Manu Tenorio: «En OT odiaba lo de tener que bailar, me hacían sentir ridículo»

CULTURA

Salva Musté

El cantante más formal de la primera edición del concurso dice que se encuentra en la plena madurez. Por ello este 2021, cuando cumple 20 años de profesión, lo está dedicando a revisar sus clásicos favoritos de la canción latinoamericana

07 jul 2021 . Actualizado a las 13:59 h.

Manu Tenorio se muestra encantado de venir a Galicia y actuar en Luar. «Siempre me tratan con muchísimo cariño y es uno de los pocos espacios musicales que existen en España, donde los artistas pueden estrenar sus trabajos», explica. Recientemente estuvo allí presentando su nuevo single, La nave del olvido, adelanto del disco con el que celebrará 20 años de carrera musical. Y para demostrar que sus palabras no son gratuitas canta por teléfono el Apaga o candil al empezar la entrevista. Prueba superada.

—Vas a cumplir dos décadas al micro versionando a otros. ¿Por qué?

—Reviso canciones que me han marcado y con las que he crecido. Me las ponía mi abuela en un antiguo tocadiscos. Últimamente, me venían mucho a la cabeza. Al pensar un poco llegué a la conclusión de que me recordaban a la familia. Me apetecía mucho rememorar esa época de mi vida y esos cantantes melódicos como Lucho Gatica, José José, Alejandro Fernández y tantos otros.

—¿Te proyectas ahora en lo que fuiste hace mucho tiempo?

—Sí. En la vida se atraviesan muchas etapas. Cuando eres joven quieres conocer, viajar y vivir emociones intensas. Cuando llegas a una edad más madura empiezas con esa regresión, recordando esos momentos de infancia. Por eso hago este disco ahora.

—¿Cuando escuchabas esas canciones de niño ya tenías en mente que querías ser cantante?

—Eso vino más tarde, pero sí que con esos discos de vinilo creció mi amor por las canciones. Ahí me enamoré de la música. Todo empezó ahí, en un idilio musical que al final me llevaría a consagrar mi vida a eso.

—¿Cantabas frente al espejo imaginándote ser alguno de sus ídolos?

—¡Para nada! No era de ese tipo de niño [risas]. Cuando fui creciendo me di cuenta de que tenía unas virtudes que me llevaban por el mismo camino. Primero vino la pasión por los cantantes melódicos. Luego, al ver que yo podía, se produjo la fusión perfecta.

—¿Es cierto que el empuje definitivo te lo dio José Feliciano?

—Sí, es verdad. Fue una revelación. Los artistas solemos vivir en un ascensor emocional. Unas veces estamos muy exultantes y pletóricos, pero a veces sufrimos crisis existenciales. Yo cantaba en una orquesta y me dedicaba a la BBC, es decir, bodas, bautizos y comuniones. No estaba en mi mejor momento. Un día iba a salir de casa para una actuación y había un programa de Carlos Herrera en el que entrevistaba a José Feliciano. Entonces él empezó a cantar un bolero, Dos cruces. Al escucharlo, sentí un caudal en mi corazón, algo tan fuerte que me caló en lo más hondo. Lo sentí como una señal. Visualicé cómo me vino la energía de ese hombre en el momento que más lo necesitaba.

—¿Qué hay en ti en la actualidad de aquel cantante de bodas?

—Pues guardo la misma esencia. Procuro ser la misma persona humilde y sencilla que siempre me he considerado que soy. Creo que no se me ha subido mucho la profesión. Además, he tenido la oportunidad de cantar con genios como Serrat, Armando Manzanero, Rosana o Lolita. Y siempre ha habido con ellos un punto en común, donde todos han coincidido. Es la humildad, la naturalidad y la sencillez.

—Siempre transmitiste la imagen de ser un cantante clásico. ¿Te ves así, más allá de la modernidad del momento?

—Hombre, yo nunca me he dejado llevar por las moderneces y las modas, eso es cierto. Siempre he procurado seguir mi propia línea, independientemente de lo que me podían dejar influir por la moda. Además, mi perfil artístico ha ido siempre por esa dirección clásica. Este repertorio va por ahí. Son canciones universales, estándares que han pasado por las voces de los más grandes cantantes melódicos latinoamericanos. Eso lo sumas a mi madurez , mi voz y mi perfil y es la cuadratura perfecta.

—Escuchando tu último sencillo, el Spotify me llevó, al terminar, a tu primer disco. El choque con la voz es tremendo.

—Sí, ha cambiado mogollón, ¿verdad? La voz es un instrumento que, si lo cuidas y lo mimas, te puede durar muchísimo tiempo. La voz no tiene por qué ser mejor de joven que de mayor. La mía está cogiendo un color bonito. La tengo fuerte y cada vez la controlo más.

—¿Te ves cantando mejor ahora?

—Me gusto más, la verdad es que sí.

—¿Te costó en su día mantener la cabeza en su sitio con el bum «OT»?

—La popularidad de aquello fue algo muy heavy. Un artista va creciendo y va adquiriendo popularidad de una manera paulatina, con espacios de tiempo que te ayudan a asimilar los acontecimientos. Aquí, no. En el primer OT esa aceleración de cero a cien se produjo en cuestión de meses. Fue una desproporción de popularidad muy grande. Nuestra edición, además, llegó a todo el espectro de público, desde los niños a los abuelos. Mi modo de asimilar aquello fue contenerme. Eso me frenó un poco en el desarrollo artístico. Pero me di cuenta de que había que evitar ser esclavo de mi profesión.

—Parecías el más calmado de todos.

—Tenía otra edad. La verdad es que no quería verme de mayor teniendo un hijo y no ejerciendo de padre.

—¿Has cumplido?

—Sí, para mí eso no es negociable. No quiero que mi hijo sea mayor y yo sea un individuo que no ha compartido la vida con él. Además, yo soy muy feliz con él.

—En aquel primer «OT» se fomentaba un tipo de música latina bailable y explosiva. ¿Chocaba con tu personalidad?

—Cada uno tiene su estilo y su personalidad, y yo de cantante bailarín la verdad es que nunca me vi. Eso no ha sido nunca mi fuerte ni lo he pretendido. No me quiero disfrazar de algo que no soy.

—¿No bailas en la intimidad?

—Una cosa es bailar en casa escuchando música y otra ceder a la presión artística de bailar [risas].

—No sé si lo exagero con el recuerdo, pero creo que sufrías mucho al bailar.

—No, no lo exageras para nada [se ríe a carcajadas]. La verdad es que en OT odiaba lo de tener que bailar, me hacían sentir muy ridículo. Lo cual no es ninguna virtud, ojo. Me gusta la gente que no tiene vergüenza y toca diferentes registros, pero a mí eso me podía. Pero tío, no podía. Eso sí, cuando le pillaba el punto al baile y me salía bien, tenía ese toque de satisfacción personal de superación.

—Teniendo en frente a personajes tan explosivos como David Bisbal o Bustamante, seguramente pensarías que no lo harías como ellos.

—Eso no me preocupaba, eran tíos muy jóvenes y yo sabía que mi estilo iba por otro lado.

—¿Sigues viendo «OT»?

—Sí, aunque tiene muchas diferencias con la primera edición. Ahora la gente va de otra manera, sabiendo lo que hay y con expectativas. Pero creo que lo tienen más difícil. En la primera edición intentaron crear carreras artísticas y ahora no lo veo tan fácil. Y luego están las redes sociales, que no sé si eso es positivo. Como a la gente le dé por machacarte, es que te trituran.