Tiene 25 años y 30 millones de seguidores. Primero arrasó como actriz en todo el mundo y después se atrevió a dejar la serie en su punto más álgido para entronarse como la nueva princesa del pop latino
17 abr 2021 . Actualizado a las 23:07 h.Natural y directa, Danna Paola (Ciudad de México, 1995) habla mucho y no tiene prisa. Cualquiera diría que es una estrella internacional con una agenda de vértigo y todo un país siguiéndola en Instagram. México la ha visto crecer como actriz, pero España la conoció con Élite, donde brilló en su papel de Lucrecia. Y fue justo entonces, en el momento soñado, en la vorágine del éxito más arrollador, cuando la abandonó para dejar K. O. al mundo con un disco que ya la sitúa como toda una figura del pop latino. Un trabajo que no habría salido a la luz de no ser porque Danna se enamoró de quien no debía. «Se lo agradezco a mi corazón roto», dice la artista, que no esquiva la depresión ni la crisis de identidad que atravesó. Más real, imposible.
-Enhorabuena, este disco ha dejado K. O. a muchos fans.
-¡Ayyy! Muchísimas gracias. Es superespecial para mí que lo hayan tomado así, ha sido un proceso importante, especial y muy mágico. El que haya tenido la reacción que ha tenido desde el primer momento en el que salió me hace sentir muy abrazada y muy orgullosa de este trabajo.
-Un trabajo muy sincero, te ha salido muy de dentro.
-Sí, totalmente. Este álbum lo construí en dos años, parte del mismo lo compuse en Madrid, y por eso haberlo presentado también por acá es una de esas cosas muy especiales para mí. Es el más honesto y personal que he presentado hasta ahora, y de la primera a la undécima canción son de autoría, conducidas y coescritas con personas maravillosas que me acompañan a contar esta historia de vida y de los corazones rotos, y de celebrar al mal de amores y convertirlo en arte. Para mí ha sido una gran terapia, y sí, superhonesto.
-Todo empezó con una canción, «Dos extraños».
-Fue la primera canción que escribí, en el 2017, que fue el año más crucial de mi vida, en el que tuve esta catarsis, esta primera catarsis de identidad, de encontrarme a mí misma. Salí de una depresión muy heavy, me moría por salir de México, me sentía un poco abrumada y me rompieron el corazón. Lo primero que me pasó por la mente fue escribir música. A mí siempre me ha gustado mucho la poesía, y leo mucha. Un día le dije a un amigo que es un gran productor: «Quiero poner esto en una canción, ¿qué hago?». Y me dijo: «Ven, vamos a componer». Él fue quien me empujó a este mundo, me encantó poder drenar esa emoción. Fue un tema superpersonal, muy íntimo, pero para mí era importante darme cuenta de que era buena haciendo lo que hacía. Agradezco ese corazón roto desde entonces.
-¿Entonces te enamoraste de quien no debías?
-Tal cual. Yo soy una mujer superentregada, superromántica en muchos sentidos, y como había pasado malos años, para mí el amor ya no existía, era como supercursi, decía: «Esas cosas no existen». Porque realmente, como decimos en México, cada quien habla como le va en la feria, ja, ja. Básicamente me iba muy mal, yo no creía en eso. Y uno repite patrones por una falta, por una carencia que tenemos en la vida. Pero uno siempre necesita estar acompañado, querido, amado… Y no estamos mejor solos. Es solamente encontrar a la persona correcta con la cual te complementas, mas no dependas de ella ni ella de ti. Es complicado, ¿no? No se encuentra a la vuelta de la esquina, pero uno va aprendiendo.
-¿Dirías que tu música lanza un mensaje feminista?
-Creo que es importante hablar sobre el feminismo, porque me considero feminista. Pero mi música realmente habla mucho también de la equidad que hay que encontrar en el mundo, del gran balance que debe tener esta vida siempre en todo. Es algo muy difícil de encontrar, y en este caso a través de ella ha sido también una manera como de empoderarme a mí misma, y con letras que no sean vacías y que si pueden hacer un cambio, como en este caso la canción de Calla tú, pues también unirme a esta protesta y alzar mi voz, al igual que muchas mujeres. Lo voy a seguir haciendo, la música tiene mucho poder de comunicación y para mí es superimportante seguir logrando eso con cada una de mis canciones. Aunque hablen de amor, etcétera, pero siempre con un mensaje, como en Te quiero y ya, que es otra de ellas, y que habla del amor universal. Son muchas cosas que hoy en día las generaciones nuevas ya entienden, pero es más complicado para las pasadas.
