Rigoberta Bandini conquista el Benidorm Fest y apuntala su candidatura a Eurovisión

Carlos Crespo BENIDORM / E. LA VOZ

CULTURA

La segunda plaza de la semifinal fue para Rayden, junto a Xeinn y Gonzalo Hermida

28 ene 2022 . Actualizado a las 12:03 h.

El oráculo estaba hoy concurrido en Benidorm. Y es que la clarividencia con la que apuntaban los pronósticos en la primera semifinal del Benidorm Fest -el grupo de la muerte, en símil futbolístico- se tornó en dudas razonables en la segunda. Mucho más igualada, sin duda. Aunque fuese por abajo. Pocos eran quienes se aventuraban a señalar incuestionables finalistas más allá de Rigoberta Bandini y Rayden. Y menos aún después del desconcertante episodio vivido ayer con el jurado. Por un día reinó la prudencia apriorística en el eurouniverso. Me gustaría ver al maestro Uribarri en estas lides. Hágase la luz.

Rigoberta Bandini cumplió con el pronóstico. Fue la propuesta más votada con 111 votos. Fue la preferida del jurado y del público y la segunda en el voto demoscópico. La segunda plaza de la final fue para Rayden, que consiguió 90 puntos. En tercer lugar se clasificó Xeinn, con 81 puntos. La última plaza para la final del sábado la consiguió Gonzalo Hermida, el favorito en el voto demoscópico, con 76 votos. Fuera de la batalla por la representación eurovisiva quedaron Marta Sango (63 votos), Javiera Mena (50) y Sara Deop (49).

Hora y media antes de que arrancase la retransmisión televisiva, un nutrido grupo de eurofanes venidos arriba, muy arriba, ya animaba el recinto que circundan los escenarios del Benidorm Fest con un grito de guerra unánime. Adivinen cual. Efectivamente. «Mamá, mamá, mamá». Los eurofanes tenían diametralmente claro quien iba a ser la protagonista de la noche. «Era un uno fijo», que me diría un amigo, anclado a la barra del bar.

Pero antes hubo que contar con el paso por el hexágono, y en su caso también por la red, de Xeinn. El madrileño articuló una propuesta pop cercana al mainstream con «ecos» de grandes y recientes referentes internacionales del género. La sensación era de que estaba todo dicho. Y todo visto. Las alusiones a Aplauso y Tocata en los visuales de fondo eran suficientemente elocuentes.

También era «un uno fijo» el punto final del recorrido preeurovisivo de Marta Sango. La extriunfita, que intentaba el asalto al certamen por segunda vez, fracasó de nuevo. Su estética de serie B futurista de los 70 y una cierta actitud como de desgana desbarataron las pocas opciones de un tema que quizá habría merecido una mejor defensa.

Javiera Mena marcó un punto de inflexión en la semifinal. Lo marca casi siempre allí donde se presenta. La chilena había definido su espectáculo como una «epilepsia bollera». Y no era desatinada definición. Un espectacular y dinámico montaje de luces propició la parte epiléptica. Sensuales bailes e indisimuladas caricias atestiguaron la vertiente bollera. Pero por encima de todo se impuso un temazo de electropop con oportuno mensaje: «Escapemos de la maldita culpa, lejos del bien y lejos del mal». Tomamos nota, aunque a ella no le fuera suficiente.

Gonzalo Hermida fue el damnificado de la noche. Contrajo el covid estando ya en Benidorm por lo que no pudo defender su Quién lo diría en directo. Por suerte, el gaditano contaba con un vídeo oficial de su canción, una posibilidad que la organización contemplaba en caso de que se produjera alguna circunstancia así. Y eso fue lo que se vio, su vídeo. Una grabación sobria que deja entrever tanto sus pablísticas referencias como el potencial que su voz le puede conceder en ese mercado inagotable que es el de los cantantes melódicos.

Y en esto llegó Rigoberta y mandó bailar. No eran precisas dotes de pitonisa para dar con lo que se avecinaba. Bastaba con mirar alrededor. Todo el pabellón cabía en una teta. En realidad Rigoberta postuló que el mundo entero cabe en una teta, alegoría que representó con un inmenso globo terráqueo en forma de mama que ocupó la parte central de su escenografía. El resto respondió a lo esperado.

Apareció vestida de novia y no tardó más de dos compases en demostrar que su Ay mamá ha nacido con vocación de himno. Quedaba aún una cuestión pendiente por dilucidar. ¿Habría exhibición de tetas o no? Las bailarinas se levantaron la camiseta como dictaba el guion de la coreografía, pero por debajo lucían un discreto top.

El otro gran pretriunfador de la noche era Rayden. ¿Quién se habría atrevido hace nada a situar a un rapero en el top de favoritos de un concurso eurovisivo? Pero algo está cambiando en Benidorm, desde luego. Rayden cumplió con las expectativas. Que su Calle de la llorería tenía mucho que decir ya lo sabíamos. Ahora también conocemos como lo dice y bien que se agradece.

La vertiente competitiva de la gala finalizó con la actuación de Sara Deop. Puede que fueran sus 19 años, los nervios y la inexperiencia, pero la mallorquina no tuvo su noche. Tampoco es que la ayudara mucho su inseguro cuerpo de baile sobre patines. Ni la inevitable comparación que estaba en la mente de todos con lo que en la noche anterior había propuesto Chanel.

La segunda semifinal contó con dos invitados en su tramo final: Niña Polaca, una banda con vínculos en tierras alicantinas y una arrolladora Ruth Lorenzo que con una descomunal versión de Bailar pegados provocó que el público no solo se pusiera en pie sino que acabase gritando «Ruth a Eurovisión». Cousas veredes.