O se lo hemos provocado o lo han desarrollado por necesidad. En la mirada directa de Toni Collette en The Power se transparenta la misma desigualdad que se ha ido enredando durante años y décadas y siglos y milenios en la clavícula de todas las chicas que ahora, sin saber muy bien cómo, de pronto son capaces de tomar las riendas.
Y de repente, una huérfana puede librarse del abuso de su padre de acogida y liderar a otras como ella. Una madre adolescente es capaz de pensar un futuro mejor para su hija, de la que la han separado diciendo que era peligrosa. La paliza que se ha llevado Amal despierta una fuerza oculta en miles de mujeres, que derrotan un ejército entero sin tener que recurrir a la violencia. Un calambre colectivo que cambia para siempre las cosas.
Son eléctricas, pero no hay seres de luz en esta historia electrizante que va más allá de la misoginia, porque es el relato de lo que el poder hace en las personas. Hay quien usa ese poder para vengarse irracionalmente y pronto se le vuelve en contra. Quien ha decidido, a pesar del viento a favor, ir de cortocircuito en cortocircuito, y volcar la rabia en quien no tiene la culpa. Quienes se aferran al poder a cualquier precio, aunque ese sea perder el afecto, el respeto y a veces la vida de quienes te rodean. Quien cree hacer lo correcto, pero en el fondo sabe que la única motivación es robarle el poder a quien se lo ha quitado poco a poco y se permite además ningunearla. Quien ha vivido tanto que predica en el desierto (o cerca de las playas) lo que ha sufrido tantas veces en sus propias carnes: que no hay acto que pueda quedar impune, porque siempre se imponen las consecuencias.