Coque Malla: «Vivo en los mundos de Yupi, es bastante ingenuo, pero qué gozada»

CULTURA

«A mí ni la pandemia me paró», asegura el cantante Coque Malla, que cerró su última gira en A Coruña.
«A mí ni la pandemia me paró», asegura el cantante Coque Malla, que cerró su última gira en A Coruña. Thomas Canet

Tras el ejercicio de introspección que supuso «Mi nombre es Coque Malla», el músico se enfrenta a la gira más expansiva de su carrera. Su primera cita, el Portamérica dentro de un mes. «Me voy a tirar al público en plancha», avisa

07 may 2022 . Actualizado a las 19:07 h.

En 1999, Coque Malla era Un astronauta más. Así tituló entonces su primer álbum en solitario. Hoy ya es El astronauta gigante, el nombre dado a su último trabajo, un quíntuple disco en el que recopila toda su trayectoria. Rarezas, bandas sonoras y colaboraciones incluidas. Todo un viaje estelar al universo sonoro del artista que enlaza con esa otra expedición al tantas veces insondable y enigmático cosmos interior que fue Mi nombre es Coque Malla, un espectáculo a medio camino entre lo teatral y lo musical, cuya gira concluyó en el Colón de A Coruña el pasado 8 de abril. «El vértigo que he sentido con ese show, hacía mucho tiempo que no lo sentía», admite el músico madrileño. «En los últimos bolos, ahora lo puedo confesar, se me vino un poco encima. Era un reto muy bestia, desde muchos puntos de vista. Y luego estaba lo que ponía en juego en el escenario. Contaba cosas bastante íntimas y secretas. Y hablaba de gente como Los Ronaldos, Alberto San Juan o mi pareja, que, por ejemplo, en los conciertos de Madrid sabía que iban a estar allí. Hostia, fue un trago. Pero ahora, claro, después de haber pasado por Mi nombre es Coque Malla, esta gira de El astronauta gigante, ya en el formato habitual, que domino, que controlo, que no me genera ninguna inseguridad, me parecen unas vacaciones».

—¿Qué aprende uno de sí mismo cuando hace un ejercicio de psicoanálisis público como el de ese espectáculo?

—Pues no tengo ni idea, la verdad. No he hecho ese ejercicio y no sé si me apetece hacerlo. No soy mucho de sacar conclusiones o de querer ser consciente de ellas. Es cierto que quizá estoy más liberado de algunas cosas, que he colocado en su sitio algunos temas que no estaban del todo colocados. Pero no lo he hecho de una forma racional. Ha estado guay. Pero siempre lo miro y lo mido en términos artísticos.

—¿Has aprovechado para saldar cuentas, no sé si con alguien o contigo mismo?

—Bueno, había un momento en el espectáculo como de agradecimiento y cierre con Los Ronaldos. Aunque yo creo que eso ya estaba hecho. No era una vieja herida que había que cerrar. Pero bueno, decirlo y hacerlo con ellos en el patio de butacas, supongo que lo cierra aún más y hace que nuestra relación sea aún más sana.

—¿Cómo es eso de que a final de año desapareces de los escenarios «por tiempo indefinido»?

—Es que no hemos parado en tres años. A mí la pandemia no me paró, porque al principio nos metimos en una gira muy larga de conciertos acústicos, después hicimos la de verano del 2021, luego llegó Mi nombre es Coque Malla y ahora esta del Astronauta. Así que hay que parar, mirar adelante y, sobre todo, empezar a componer para hacer un disco nuevo. Ya está bien de nostalgia y de balances. Pero, bueno, tampoco hay que dramatizar. Es un pequeño parón para descansar un poco. Y seguramente el siguiente año sacar disco y volver otra vez a la carga.

—En «El astronauta gigante» recopilas buena parte de las colaboraciones que has realizado. ¿Hay alguna de la que te sientas especialmente orgulloso?

