Acaba de estrenar «Odio» en Netflix, el primer especial de comedia de la plataforma, y aunque él confiesa haber odiado en el pasado, dice que lo que ha vivido en el último año le ha servido para tener más empatía con la gente y aceptar lo que tenga que venir. «A bailar la música que te pongan, aunque sea reguetón», asegura, entre risas, Dani Rovira
12 feb 2021 . Actualizado a las 11:34 h.El malagueño está en racha. En los últimos meses ha grabado una película, Mediterráneo, el primer especial de comedia de Netflix, Odio, tiene un programa semanal en TVE, La noche D y ha cumplido 40 años. Todo eso después de que el pasado mes de marzo él mismo anunciara que le habían diagnosticado un linfoma de Hodgkin. Un traspié que le ha sacudido su filosofía de vida y que ha convertido la crisis de los 40 en un milagro. Aunque la enfermedad tenía buen pronóstico, en medio de una pandemia podían surgir complicaciones, por eso lo ha vivido «no con miedo, pero sí con muchísima precaución». Como buen amante de los animales que es, prueba de ello es la Fundación Ochotumbao que dirige con su pareja, Clara Lago, no le ha visto las orejas al lobo, sin embargo, confiesa que sí que se ha sentido «al de la guadaña muy de cerca».
-¿Cómo te encuentras?
-Estoy fuerte como el vinagre de cooperativa.
-Te va a fichar el Gobierno, negociaste muy bien con San Pedro.
-[Risas]. Pero no con Sánchez, sino con el San Pedro. Negocié, negocié, al final me puse fuerte y me llevé el gato al agua.
-¡Menuda recuperación, no has parado! Película, programa, el especial de comedia, «Odio», 40 años... Has hecho de todo.
-Sí, sí. Y un pódcast. Y fui al dentista que hacía mucho que no iba, y al oculista. Tenía muchas cosas atrasadas.
-¿Le has visto las orejas al lobo?
-Sí, sí que le he visto las orejas al lobo. Esta expresión, fíjate, cuando uno es animalista, se hace vegano y demás... con lo bonito que es el lobo, pero entendemos que sí que le he visto las orejas, le he visto la puntita al de la guadaña. No te voy a negar que lo que me diagnosticaron a mí tiene buen pronóstico en el 80 % de los casos, eso es superguay, pero que te entre algo así en mitad de una pandemia... Mi oncólogo me decía: «Dani, de este linfoma, tal y como estás y con tu edad, te vas a curar sí o sí. Si no lo tuvieras y pillaras el coronavirus, pasarías tres o cuatro días regular y también, pero claro, no hagas el combo». Como si yo fuera a la tienda y dijera: «Ponme el combo de...». Lo he vivido, no con miedo, pero con muchísima precaución, porque al final estás bajo un tratamiento muy duro, que te deja las defensas bajo mínimo, y si en unos de esos días el bichito me hubiera entrado... Ahí sí que está el de la guadaña mirando muy de cerca: «Eh, cuidado con el combo». He visto lo suficiente como para que me cambie el chip en muchas cosas.
-Esto te sacude de alguna manera, ¿sale un Dani distinto?
-Sí, te remueve. A mí me vienen imágenes como si sacudes un árbol de Navidad, y los adornos que no estén bien o que no sean necesarios se caen, y te quedas con lo esencial en tu escala de valores y de prioridades. Es como la pantallita de los aeropuertos que anuncia las llega-
das y salidas de los aviones, de repente hace tacatacatá y se cambia todo. A lo mejor las cosas que estaban en primera fila se han ido a la última y cosas que no estaban han aparecido.
-¿Qué sale de primero en tu pantalla en estos momentos?
