La casa del dragón despide su primera temporada como el título más visto de HBO en España, sin nada que envidiar a la temporada final de su matriz Juego de tronos. Crecer a la sombra de una serie original tan formidable como aquella ha sido, en sí mismo, una ventaja y un inconveniente que han marcado las diez últimas semanas en el mundo del streaming de masas. En las comparaciones con la primera adaptación de la ficción novelada por George R.R. Martin, la historia de los Targaryen se queda rezagada en ritmo e interés, lastrada por una trama perezosa que se demora en sus escenas más de lo que el espectador tenía por costumbre. Al mismo tiempo, son su sólida herencia, sus bestias, sus profecías y las migas de pan que va sembrando en su camino hacia un futuro ya conocido por el público las que acuden en su rescate cuando la ficción se atasca.
La casa del dragón de esta primera hornada entrega sus mejores episodios al principio y al final, lo que le permite recobrar en su despedida un pulso prometido que se había ido diluyendo. Antes de irse, vuelve, una vez más, sobre los asuntos que han sobrevolado sus episodios, la maternidad en su faceta más violenta y descarnada, el techo de cristal que aparta a las mujeres del poder y la difícil tarea de defender el pacifismo en un mundo de depredadores.