Ian Gibson: «A Abascal le díría que se haga un test de saliva, porque su aspecto es moruno»
CULTURA
![Ian Gibson, durante la presentación del libro en Madrid.](https://img.lavdg.com/sc/vVay7FgQkMrjxTVdDJgOLDD8zdw=/480x/2023/03/14/00121678810623654471932/Foto/eup_20230314_113553968.jpg)
El hispanista irlandés revela en sus memorias que sufrió un intento de agresión sexual en la infancia, la «grave tensión» con la familia de Lorca y su encuentro con un Dalí «tembloroso»
14 mar 2023 . Actualizado a las 19:13 h.El hispanista y biógrafo Ian Gibson (Dublín, 1939), que publica sus memorias Un carmen en Granada (Tusquets), criticó al líder de Vox, Santiago Abascal, por hablar de una España «que se puede convertir en estercolero multicultural» y le recomienda «hacerse un test de saliva, porque su aspecto es moruno».
«No le conozco en persona y me encantaría dialogar con él. ¿Cómo se puede decir eso del estercolero multicultural? Yo le sugeriría hacerse el test, porque su aspecto es muy moruno, lo cual me parece genial: si es que el español tiene todo esto de la multiculturalidad dentro», señaló en un encuentro con medios.
De hecho, Gibson -quien no se considera hispanista porque ya cuenta con la doble nacionalidad- opina que «aún queda mucho por hacer» en relación a los estudios sobre España. «Es el país de Occidente más complejo porque hay muchos problemas de identidad», añadió el autor hispano-irlandés.
«Creo que hay una negación al respecto de herencias como la judía o la musulmana. Es una locura no aceptar que en España hay mestizaje. ¿Dónde está el problema, si somos todos hijos del mismo Dios?», cuestionó con humor.
En Un carmen en Granada Gibson hace un repaso desde los años de aprendizaje y formación en su Dublín natal a su llegada a España y la influencia que tuvo en su día su conexión con la obra de García Lorca. Uno de los episodios más oscuros de este libro es un intento de agresión sexual que vivió el propio autor cuando apenas tenía 10 años.
«Fue un día que iba mirando los carteles del cine para elegir película y apareció un señor con la clásica gabardina de Dublín, preguntándome si quería ir al cine con él. No tuve la valentía de decir que no, y a los dos minutos de la película empezó a subir la mano y yo empujé varias veces hacia abajo. Finalmente me fui y me dio una moneda, que tiré nada más salir del sitio de la vergüenza que tenía», relató.
En otro pasaje de las memorias, Gibson cuenta la «grave tensión» surgida con la familia de Lorca a raíz del libro en el que hablaba de la homosexualidad del autor de Bodas de sangre y una posterior entrevista con Dalí. «Nunca se superó eso y los restos de Lorca también han sido causa de fricción», añadió.
Amenaza de demanda
El biógrafo recordó la entrevista con Dalí que provocó la llamada de Isabel García Lorca asegurando que iba a demandarle. «Le dije: ''no lo hagas, estamos en otra época y si Dalí viene a declarar a los tribunales va a suponer una publicidad gigantesca para todo esto''», recordaba.
«Me habían ofrecido hablar con Dalí un día, en que tuve que viajar de Madrid a Figueras sin pensármelo. Cuando llegué, me encontré a un Dalí sentado en un trono, con una barretina todo de blanco y entubado y tembloroso. Fue una entrevista tremenda, porque apenas se le entendía y mezclaba francés y catalán», apuntó.
Gibson insistió en que el pintor quería «aclarar su versión» respecto a su relación con García Lorca, una vez se publicó la primera parte del libro del hispanista. «Me dijo cosas fuertes, que Lorca estaba enamorado de él y que quería acostarse con él: tenía que sacar esa entrevista», concluyó.
En la cabeza del hispanista Ian Gibson aún suena esta frase: «Qué cabrones los ingleses que vienen a criticar España, que se vayan a su país», retumba pero no duele porque, según puso de manifiesto a lo largo de su trayectoria profesional, y en su reciente biografía, ha sido un «guiri útil».
Así lo dejó caer durante la presentación este martes de Un carmen en Granada. Memorias de un hispanista dublinés (Tusquets), un libro con el que se alzó con el 35.º premio Comillas, y en el que traslada al lector a su infancia y su juventud en el marco de una familia de clase media con una «madre amargada y un padre acomplejado» por su baja estatura.
Pero se trata también de unas memorias donde este «guiri» que «huyó» de sus tierras británicas se reivindica no como hispanista, sino como biógrafo de García Lorca, Machado o Cela: «No soy Paul Preston, soy Gibson, y he hecho libros sobre Lorca. Sé que no caigo bien a todo el mundo, pero es útil que venga alguien de fuera a hablar sobre España y, además, tengo la nacionalidad española desde 1984».
Gibson arranca su biografía en 1985, cuando junto a su familia vivió un año en un «carmen» de Granada, esa vivienda típica de la ciudad andaluza cuyo nombre, y así comienza, procede de la palabra árabe «karm», que significa «viñedo» o «jardín interior». Un inicio con el que reivindica la «identidad» española, algo que «acompleja».
«El hispanismo aún es importante porque en España queda mucho por hacer, es el país más complejo y por eso sigue siendo el más interesante de Europa porque, por ejemplo, los franceses sí tienen definida su identidad», reiteró.
Con la seguridad de que tras publicar estas memorias ahora va a estar «más en paz que antes», Gibson confesó que desde niño tenía la intención de ser «el primero», de ser «admirado», y García Lorca le ha «ayudado».
Pero, como muestra en estas páginas, si Gibson es el mejor biógrafo del poeta granadino es porque fue el primero en abordar su biografía ahondando en su vida personal y sin obviar su condición sexual, lo que le llevó a un enfrentamiento frontal con los hermanos del autor de Poeta en Nueva York o Rosita la soltera, dos de las obras que rememoró el hispanista durante su intervención.
«Cela -matizó- no era santo de mi devoción como ser humano, pero tiene momentos estelares como novelista [...] En Granada hay gente que no aguanta a Lorca, como en Irlanda hay gente que no soporta a Joyce».
«Declaración de amor a España»
Aunque esta biografía es también una «declaración de amor a España», porque aquí se despojó de esos pesos culturales de la Irlanda más puritanista, así como de esa «vergüenza» acarreada por el concepto de sexo que vivió en su infancia y el abuso del alcohol en su madurez: «He sido valiente a la hora de escribir mi cobardía».
Amante como pocos de España, Gibson reconoce que esta biografía podría tener una segunda parte, pero no la hará porque «sería muy peliaguda».