-Y lo haces sin esconderte. En el seno del feminismo siempre hubo un dilema con mostrar el cuerpo.
-Creo que lo importante es sentirte segura contigo, y saber que tu cuerpo o cómo te vistas no define tampoco el pedazo de artista que eres. Yo apoyo muchísimo a Anitta cuando dijo si las mujeres que muestran sus culos en sus redes sociales no merecen respeto. Porque creo que la desinformación de los hombres sobre el mundo feminista es tan notorio… Al final también es culpa de la gente por no querer informarse sobre el feminismo. Apoyo completamente sus palabras, y creo que las mujeres somos libres, tanto siendo artistas como sin serlo, de poder ponernos lo que nos dé la real gana y cantar lo que queramos, siempre y cuando nos sintamos seguras y empoderadas con nosotras mismas, y nos respetemos entre nosotras. En esta industria así debe ser, y creo que no venimos a competir, sino a apoyarnos.
Salí de una depresión muy ‘heavy' y lo primero que se me pasó por la mente fue escribir música
-¿Algunos de vuestros compañeros hombres contribuyen a ello?
-Es una ironía que un chico, como hizo Arcángel con Anitta, quiera criticarla diciendo «quieres que te respeten como mujer, pero te pasas enseñando el culo», cuando en su videoclip se ven tías enseñándolo, que también están haciendo su trabajo y son bellísimas. Pero es que es muy irónico, es ponerte un poco la soga en el cuello y decir: «Tío, ¿de qué vas?». Me descojoné con esta historia.
-España te conoció como actriz en «Élite» encarnando a Lucrecia, pero ahora arrasas como cantante.
-No dejo ninguna faceta por la otra. No puedo vivir sin actuar ni sin cantar, sin ninguna de las dos. Son más bien etapas de vida, ciclos, y yo ahorita necesitaba darle la oportunidad a mi música y a aprender cómo funciona la industria. Eso al final requiere mi cien por ciento y mis veinticuatro siete. Me la veo componiendo todos los días, generando videoclips, de aquí para allá. Ahora con la pandemia, a pesar de haber estado en casa, no he parado de currar. Y ha sido maravilloso, pero no puedo dividirme en dos. Por eso le he dado la oportunidad a la música, porque necesito darle el cien por ciento a las cosas, soy muy perfeccionista. En algún momento, cuando llegue algún otro proyecto de interpretación, lo haré siempre y cuando sea un reto para mí como artista.
-¿Dejaste la serie porque te sentías dividida, como una especie de Hannah Montana?
-Me sentía muy repartida, sí. Era estar a diario en plató durante el rodaje, interpretando un personaje que ya tenía yo construido desde un año y medio atrás. Y también lo hice porque buscar mi identidad como cantante era muy complicado para mí. Soy muy entregada, entonces no podía encontrar mi identidad como Danna Paola, la cantante, ¿me explico? Mi cerebro se crusheaba en ese momento y era como «a ver, ponte en cintura que hay que hacer esto». Era estar rodando, salir a poner una canción, estudiar la letra… Es complicado estar dividida, e interiormente soy muy workalcoholic y muy perfeccionista, de enfocar mi mente bien en una cosa. Ha funcionado, y me hace muy feliz haber tomado esta decisión de enfocarme en mi música, ya que ha ido brindando frutos.
-Es una decisión valiente. ¿Ahora dirías que has llegado a la élite?
-Yo creo que los sueños nunca se acaban, o sea, cuando tú crees que estás en la cúspide, se te acabó el sueño. Es algo que no quiero que me pase, al contrario. El seguir disfrutando del proceso es algo importante, y a mí me falta mucho todavía por construir, por vivir… que la vida me sorprenda. Voy también un día a la vez, trato de que no me dé tanta ansiedad el futuro en el cual estoy trabajando para lograr mis sueños. Hoy en día puedo decir que estoy muy feliz con lo que tengo, tanto en mi vida personal, en mi corazón, en mi música, en la interpretación… Lo más bonito en la vida es poder disfrutar de todo eso y de las pequeñas cosas también. El humano siempre tiene esta insatisfacción de querer siempre más, y por supuesto, nunca nos conformamos. Cuando logramos algo, uno tiene que pensar en la siguiente cosa. La vida misma es un juego, y eso me divierte y me motiva para seguir adelante: el ver que todo lo que estoy haciendo está funcionando. Y cuando no funcione, también, porque no se trata solo de la reacción de los demás, sino que yo también esté feliz con lo que construyo.
