Tras «El tiempo entre costuras», la escritora regresa a la ciudad en «Sira»
31 oct 2021 . Actualizado a las 00:41 h.«El paraíso existe, y está aquí, aquí, aquí». La certeza -nada exagerada- la proclama en árabe una placa junto a una discreta puerta en una calle igual de discreta de la medina de Tánger. En realidad, tras una verja muy parecida a otras tantas que ocultan sus secretos, se esconde el palacio de Sidi Hosni, que toma su nombre de un santo cuya tumba alberga y que la norteamericana Barbara Hutton convirtió en su palacio en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
«La leyenda dice que le disputó la compra a Franco. Son siete casas comunicadas que transformó en su residencia de verano. Las fiestas eran legendarias: mandaba traer expresamente en avión desde París no solo el champán, sino también las flores», relata María Dueñas (Puertollano, 1964). Con Sira, la escritora ha regresado a uno de los escenarios ya recreado en El tiempo entre costuras (ambos publicados por Planeta): Tánger como ciudad internacional, nido de espías y refugio de exiliados e inadaptados, en animada convivencia con aventureros y millonarios.
Y si esa fascinación no fuese suficiente, en el caso de Dueñas se añade el atractivo de regresar a otro paraíso, el de la infancia recuperada. No en vano el abuelo de la autora fue un topógrafo del servicio de carreteras que en los años del Protectorado se instaló en Tetuán y frecuentaba Tánger. «Se cuenta en la familia que estaba tan feliz que no quería volver a España para casarse y que los amigos tuvieron que sacarlo toda una noche de juerga antes de meterlo en el barco», recordó Dueñas durante la presentación de Sira en el palacio del sultán Mulay Hafid ante una concurrida muestra del Tánger español, herederos de una comunidad que llegó a sumar 40.000 residentes.
Memoria multicultural
En el mismo acto, la escritora evocó el momento en que decidió aventurarse en la ficción y tuvo claro que en la «memoria multicultural» de su familia tenía la materia prima para su debut literario. Dueñas ahondó en ese recuerdo de un Tánger histórico pero que pervive en las hemerotecas y archivos -consultó prensa de la época, mapas, fotografías o diarios- y cuyo espíritu aún puede seguirse no solo en hitos como Sidi Hosni, sino en muchos otros lugares tangerinos.
Uno de ellos es el cementerio anglicano, contiguo a la iglesia de Saint Andrew, cuyos dos centenares de sepulturas dan servicio a otra comunidad de aquellos tiempos cosmopolitas, la británica: allí descansan trece pilotos de la Segunda Guerra Mundial. Las lápidas y sus nombres, placas memorialísticas y la propia atmósfera del lugar convencieron a la escritora de que era el momento idóneo de retomar a la protagonista de El tiempo entre costuras y algunos de sus escenarios tres novelas después.
En un paseo por Tánger, la escritora señala esos sitios con la familiaridad que proporcionan las lecturas y la experiencia de primera mano. La sede del antiguo consulado español, el café que visitaban The Rolling Stones, el mercado, el hotel El Minzah, las misiones hispanas... al tiempo que desgrana nuevas anécdotas de Barbara Hutton: su Rolls Royce no entraba por una de las puertas de la casba y demandó que se ensanchase el hueco; no lo consiguió, pero sí que el fabricante automovilístico le sirviese un modelo más estrecho.
Sira va camino de repetir el éxito de El tiempo entre costuras. Si la primera ha vendido diez millones de ejemplares y se ha traducido a 35 idiomas, la nueva novela de Sira Quiroga -ahora Sira Bonnard-lleva ya once ediciones en seis meses. Su final abierto hace pensar en una posible tercera entrega, pero Dueñas por el momento prefiere no pensar en ello. Tampoco da muchas pistas sobre una adaptación televisiva, aunque reconoce que «hay interés». Ella misma se ha involucrado en otros proyectos, guiones para Univisión y Televisa que la llevan por otros derroteros distintos al ambiente histórico de sus dos novelas con parada en Tánger. Quizá para una nueva novela ambientada en la ciudad Dueñas necesite otro paseo por el cementerio anglicano.