-El disfrutar del ahora, que es la única realidad que tenemos todos. El pasado es importante, porque al final somos lo que somos por culpa de las cosas que nos han pasado, pero lo que viene mañana no existe. Estoy en esta filosofía de «ahora estoy contigo aquí, haciendo esta entrevista, disfrutándola y no hay otra realidad que no sea esta». Seguro que dentro de cinco minutos vendrá otro periodista, seguramente mañana llueva, pero hoy está nublado, parece que no va a llover, y pienso: «Vamos a disfrutar de esto». Eso no quiere decir que no sea previsor, claro que lo soy. Tengo la comida calentándose y no digo: «Lo importante es ahora». No, no apágala, que si no después va a haber un incendio.
-En estos meses, ¿has llegado a perder el sentido del humor?
-Nooo, nooo. A ver, supongo que igual que en la vida. Hay mañanas que te levantas con dolor de cabeza o has dormido poco, pero de manera total no. En 24 horas pueden pasar muchas cosas, pero no lo he perdido, aunque esto no lo tendría que decir yo, sino toda la gente que me ha acompañado en este proceso, que te dirían si lo he afrontado así o asá. Lo que sí que he hecho ha sido permitirme, permitirme estar como en ese momento estaba. No he hecho ningún trabajo por fingir que estoy bien para que fulanito o menganito no lo pasase mal. He estado muy en el ahora, si tenía el cuerpo hecho una mierda, con náuseas y me apetecía estar tirado en el sofá, pues lo he hecho. Pero incluso en ese momento igual me salía un chiste. Me venían: «¿Quieres no sé qué?», y soltaba cualquier tontería. Me ha servido mucho el humor para reírme yo mismo y para sacar una sonrisa de la persona que estaba delante preocupada por mí. Igual soltaba una tontería y me decían: «Ay, Dani no digas eso». «Pshh, déjame que lo diga si a mí me hace gracia». Me he aferrado al humor más que nunca.
-«Odio». Menudos días para dedicarle un espectáculo a Messi.
-Hostia, sí. [Risas]. Sí, eh... ¡Vaya movida!
-Dices en el espectáculo: «Yo he odiado hasta hace muy poquito».
-Sí, sí. Realmente lo que me ha pasado con este texto, que está escrito desde hace dos o tres años, aunque ahora que lo he retomado ha quedado prácticamente igual, pero sí que es verdad que ha cobrado como más sentido. También el haber pasado por lo que he pasado, te hace ser consciente de que a lo mejor no sentía odio, pero sí que he sido muy vehemente en muchas cosas. A lo mejor no es odiar, pero igual es no ponerte en la piel del otro o no tener un grado de empatía suficiente como el que estoy experimentando ahora. Sí, yo he odiado. He odiado a gente concreta y situaciones. Por ejemplo, esto le pasará a todo el mundo, pero hay momentos en los que no sabes muy bien cómo canalizar eso, si tienes un día de curro que no puedes más, estás agobiado, te entra un dolor de muelas, tienes media hora para bajar a los perros y justo en ese rato se pone a llover, pues te cagas en la puta. ¿De quién? No sabes. ¿De quién es la culpa de que me duelan las muelas, haya habido un atasco y de que en la media hora que tengo para bajar a los perros llueva? ¿Entiendes ese tipo de frustración? Igual no es odio, es no saber aceptar que si te duelen las muelas, tienes que bajar a los perros y llueve... Es lo que hay. Es más una actitud ante la vida, no resignarse, pero sí aceptar lo que viene. Bailar la música que te pongan, aunque sea reguetón. [Risas]. Perdón.
-También dices que te gusta rodearte de personas que digan «te quiero». ¿Tú eres uno de esos?
