La provincia acogerá una exposición itinerante sobre la vida del poeta
20 jul 2021 . Actualizado a las 18:25 h.Fue premonitorio el réquiem que Miguel le escribió, con pluma apenada, a su amigo Federico. Poetas que se van demasiado pronto, arrebatados de la vida por los flagelos del destino. Almas que descansan, calladas, a la sombra de los pinos. De entre todos los muertos de elegía, decía Miguel que, sin dudarlo, escogía a Federico García... Aquel, el trágicamente fusilado, al que lloraron tantos, y con tanta pena fría. El mismo torbellino sacudió la poesía, un lustro y siete meses después, era Miguel el que moría. Fue en Alicante el crimen. La tuberculosis la guadaña. Una fría cárcel el verdugo. Solo, desdichado y, como tantos del bando derrotado, en una lucha entre sus pulmones traicioneros y el gélido suelo. Así murió este poeta. Así murieron demasiados poetas. Bajo la sombra de batallas perdidas y coplas prohibidas. Ahora, Miguel Hernández, poeta, y Miguel Hernández, pastor, vuelven Alicante. Esta vez triunfantes.
Después de recorrer medio mundo y media España, la exposición Miguel Hernández, a plena luz, organizada por la Diputación provincial de Jaén, lleva su itinerario a la tierra natal (que es también la de defunción) del versista oriolano. El íntimo espectáculo consta de documentos gráficos y escritos, hasta ahora inéditos, sobre la figura de Miguel y sus hazañas literarias. Correspondencia privada, fotografías y grabaciones de voz son algunas de las golosinas que ofrece este acto de homenaje ambulante. Las administraciones regionales de Jaén y Alicante tratan de estrechar la colaboración entre sendos territorios con esta acción cultural colaborativa.
No obstante, una porción considerable de la colección permanecerá en tierras andaluzas, en el Museo Miguel Hernández/Josefina Manresa de la localidad de Quesada, lugar de nacimiento de la consorte del poeta. La relación entre Hernández y el sur profundo fue estrecha durante la Guerra Civil, pues dirigió solícito la redacción del periódico comunista Frente Sur, editado en la provincia de Jaén entre los años 1937 y 1939. Se puede también desglosar en verso la vinculación de Miguel con esta tierra. Pues en los textos simétricos y centelleantes de aquel trovador bélico, fueron los andaluces de Jaén, y no otros, los que levantaron los olivos. La tierra de los aceituneros ha sabido devolver el favor a los restos de un poeta que fue devoto de sus amarronados verdes. Es una deuda pagada en forma de inmortal legado.