«Get Back» ofrece una reveladora visión de la intimidad del gran mito pop
28 nov 2021 . Actualizado a las 10:17 h.El filme Yesterday (2019) plantea una rocambolesca situación. Un apagón hace que desaparezcan The Beatles de la historia de la humanidad. Pero a un músico no le afecta esa amnesia cultural. Asombrado de que de pronto nadie conozca ese repertorio, decide tocarlo como si fuera propio. Un día su familia le dice que muestre algún tema y él, con cierta culpabilidad, interpreta Let It Be. Viendo que le interrumpen y no le prestan atención dice indignado: «¡Esto es Let It Be! ¡Es como si vierais a Leonardo Da Vinci pintando la Mona Lisa! ¡Podéis estar callados!».
En el recién estrenado The Beatles: Get Back de Peter Jackson, disponible en Disney+, se puede ver a Paul McCartney pintando de verdad por primera vez esa obra maestra, pincelada a pincelada. También comprobar cómo de la presión se saca de la manga un Get Back armado primitivamente con un bajo y su infinito talento. O disfrutar cuando Lennon replica Don't Let Me Down en su partido de tenis creativo particular. Contemplando eso y sintiendo un amor mínimo por la música pop, lo normal es experimentar un emocionante escalofrío. Ahí se estaban creando magia. Piezas magistrales que 52 años después siguen asombrando igual que lo hace La Gioconda en la pared del Louvre.
Lo vemos desde un 2021 en el que la óptica de la telerrealidad es moneda de cambio. Y en ese sentido, The Beatles: Get Back se presenta como un intenso Gran Hermano de la situación de The Beatles a principios de 1969. Con subidones, bajones, euforia, enfados, abrazos e, incluso, abandonos. Efectivamente, en la cinta se puede ver a George Harrison yéndose del proyecto y el grupo durante tres días, dejando todo en un alambre del que se iban a caer todos un año más tarde.
El documental, dividido en tres partes y con más de siete horas de duración, parte del material que se rodó entonces a las órdenes de Michael Lindsay-Hogg. Con una parte de él se hizo el filme Let It Be (1970), estrenado con The Beatles ya separados y sus integrantes renegando de todo. Quedó como la agria crónica del final del grupo. La idea de Jackson era darle la vuelta y demostrar que, pese a las tensiones y los desencuentros, allí también había camaradería, amistad, buenos momentos y creación pura.
Cuesta entender cómo el grupo más famoso del mundo pudo aceptar que se registrase toda su intimidad de ese modo. También que se embarcasen en el proyecto con las ideas tan poco claras. Aterrizaron en los estudios de cine Twickenham de Londres con la idea de preparar los temas de un futuro disco y, luego, dar un concierto que supondría su primera actuación en tres años. La primera parte se desarrolla en la frialdad del entorno, con McCartney comandando la nave, Lennon inquietantemente callado, Harrison pidiendo más protagonismo y un Ringo Starr en un discreto segundo plano. Las miradas entre Lennon y McCartney cuando conectan en lo creativo son ya historia filmada de la música pop. También, los comentarios del primero, explicando cómo Yoko Ono impedía que la relación entre ambos fuera más productiva. «Dentro de 50 años se dirá que los Beatles se separaron por Yoko Ono», llega a decir.
Pero, contra lo que pudiera parecer, McCartney congeniaba intermitentemente con la pareja de su compañero, embarcándose en divertidas improvisaciones conde ella cantaba y Lennon tocaba. Todo ello mejora cuando se reconcilian con Harrison. Deciden irse a Apple, en Savile Row. Ya quedaba de manifiesto en el documental Anthology que la incorporación del teclista Billy Preston mejoró la relación en la banda. Ahora vemos cómo un día pasó a saludar con su sonrisa contagiosa y ya no lo dejaron escapar. Trabajaron con él todo el repertorio.
Este no se reduce al que acabó en Let it Be (1970), sino que surgen como diamantes los primeros esbozos de Something, Golden Slumbers u Octopus Garden. También piezas de los futuros discos de Lennon y Harrison. El último, a la vista del ninguneo sufrido, anuncia que va a dar el paso en solitario. Todo ello confluye en el concierto de la terraza, tras descartar ideas descabelladas como actuar en un viejo teatro en ruinas en Libia. La famosa actuación se recoge con todo detalle. Se ve a una banda pletórica haciendo su gran travesura ante unos agentes de policía que advierten que o se detiene aquello o habrá detenciones. No las hubo por supuesto. Sí, un icono eterno que ahora se puede disfrutar en toda su plenitud.