El empático comisario italiano creado por la escritora estadounidense cumple treinta novelas
13 jun 2021 . Actualizado a las 10:28 h.El comisario Guido Brunetti, el personaje creado por Donna Leon (Nueva Jersey, 1942), cumple con Esclavos del deseo (Seix Barral) 30 novelas desde que debutó con Muerte en La Fenice (1992), con un caso que le lleva a investigar una trama de tráfico de mujeres. La autora estadounidense traza para La Voz el retrato del policía veneciano, del que no se piensa separar. «Estamos casados, se queda conmigo, no hay divorcio ni nada, es impensable, pero lo más importante es que me sigue pareciendo divertido escribir las novelas, narrar una historia», asegura. A sus 78 años, Leon mantiene intactas su vitalidad y su jovialidad: ríe, gesticula y bromea al responder a las preguntas. Tras huir de Venecia —donde vivió muchos años— por el turismo masivo, reside en un pueblecito suizo, que tiene «350 habitantes y 350 vacas, es el paraíso», aunque rechaza que esté aislada: «Está a siete kilómetros de la frontera italiana».
—Es la persona que mejor conoce a Brunetti. ¿Qué perfil haría de él?
—Es inteligente, decente, auténtico, entiende la ley, ya que estudió derecho en la universidad, pero también la justicia, que evidentemente no siempre son lo mismo. Es muy europeo, en el sentido de que conoce su cultura, es bilingüe, habla inglés, lo que para un policía italiano no es habitual y a mí me facilita las cosas. Lee a los clásicos para entender mejor cómo se comportan los seres humanos en distintas circunstancias. Pero no solo lee las tragedias griegas, sino también historia y ensayos.
—¿Es un hombre de izquierdas?
—Está más a la izquierda que a la derecha, porque la derecha en Italia es terrible. Tiende más a una visión socialista de la sociedad. Como yo. A él, como a mí, no le gustan los abusones, los que utilizan su fuerza para imponerse, ya sea física, social o económicamente, a los que no tienen tantos contactos, dinero o visibilidad, para obligarlos a hacer algo que no quieren. Me pongo muy nerviosa cuando veo un abuso de poder y eso está muy marcado en Brunetti. No soporta que alguien haya sufrido una injusticia. Él lo odia y yo también. Es la esencia de estos libros.
—¿Cómo ha evolucionado Brunetti a los largo de treinta novelas?
—Ha cambiado. Por ejemplo, en el ecologismo. En el primer libro se está duchando y sus hijos, que son unos niños, aporrean la puerta y le echan en cara que lleva mucho tiempo y está gastando mucha agua. Él se lo toma a broma y les llama «los policías del agua». Hace 30 años parecía una exageración, pero se ha demostrado que sus hijos tenían razón. Ahora Brunetti es un converso que conoce los estragos del cambio climático. También se ha dado cuenta de lo racista que es, y lo acepta, lo que me sorprende porque nadie suele hacerlo, y se siente avergonzado. A nivel intelectual se ha hecho más pesimista, mira el mundo que lo rodea y ve cómo ha cambiado a peor. Su visión se ha ensombrecido y se ha deteriorado porque no ve un futuro muy halagüeño para la humanidad. Mi visión del mundo también se está ensombreciendo cada vez más. Tendría que ser una lunática si estuviera feliz con lo que veo. Aunque a nivel personal soy una privilegiada.
—¿Por qué sigue siendo un personaje tan interesante?
—Por su decencia, resulta muy atractivo un policía que no es alcohólico ni misógino ni homófobo ni padece un trastorno ni es infeliz. Es alguien interesante con la que uno iría a cenar, con quien se puede hablar de música o de libros, le puedes contar cosas, preguntar por su trabajo, no se le han subido los humos por ser comisario. Es una persona normal y corriente, un ciudadano de a pie. Por eso atrae. He comprobado que a la gente le gusta porque no es un tipo duro, no es violento. Su amabilidad es una de las cosas que más les gusta y que sea un hombre civilizado y culto, que sabe mucho de música, historia y literatura, y piensa, que reflexiona y sabe escuchar.
—En una de sus primeras novelas abordó la trata de mujeres, que retoma en esta. El problema sigue ahí e incluso se ha agravado.
—Ya había hablado de la esclavitud sexual de las mujeres hace 25 años en una novela. Lo único que ha cambiado es que ahora «cazan» en África, ya no en Rumanía, Bosnia o Serbia, que tienen más derechos como ciudadanas europeas. Es el mismo patrón y no se está haciendo nada, es como si la policía estuviera de vacaciones porque las víctimas son mujeres. Ahora el problema es más grande, hay muchas más mujeres que se importan como esclavas sexuales en Europa. Los traficantes se han aliado con la mafia de Nigeria, una alianza terrible que da mucho miedo. Actúan con impunidad, porque todo el mundo sabe que estas mujeres traídas a Italia desde Nigeria son esclavas sexuales. Están aterrorizadas por esos hombres que se forran a su costa y las matarían sin dudarlo. Y no pasaría nada, porque son no-personas. Nadie parece encontrar la manera de pararlo. En parte es oferta y demanda, capitalismo, y hay mucha demanda. En el libro no exagero nada. Es algo que me afecta mucho y me sorprende que esté pasando en el 2021.
