna manera va encajando todo muy bien, de manera muy orgánica. Estaba todo interrelacionado. Las cosas no surgen por azar.
—En su infancia y adolescencia el panorama del cine era otro: salas pequeñas y muchos más cines. Ahora, la mayoría del cine está en casa. ¿Estamos mejor o peor?
—El de las salas de cine era un momento mejor. Me gusta el cine en sala. Estamos en un momento —que aceleró muchísimo la pandemia— muy difícil en el que el modelo de consumir cine de manera colectiva, todos juntos en una misma sala disfrutando del espectáculo, de una misma cosa, está en peligro de extinción, y es muy triste que lo esté. Estamos volviendo al modelo del kinetoscopio de Edison, una espece de cajas con una ranura en las que metías la cabeza, metías un níquel y veías una película corta. Estamos en un proceso de involución desde la forma colectiva a la forma individual. Yo creo que el visionado del cine en sala es un bien patrimonial que está en peligro de extinción y que tenemos que preservar.
—¿Por qué patrimonial? ¿En qué sentido?
—Es difícil hablar de esto. Hay gente que no entiende que yo hable de bien patrimonial el acudir a una sala de cine. Dirá que es la propia sala, o la película. No. El bien patrimonial es la experiencia, un bien inmaterial que estamos perdiendo. De todas maneras, hay motivos para la esperanza.
—Y su trabajo en la Filmoteca de Cantabria es un ejemplo, ¿no? Es lo que está tratando de fomentar.
—Sí, esa es una parte importante de lo que hacemos. Y aparte, yo me encuentro en Santander con dos salas comerciales en el centro de la ciudad y otras tres en el extrarradio que ya son de cadenas, en centros comerciales. Me tiene alucinado, porque vienes de Asturias donde no queda nada de eso. En Santander veo que hay mercado, que la gente va al cine. Nosotros tenemos gente en la Filmoteca pero por otra parte hay salas comerciales que viven de ello.
—¿A qué podemos atribuir que en Santander lo haya y en Asturias no? ¿Es cuestión de que haya empresarios que se arriesguen o que hay un caldo de cultivo, un público potencial?
—Está claro que si hay hay un empresario que apuesta por ello, tiene una idea y se arriesga, está muy bien, es estupendo y necesario. Yo creo que en Oviedo hay un caldo de cultivo. Ahora va a abrir un cine, y yo veo lo que pasa con los ciclos Radar y Saco, donde se ve que hay gente. Hay opciones pero la Administración también tiene que apoyar. Si tardan mucho en darte una licencia, como pasó en Oviedo con los cines de Foncalada, eso evidentemente complica mucho las cosas y hace que estos proyectos se puedan caer. En ese aspecto habría que mejorar, tener otra visión.
—¿Puede ser que el negocio de las salas de cine tiene una rentabilidad limitada y para sacarlo adelante hay te tener, además de visión comercial, pasión por el cine?
—Sí es limitado pero no tanto. En Santander hay dos salas que viven de ello. Una ciudad como Gijón, ¿no tendría masa crítica para sostener un cine en el centro? Yo creo que sí. El cine de verano funciona muy bien. También necesitas un empresario con vista y con los arrestos suficientes para ir a por ello, porque los cines tienen que competir contra las cadenas. En Santander, uno tiene cine independiente y otro más de reestreno.
—Hay que darle una vuelta a la programación.
—Sí. No vale poner la última peli de Marvel. Eso no funciona. Tienes que darle una vuelta y saber la composición de la sociedad a la que estar sirviendo. No te va a funcionar el mismo tipo de cine en Oviedo que en Gijón. Creo que hay algunas cosas que pueden funcionar bien en todos los lugares, dentro de una propuesta de programación completa y compleja hay cosas que siempre vas a poder integrar. Pero hay matices dentro de cada ciudad que hay que tener en cuenta. Por ejemplo, Lukas Moodyson o Hong Sang-soo trinaron en Gijón, pero no sabes si van a funcionar en Oviedo. Es complicado porque son variables que tienes que manejar. La gente no tiene las mismas coordenadas culturales y la misma experiencia. Es algo que hay que tener en cuenta. Tienes que ajustar un poco tu propuesta al público que vas a tener, que no es necesariamente hacer una concesión total al público.
—¿Hay que educar al público?
—No me gusta esa palabra. Prefiero retar, proponer, sacar al público de su zona de confort de tanto en tanto. No puede mantenerse en sota caballo y rey, una cosa cómoda para el espectador. Poner solo a Tom Cruise porque se que me va a llevar gente. Además, tienes que hacer un cultivo para mañana, ir preparando a la gente, abrir un poco el foco y plantear otras propuestas.
