Acusado de racista y antisemita, el rechazo al rapero por parte de empresas e instituciones es cada vez mayor
27 oct 2022 . Actualizado a las 18:49 h.Quien busque uno de los hitos fundamentales del pop de lo que va de siglo debe hacer una parada en My Beautiful Dark Twisted Fantasy (2010). Se trata del álbum con el que Kanye West asombró al mundo y se convirtió en el equivalente —en talento, genialidad y visión de futuro— a lo que otrora representaron Marvin Gaye o Prince. Quien desee encontrar a uno de los personajes más controvertidos de estos primeros 22 años de centuria también tendrá que recurrir al mismo nombre. Es él. El acosador de Taylor Swift. El que difunde un vídeo orinando sobre su Premio Grammy. El que se presenta a las elecciones para ser presidente de EE.UU. Y el que, en su última pirueta de la provocación imposible, se dedica a difundir mensajes racistas y antisemitas en los espacios en los que tenga voz.
Es probable que cuando se publiquen estas líneas una nueva empresa se haya desmarcado de West. Marcando distancias, aunque conlleve pérdidas. Son las que prevé Adidas. En un comunicado calcula que «es probable que esto tenga un impacto negativo a corto plazo de hasta 250 millones de euros en el beneficio neto de la compañía en 2022». Se debe a la cancelación de la marca Yeezy, que habían construido en colaboración con el artista. Ayer eran las multinacionales GAP (con 3.000 tiendas en todo el mundo ) y Foot Locker (con 3.900), dedicadas al textil y al calzado deportivo, respectivamente, quienes seguían a Adidas. Daban la espalda a West negándose a vender sus productos en sus establecimientos.
Antes ya habían reprobado a al rapero dos bufetes de abogados, su agencia artística de representación CAA, la entidad bancaria JP Morgan, prácticamente todo el mundo de la moda, la marca Balenciaga y el estudio MRC. Este último había terminado un documental sobre él que no se va a emitir. A ello se suman el rechazo de compañeros de profesión, el veto a su presencia en los Grammy de este año, listas de change.org para impedir su actuación en festivales y todo el dominó habitual en estos tiempos regidos por la cultura de la cancelación y su sobreexposición digital.
Parte de esta catarata no entraba en las previsiones de West. Diagnosticado de trastorno bipolar, lleva paseando por la cuerda floja de la polémica desde hace años. En una intervención reciente en el pódcast del periodista Drink Champs se mostraba seguro. El contrato con Adidas estaban muy bien atado y sus opiniones personales iban al margen. «Puedo decir mierda antisemita y Adidas no puede deshacerse de mí», señalaba. Habrá que ver las vueltas judiciales que puede dar el caso, pero por ahora la postura de la marca alemana al respecto se muestra firme. Llevaban juntos desde el 2013 y los productos Yeezy representaban entre el 4 y el 8 % de la facturación. El efecto inmediato ha sido la salida del nombre del rapero de la lista Forbes.
«Voy a hacer muerte»
La escalada polémica del músico alcanzó su último pico cuando hace dos semanas publicó una serie de tuits. Uno decía: «Tengo un poco de sueño esta noche, pero cuando me despierte voy a hacer muerte con 3 con los judíos». En el tuit usa la expresión «death con 3» que juega en su fonética con Defcon, el término que se usa en Estados Unidos para medir el nivel de disponibilidad militar del país. El tres, al que hacía referencia West, es el que se alcanzó por ejemplo en el 11S.
Junto a ese tuit escribió otro que decía: «Lo gracioso es que en realidad no puedo ser antisemita porque los negros también son judíos». También: «Ustedes han jugado conmigo y han tratado de eliminar a cualquiera que se oponga a su agenda». Publicados poco después de que apareciera en la Semana de la Moda de París con una camiseta que decía «White Lives Matter» (mensaje que ridiculiza el del movimiento antirracista Black Lives Matter), provocaron la cancelación de sus cuentas de Twitter e Instagram y toda la indignación posterior. Una foto que se hizo viral de un grupo de supremacistas blancos en Los Ángeles con un cartel en el que se lee «Kanye tiene razón con los judíos» fue la gota que colmó el vaso.
Hasta su exmujer Kim Kardashian —con quien West mantiene una polémica pública que incluye insultos a su pareja, Pete Davison— ha salido esta semana a desmarcarse totalmente. «El discurso de odio jamás es correcto ni es excusable», señaló. Entre sus múltiples frentes, el músico se enfrenta a una demanda de 250 millones de dólares por difamación. Se la ha presentado la familia de George Floyd, muerto en el 2020 por la brutalidad de un agente y cuyo fallecimiento provocó el movimiento Black Lives Matter. West dijo que murió porque consumía fentanilo y no por la asfixia que le produjo el policía.
Ahí, en el abismo, con la opinión pública señalándolo y las empresas renegando de él, está West. Un artista megalómano y genial que ha pasado la raya ética y moral tantas veces que parece que el mundo se haya hartado de él.