«Predicar es la tentación que tenemos siempre los autores de ficción»
Leon rechaza que la función del novelista sea denunciar. «Para una autora de ficción es el beso de la muerte, hay que ir con mucha cautela antes de levantar el dedo y apuntar al lector, debemos limitarnos a mostrar un ejemplo concreto y punto, luego el lector quizá se movilice y vote a un político para contribuir a una causa determinada, pero nosotros solo narramos historias», señala.
—Yo describo, en este caso la esclavitud de las mujeres, de manera que horrorice lo que les está pasando, pero no manipulando al lector para que piense lo que piensa cualquier persona civilizada, que es una atrocidad. Pero una autora de ficción no puede ponerse en pie y decir «ahora os voy a predicar mi discurso, os voy a decir lo que está bien y lo que está mal». El autor de ficción muestra, lo pone sobre la mesa. Predicar es la tentación que siempre tenemos los escritores de ficción y debe evitarse, porque a la gente no le gusta.
Los ingredientes
¿Cuáles son los ingredientes que debe tener una buena novela negra o policial? «No tengo una fórmula, pero he leído cientos de novelas de misterio. Debes tener un policía atractivo; lo mejor es eliminar a una víctima que despierte simpatía y cuya muerte afecte al lector para que se interese por las razones de la misma; eliminar al malo no es una buena idea; es mejor que no aparezca sangre en las páginas, hay muy poca en las novelas de Brunetti; y tratar al lector como a un igual»», explica. «Cuando sabes por qué mataron a una persona, ya casi sabes quién lo hizo. Lo que me interesa es por qué alguien haría algo tan horroroso como matar a otro», añade.
Asegura que empieza a escribir sus novelas «sin saber de qué van a ir, siguiendo mi instinto, encuentro algún dato interesante al que le doy pista, esto me ha funcionado durante 30 años, pero es pura suerte». La novelista saca los temas de la prensa (sobre todo de Il Gazzetino de Venecia, que devora todos los días), de los rumores y de lo que le cuenta la gente. «Me sorprende todo lo que está dispuesta a contarte», afirma.
Leon, que comenzó a residir en 1981 en Venecia, el escenario de la serie de Brunetti, se sigue negando a que sus libros se publiquen en Italia. Argumenta que a los italianos, como a todos, no les gusta que los extranjeros se metan en sus asuntos y los critiquen. Incluso ha habido gente que la ha atacado sin haber leído sus novelas. «Tú puedes escupirte en tu sopa, pero no quieres que te escupan en la tuya», afirma muy gráficamente.
«El mafioso ha pasado a pertenecer a una clase respetada»
«El mafioso ahora es un empresario respetado en su ciudad, cuyo hijo va a la escuela de negocios de Milán y su hija estudia derecho en Londres o trabaja en Nueva York en un banco de inversión, se han actualizado y han pasado a pertenecer a una clase respetada, y con esto llegan más poder y más beneficios económicos», asegura Leon. Pone un ejemplo: antes había guerras entre las mafias, pero «ahora los mafiosos ya no se matan, se unen, forman alianzas y denuncian a los periodistas que escriben de ellos, son muy sofisticados».
—¿Qué le parece Joe Biden?
—Yo lo voté. Había que votarlo. Creo que tiene buena voluntad, que realmente quiere unos Estados Unidos muy diferentes y mejores, y por eso va a tener muchos problemas, porque las bases republicanas son alérgicas al cambio, no van a cambiar ni la policía ni los impuestos. No lo tiene fácil, le van a confrontar y son gente muy dura. No me parece impresionante como persona, pero no importa. Es inteligente y conoce los mecanismos del gobierno, sabe perfectamente cómo funciona el sistema, y eso es una ventaja. Un presidente no tiene que ser un superhéroe, sino un hombre inteligente, con buenas intenciones y que actúe. No emociona, pero no es actor ni cantante ni showman. La alternativa eran cuatro años más de Trump, no por favor.
—¿Le asusta el auge de la ultraderecha?
—Sí. Me dan muchísimo miedo, Fíjese en Italia, ¿de dónde ha salido esa gente? Me asombra que se los tome en serio. Pero la historia demuestra que la política es como un péndulo que va y viene. Si observo el panorama político en Italia y otros países europeos no veo razón para el optimismo.