-Sí, y cada vez lo digo más. Me costaba mucho antes, porque basta que te hayas criado en una familia en la que no se dice, para que cueste más. En la mía ha habido mucho cariño y mucho amor, pero no hemos tenido la costumbre de decir del tirón: «Te quiero». Como te has criado en eso, cuesta salir de ahí, pero poco a poco vas aprendiendo que es muchísimo más valiente decirle a una persona que la quieres, y no tiene que ser el amor de tu vida o tu madre, puede ser una persona a la que le tienes cariño porque has compartido cosas. Hay niveles de querer a la gente, no hay que estar comparando: te quiero menos que a mi madre, pero más que al vecino. No, simplemente, «te quiero, tío», «me caes muy bien», «me importas», «eres importante para mí, te quiero» y ya está, no pasa nada. Eso me parece mucho más valiente que todas las toneladas de odio que se vierten, gente que suelta exabruptos por la boca, me parece de cobardes, de alguna manera es una forma de tapar alguna carencia o inseguridad que tiene uno dentro.
-Explícame el milagro de los 40. Dices que estás pa´comerte, la verdad es que se te ha quedado un tipín....
-[Risas]. Tipín... Pues estoy igual que antes, dos o tres kilines menos, pero es verdad que desde que sigo una dieta vegana, en los últimos dos o tres años sí que me he quedado un poquito más delgadito, pero estoy muy contento. Los 40 al final son como un punto de inflexión en tu vida, estás como en la mitad del partido, te planteas muchas cosas: ¿lo estoy haciendo bien? Estoy a tiempo de esto o ya he llegado tarde para lo otro... Te empiezas a rayar, a tener como una movida existencialista, y eso al final, se convierte en lo que todo el mundo habla: en la crisis de los 40. A mí con los 30 me pasó, con 28 años en mis monólogos ya decía: «Ahora voy a cumplir 30», pero dos años antes. Y esta vez igual. Pero en el momento en que pasó todo, la pandemia, mi enfermedad y un montón de cosas más, al final cumplir los 40 ha sido de lo mejor que me ha pasado en mi vida, cuando hace un año era: «Ay, la crisis de los 40», ahora piensas: «Joé, qué guay llegar a los 40». Cambia el discurso.
-Aquí, en Coruña, tienes un hermano del alma.
-Sí, David Perdomo me dice: «You are my brother from another mother», «eres mi hermano de otra madre». Tenemos una conexión muy especial. Nosotros nos conocimos hace diez años en Madrid, tuvimos una conexión brutal, pero a los cuatro meses de acabar el programa, David decidió volverse para Coruña, al final tienes que estar donde está tu gente y donde está tu trabajo. Han sido diez años de amistad, que no ha sido interrumpida, pero sí nuestros encuentros. Yo con él tengo una conexión muy especial, como si nos conociésemos de otra vida, y esta oportunidad que hemos tenido ahora de trabajar en TVE, la estoy disfrutando mucho, porque todas las semanas está en Madrid tres o cuatro días. Se queda en casa, compartimos... Efectivamente para mí David Perdomo es un brother from another mother. Es un hermanito elegido.
-¿De qué te sientes más orgulloso?
-Si algo me hace sentir orgulloso, la consecuencia es que duermo muy bien, y cuando uno duerme bien es porque de manera consciente sabe que está en paz con todo el mundo. Yo creo que lo estoy y que todo el mundo lo está conmigo, que yo sepa, si luego hay alguien que ahora mismo esté decepcionado porque he dicho o hecho cualquier cosa... pero como ahora mismo no soy muy consciente, estoy en paz. He podido cagarla, cometer errores, fracasar, pero todo lo que he hecho en la vida, lo he hecho con cariño. Yo siempre he dicho que en esta vida hay dos tipos de personas: los que vienen a pisar y los que han venido a dejar huella. Yo cada pasito que doy, creo que es una pequeña huella bonita. Estoy orgulloso del cariño que recibo de la gente de mi alrededor, porque estoy rodeado de gente muy bonita. Esto funciona por vibraciones, por frecuencias, y cuando tienes gente que vibra en una frecuencia muy bonita, entiendo que es porque la tuya es parecida. Estoy orgulloso de la gente que me rodea y que me quiere, porque creo que me los he ganado, y ellos pensarán lo mismo. Al final es simplificar, estoy rodeado de gente bonita que intento cuidar día a día.