Cien años del nacimiento de un asturiano que revolucionó el cine español

Juan M. Arribas

CULTURA

Gil Parrondo con su Óscar.Gil Parrondo con su Óscar
Gil Parrondo con su Óscar

El director artístico Gil Parrondo, ganador de dos oscars, recibe un homenaje en la Filmoteca Española

17 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El director artístico asturiano Gil Parrondo habría cumplido 100 años este 17 de junio solo unos días después de otra leyenda del cine español, Luis García Berlanga. La enorme huella de Parrondo recibe a partir de hoy un homenaje en la Filmoteca Española. En su trayectoria figuran más de 230 películas como «Espartaco», «Lawrence Arabia» o «Doctor Zhivago».

Para Josetxo Cerdán, director de Filmoteca Española, recordar esta efeméride es importante no solo para «poner en el centro de atención una de las profesiones del cine que no acostumbra a estar en primera línea, la dirección de arte», sino también para destacar los atributos de un artista con una «capacidad camaleónica y de adaptación para trabajar en situaciones, registros y con presupuestos muy diferentes». «Hay, sin embargo, una rotundidad en las escenografías de Gil Parrondo que son marca de la casa y que destacan en todas las películas en las que participó», añade. Esta celebración se suma a la de otros cineastas como Berlanga o Fernán Gómez, nacidos entre 1921 y 1923, que revolucionaron el cine español a partir de la década de 1950.

Gil Parrondo y Rico fue ganador de dos Oscar por su trabajo en «Patton» (1970) y «Nicolas y Alejandra» (1971). Nacido el 17 de junio en 1921 comenzó a trabajar como ayudante de decoración en 1939, con Amalio Martínez Gari, y en 1951 asumió la dirección artística de la película «Día tras día», de Antonio del Amo, e inicia una etapa prolífica para luego empezar a trabajar en diversas producciones estadounidenses que se ruedan en España. Era el responsable de decorados tan «impresionantes» como los de «Lawrence de Arabia» O «Espartaco» y trabajó con directores como George Cukor, Stanley Kubrick, Orson Welles o Anthony Mann.

Fue el encargado de la dirección artística de casi todas las películas de José Luis Garci, desde «Volver a empezar», y ha trabajado con otros directores españoles como Jaime Chávarri o Pilar Miró, además de en series de televisión de Mario Camus, Pedro Masó o Fernando Méndez Leite.

Aseguraba que él no había hecho películas «ni buenas ni malas» y achacaba su participación en películas como «El retorno de los mosqueteros», de Richard Lester, y a su trabajo con actores de la talla de John Huston, Ava Gadner y Charlon Heston a su «buena suerte además de algo de trabajo». El cine, decía, había sufrido un «gran cambio» en los últimos años lo que había supuesto «ganar algunas cosas y perder otras» como, citaba, «trabajar sobre un plató vacío y hacer en él tu propia montaña o tu selva» y no hacerlo todo mediante tecnología digital. Apostaba por el cine español,«a la altura de cualquier cine internacional», y aseguraba que cuando él había comenzado en el mundo del cine «era impensable que las producciones españolas estuviesen donde están ahora».

Su trayectoria estaba marcada por dos Óscar de la especialidad que obtuvo con las películas de Franklin Shaffner «Patton» y «Nicolás y Alejandra» además del cuarteto de premios Goya por las películas de José Luis Garci: «Canción de cuna» (1994), «You' re the one/Una historia de entonces» (2001), «Tiovivo c.1950» (2005) y «Ninette» (2006).

No tenía ninguna película preferida entre las que había hecho pero sí le hacía mucha ilusión haber trabajado tanto, y con tanto éxito, en el cine español, según explicaba. Siempre se sintió decorador de cine más que director artístico y decía que eso, a pesar de «las máquinas diabólicas», como él se refería a la tecnología digital, no había variado.

Le gustaba recordar la etapa de su trabajo con Sigfrido Burgmann, un hombre que le enseñó «todo» y con el que trabajó 14 años. Aquella, la de la célebre Cifesa, decía, fue una época dorada porque «se hacían muchas películas a la vez» y había que crear desde castillos medievales a ciudades enteras, aunque su ídolo era Cedric Gibbons, el director artístico de la Metro.

El realismo en el decorado era su seña de identidad ya que creía que la función del decorado era «copiar a la naturaleza» y que lo «falso» pasara «inadvertido» y a ello permaneció fiel toda la vida, como lo fue a su querido Real Madrid, al que iba a ver todos los domingos acompañado de su íntimo amigo Julián Mateos.