—Ese es un trabajo, también, de la Filmoteca. ¿Qué pasa en Asturias que no funciona?
—En Asturias se la cargaron por cuestiones políticas puras y duras. Llegó Foro Asturias, y tuvo tiempo para cargársela. Dejaron sin funciones la Filmoteca y las pasaron a la Agencia del Libro que, obviamente, no ha hecho nada de protección patrimonial en estos doce años. Es verdad que la Filmoteca no funcionaba bien y que necesitaba una vuelta de tuerca pero cepillársela no era la vuelta de tuerca. Tuvieron al director, Juan Bonifacio Lorenzo, contratado varios años sin funciones hasta que llegó el PSOE y lo echó, y después tuvieron que pagar un despido improcedente. Fue un desastre toda la gestión. Encima, al haber ese vacío en la gestión del patrimonio, nos encontramos que hay otras entidades, alguna dirigida por gente de aquel equipo de Foro Asturias, recopilando material cinematográfico por su cuenta porque hay un vacío, no hay un organismo que lo gestione. Es todo muy oscuro y muy sucio, y demuestra una incomprensión total en materia patrimonial, porque el patrimonio cinematográfico se olvidó en Asturias, y hubo una dejadez de la Administración. A los gobiernos asturianos de los últimos 12 años el patrimonio cinematográfico no les importó absolutamente nada. Creo que la política cultural de estos últimos años fue lamentable. Entiendo que el Gobierno tuviera interés en dejar su impronta y resolver algunas cuestiones que llevan pendientes muchos años como la oficialidad, pero no puedes olvidarte de todo lo demás. Asuntos como el Greco de los Selgas —que la Fundación estuvo a punto de vender y fue parado finalmente por la Junta de Exportación de Obras de Arte porque desde Asturias no se hizo nada— tenían que haberse saldado con dimisiones. Lo tengo clarísimo. Yo no tengo mucha esperanza con la Filmoteca. Me parece que no hay un interés real y un despiste total.
—Ese interés sí lo ve en Cantabria.
—Sí. Veo una continuidad y una apuesta firme por el patrimonio y por ayudar al sector. Simplemente en ayudas están dando el doble que Asturias. Yo veo cómo funciona la Film Commision de Cantabria y es modélica. Yo allí veo que se ha generado un ecosistema muy interesante, y la Filmoteca es un actor principal en su funcionamiento. Y la Film Comission es un socio imprescindible para esas actuaciones. En Asturias partes del hecho de que te faltan patas, cuando no tendría por qué, porque también tienes un patrimonio y cineastas interesantes. Yo suelo decir que, si en Cantabria la filmoteca es Mario Camus, aquí tendría que ser la Filmoteca Gil Parrondo, tenemos una figura de primer orden en torno a la cual podrías construir un discurso institucional. Creo que el trato que se le dispensa en los últimos años está siendo correcto gracias a la Universidad y a alguna cosa que hizo la Consejería, hay que decir que la misma que finiquitó a Bonifacio y que empezó el lío del Greco, en su día hizo una exposición sobre Gil Parrondo. Dicho esto, creo que se podría hacer más y que sería una figura central desde la que se podría construir un discurso sólido, no a partir de chorradas ni de indefiniciones. Se podría construir y edificar algo importante y útil a la sociedad, pero creo que no hay interés ni voluntad. Nunca la hubo.
—¿En qué está metido con la Filmoteca de Cantabria?
—Estamos en ese momento raro de cerrar el año y preparar el año que viene, tratando de avanzar todo lo que pueda en tareas de programación porque roba mucho tiempo. Y trataremos de profundizar en el archivo de la institución. Tenemos el archivo personal de Mario Camus y una donación y un fondo súper 8 muy potente, de unas 500 películas. Lo que va a ser el objetivo principal para los próximos años es poder conformar un archivo, catalogarlo y ponerlo en manos de los investigadores. Respecto a la programación, vamos poco a poco haciendo nuestra actividad. Tenemos una sala de 167 butacas en el antiguo cine Bonifaz, muy céntrica. Vamos poco a poco haciendo nuestra actividad y encajando todo lo que tenemos. Siempre te juzgan por la programación, y hay que cribar muy bien, pero hay otra labor que se ve menos pero resulta crucial, la de recuperar películas de hace muchos años con un enorme valor etnográfico e histórico. Debes buscar un equilibrio entre visibilidad y actividad diaria.