-Tienes 25 años y 30 millones de seguidores en Instagram. Un país entero te sigue cada día.
-Pues sí que lo pienso, pero tampoco trato de ponerme límites. Yo los social media los tengo también muy manejados, controlados. Para mí la salud mental es lo primero, y no dejo que las redes sociales me consuman o me pongan en una situación de ansiedad. Son una fuente de trabajo y también para compartir mi vida, mi día a día, lo que mi público quiere ver. Tengo muchos amigos, pero es que es muy loco, no se dice fácil. Yo no me esperaba esto, ni mucho menos, pero el número de seguidores no define tampoco la persona que eres ni hay que juzgar a nadie por su número de seguidores. Hoy en día también la industria funciona así, y yo no quiero ser de esos artistas que se definan por mi número de seguidores, sino también por mi trabajo. Hay que tratar de sobrellevarlo de la mejor manera, y lo poco que me queda de vida privada, se queda para mí.
-¿Aquí aprendiste a decir que no?
-Nosotros en Latinoamérica le damos veinte mil vueltas a las cosas. Quedas con alguien y le dices «el sábado nos vemos». Y te dice «sí, genial, ahí te veo». Y el mismo sábado es: «Oye güey, qué pedo, ¿nos vemos? Y es «jo, ¿es que te crees que me salió una comida con mi abuelita?». En vez de decir «¿sabes qué? No me apetece ir, quiero descansar». Eso en la vida lo vas a ver allí, no hay nadie cien por ciento sincero. Es algo que yo aprendí, a decir que no sobre lo que no me gusta, no quiero, no me parece o no me apetece. A mí eso me dio muchísimo poder. Y es algo que les admiro muchísimo a ustedes, porque mucha gente lo puede tomar muy borde, pero es supernecesario saber decir que no. Es liberador, obviamente sin ser soberbio. Aprendí muchísimo, porque yo al principio llegaba a pedir un café y decía «perdona, ¿me puedes poner un café con leche de soja?». Y era «no, aquí no trabajamos eso, no hay». Todo era no, no. Yo pensaba que era personal, que caía yo muy mal. Pero entendí que son directos, y es algo importante. Me pasó también con chicos, que yo pensaba «bueno, ¿y este de qué va? Pero lo más cool de todo es ser sincero y no hacerle perder el tiempo a los demás.
-¿Y qué tal este nuevo regreso a Madrid? Colgaste unas fotos con tus compañeros del reparto de «Élite».
-Esta vuelta a Madrid ha sido muy bonita. Yo es que cuando dejé Madrid estaba justo con la composición del álbum, había terminado Amor ordinario y dejé Madrid como supertriste, rota. Pero con lo de la pandemia y todo dije: «Voy a volver». Es que es mi segunda casa. Y regresé con otra manera de pensar, he vivido cosas maravillosas en el 2020, con gente increíble, y también en México, que era algo que tenía muy desprendido de mí. Así que regreso con mucha energía y con mucha plenitud. Ver a mis compis de aquí es muy bonito. Aunque pase un año, seguimos siendo los mismos. Y ahora voy a estar en Top Star, de Antena 3, que estoy contentísima de poderlo hacer. Va a estar muy cool.
-Entonces ya quedó atrás esa parte de la canción en la que dices: «Me lo arruinaste como a Madrid».
-Ese era mi pensamiento entonces, sí. Porque los sitios siempre te recuerdan a personas, es como cuando hueles algo y te recuerda automáticamente a alguien. Madrid siempre tuvo un recuerdo muy importante en mi persona, fue donde encontré mi yo de verdad. Fui más libre que nunca, también salí con el corazón roto. Pero una vez que pasas todo eso y vuelves un año después, pienso «bueno, valió la pena, estoy feliz». Y Madrid no se arruinó... sigue siendo Madrid.