—La que grabé con The Divine Comedy. Primero, porque parecía inalcanzable. Y segundo, porque Neil Hannon es un músico que se ha metido en mi pequeño Olimpo. La admiración por su música y por él mismo ha entrado en ese club supervip en el que están los Stones, Bowie, Sinatra y pocos más. Entonces, claro, tocar con alguien a quien tienes en ese club selecto es algo muy especial. Bueno, también canté con Rubén Blades, que está por ahí, a ese nivel. Pero con Rubén Blades canté una canción suya y en el caso de Neil Hannon fue él quien cantó una canción mía, de la que incluso reescribió parte de la letra.

—Dijo Dani Martín que de pequeño quería ser Coque Malla. ¿Quién querías ser tú?

—Keith Richards. Bueno, en realidad, varios porque, aunque, con la edad se me está suavizando, yo he sido muy mitómano toda mi vida. Mi primer ídolo fue Michael Jackson. Pero Keith ha estado en un lugar muy especial siempre. Y lo sigue estando. Aunque a veces parezca que desaparece, siempre acabo atrapado por esos rifs y ese sonido a la hora de tocar la guitarra.

—¿Qué música crees que estarías haciendo si ahora tuvieras 20 años?

—Tengo la sensación de que mi compromiso con el rock clásico y con el blues es tan fuerte y tan profundo, es una conexión tan mística, casi, que creo que da igual en qué época hubiese nacido; habría conectado siempre con esa música. Pero vaya usted a saber. Eso es poesía y es romance. En cualquier caso, me alegro de haber nacido en la época en la que nací y de hacer la música que hago.

thomas canet

—En «El crac universal», la canción que publicaste durante la pandemia, decías que saldremos de esta «sin rastro de antiguos chantajes, miseria y temor».

—Error, ¿no? (se ríe). Pero yo ya era consciente de que esa letra era muy ingenua y de que era puro deseo de salir de aquel atolladero terrorífico. Yo creo que todos albergábamos un poco la esperanza de que el día de la liberación íbamos a salir todos a la calle y nos íbamos a entregar al hedonismo. Y no ha sido así. Tenemos una especie como de bajón, de sensación de vacío y de dolor. Pero bueno, las canciones están para eso, para fantasear.

—La semana que viene participas en un concierto de apoyo a Ucrania. ¿Cómo estás viviendo todo eso?

—Con cierta distancia, la verdad. No estoy totalmente comprometido con enterarme exactamente de qué está pasando. Quizá por miedo. La posibilidad de que esto vaya a peor es tan terrorífica que quizá inconscientemente lo tengo como hibernado. Pero me han llamado para echar un cable y, por supuesto, allí estaré.

—¿Es una excepción o en general estás mirando con distancia la actualidad social y política?

—Con absoluta distancia. Llevo un tiempo viviendo una realidad paralela. Muy amable, la verdad. Mi vida está estupenda, me va muy bien, no veo nada la tele, apenas leo la prensa... Estoy bastante en los mundos de Yupi. Seguramente es absurdo y bastante ingenuo estar en esta burbuja, pero qué gozada. Me siento muy a gusto.

—Dentro de un mes actúas en el Portamérica. ¿Cómo es tu relación con los festivales, sobre todo después de venir de un formato tan íntimo e intenso como el de «Mi nombre es Coque Malla»?

—Yo me siento increíblemente bien en ellos. Hay mucha gente que se queja porque dicen que el público no presta atención a la música. Mira, yo he chupado cientos de conciertos gratuitos y fiestas mayores con la noria sonando al fondo, donde ahí sí que la gente está a por uvas. Pero en los festivales me lo paso muy bien. Allí, por lo menos, la gente paga una entrada. Y depende también del artista el ganarse al personal. Hemos tenido conciertos míticos en festivales. A mí me encantan. Y además, después de lo que hemos vivido... Me voy a tirar al público en plancha.

—El Portamérica fusiona música y gastronomía. ¿Te parece un buen maridaje?

—Es perfecto. Imagínate... A mí son las dos cosas que más me gustan del mundo. Yo si no hubiera sido músico, estoy seguro de que habría sido cocinero.