Raphael: «A Eurovision deberían cambiarle el nombre, no es un festival de la canción»
CULTURA
«Lo que importa ahora son los oros que lleves y las plumas que te pongas» dice el artista, que actúa el 11 de junio en A Coruña sobre el evento. «Todo es diferente. ¡Si hasta la orquesta es en playback!», añade
06 jun 2022 . Actualizado a las 08:50 h.Dice Raphael que, aunque su público lo vea así —siempre de negro, siempre actuando, siempre defendiendo el oficio—, no puede ejercer de artista todo el día. «Ser 24 horas al día artista me parece un poquito too much —se ríe—. Pero digamos que la mitad del día sí lo soy. El tiempo que tardo en ensayar y el del concierto me llevan la mitad del día». De la mano de Cávea Producciones, el 11 de junio estará en A Coruña (Coliseum, 21.30 horas, entradas desde 35 euros) presentando Raphael 6.0, el espectáculo con el que conmemora seis décadas de profesión.
—Todos los que trabajan con usted destacan su férrea disciplina. ¿Siempre ha sido así o de joven era más flexible?
—No, siempre ha sido así. Es que tienes que ser así, porque si no las cosas se van al traste. Sin disciplina no funciona. Si tú terminas de cantar y te vas por ahí de juerga, al día siguiente la pagas. Si no tienes disciplina, mejor dedícate a otras cosas.
—¿Hay que cuidar esa voz?
—No solamente la voz. También las fuerzas, el sentido del humor y el estar un poquito por encima de las cosas. Por ejemplo, no darle más importancia de la que tiene a un posible fracaso. ¿Qué no ha gustado esta canción? Pues no pasa nada, ya gustará la siguiente.
—La voz de muchos artistas cambia a medida que se hacen mayores. Bob Dylan o Julio Iglesias cantan diferente ahora que de jóvenes. Usted lo hace igual que cuando tenía 30 años.
—La meta de mi vida es esa: que, tenga la edad que tenga, mi voz sea esa. No que se sienten a escucharme y comenten de fondo: «Ya no canta como antes, eh». No, yo lo quiero al revés: «¿Será posible con los años que tiene?». Yo canto igual y ese es mi gran éxito.
—¿Con eso se nace o se hace?
—Se nace y se hace. Tienes que nacer con esa mentalidad. Que es muy difícil. Hay unos ciertos años, a los 24 o 25, que eres un viva la virgen. Y sí, pero mucho cuidado, porque hay que cuidarse mucho si te importa de verdad tu carrera. Ahora bien, si eres uno que pasa por aquí de casualidad no importa. Hay quien está en esto y se lo pasa bien, sin más. Yo los envidio en el fondo.
—¿De verdad?
—¿A la gente que se lo toma menos en serio? Pues sí. A veces les tengo envida.
—Ahora existe el «autotune» para suplir las carencias vocales.
—Pero eso se nota mucho [risas]. Y el que crea que no se nota está muy equivocado.
—En Eurovisión lo han prohibido.
—[Risas] ¡Ay, Dios mío!
—¿Qué le parece?
—Es que no tiene nada que ver. Lo primero que tenían que hacer con Eurovisión es cambiarle el nombre.
—¿Por qué?
—Lo de Eurovisión está bien, pero festival de la canción, no. Festival de muchas cosas, pero de la canción no. De declaración, de luces... De la canción era antes. Lo que importa ahora son los oros que lleves y las plumas que te pongas. Todo es diferente. ¡Si hasta la orquesta es en playback! Es un gran espectáculo, pero no un festival de la canción.
—Su amigo Bunbury deja los escenarios por salud.
—Yo tengo la esperanza de que vuelva. Lo admiro y lo quiero mucho. Está pasando un momento malo. Deseo de todo corazón que lo supere y que vuelva.
—Usted fue un referente para él. ¿Cuáles fueron los suyos?
—Varios. Édith Piaf para mí ha sido la cátedra. Elvis, también. Igual que Carlos Gardel. De pronto, hay voces y gente que tiene un modo de hacer las cosas. Juliette Gréco, por ejemplo. Hay mucha gente que merece la pena.
—En su caso, pese a los referentes, emergió siempre una personalidad arrolladora.
—Eso es culpa de mi padre y mi madre. Tiene su etiqueta.
—Da conciertos de más de 30 canciones, cuando en su entorno le recomiendan reducir el repertorio para cuidarse. ¿Por qué se niega a ello?
—Yo me cuido muchísimo, pero no en el número de canciones. En lo demás soy muy estricto. Soy una persona que no bebe, que no fuma y que no trasnocha, que es lo peor. A veces me agarro un resfriado como otro cualquiera, claro. Pero no reduzco canciones. Tengo la inmensa suerte de contar con verdaderas joyas en mi repertorio. Y el público tiene derecho a escucharlas todas.