Eduardo Torres-Dulce publica un detallado análisis del filme de John Ford
15 ene 2021 . Actualizado a las 10:05 h.Hay películas que marcan de por vida. En las Navidades de 1962, Eduardo Torres-Dulce Lifante (Madrid, 1950) vio por primera vez El hombre que mató a Liberty Valance en compañía de sus hermanos Miguel Ángel y Conchita, quien a sus 8 años se refería a la película como «Tipi Balas». Las entradas las costearon con los ahorros de pagas y aguinaldos -«nuestra isla del tesoro», rememora torres-Dulce-, un dinero que invirtieron hasta las últimas pesetas en ver repetidas veces la película de John Ford. Fueron aquellas proyecciones que plantaron una semilla, que ha ido creciendo con la lenta y silenciosa solemnidad de los árboles majestuosos, hasta aflorar en un libro: El asesinato de Liberty Valance (Hatari! Books).
El volumen, que ya se encuentra en las librerías, es una auténtica autopsia de un filme que gira en torno a un misterio que a su vez tiene como referencia un cadáver. Un análisis minucioso de todos los aspectos técnicos, desde el relato de Dorothy M. Johnson que Ford adaptó, el guion, el rodaje e infinidad de detalles relacionadas con la interpretación, la fotografía o la música. Pero la formación como jurista de Torres-Dulce no ha pasado por alto el examen de los dilemas morales que plantea El hombre que mató a Liberty Valance, como tampoco quedó en saco roto la huella de su historia en aquel niño de 12 años que la vio por primera vez: Torres-Dulce apela a Savater y La infancia recuperada para ilustrar cómo los libros y las películas permiten «proyectar una vida en sueños» que se convierte en una «vida de repuesto». Una dimensión sentimental que se hace imprescindible en el filme de Ford, cuya narración fragmentaria «exige la participación emocional del espectador».
Diferentes lecturas
El asesinato de Liberty Valance propone múltiples acercamientos a una película que admite diferentes lecturas. «Puede entenderse como un wéstern noir o un thriller político, un melodrama amoroso o un ensayo sobre la Historia y la historia, la ley y la violencia. La riqueza de la película es que abarca todos esos géneros», escribe Torres-Dulce.
El autor acude a las mismas raíces de la historia, el relato que Johnson publicó en 1949 en Cosmopolitan y por cuya adaptación Ford pagó 7.500 dólares. El director trabajó con dos guionistas de ideas contrapuestas, Goldbeck -liberal- y Bellah -reaccionario-, para trasladar la narración a la gran pantalla, un tránsito que dotó a la historia de mayor lirismo y épica que sobre la página.
El elenco también merece un análisis minucioso en el libro, empezando por las dos estrellas, James Stewart y John Wayne. Torres-Dulce documenta las tensiones entre este último actor y Ford, para abordar también los trabajos de Lee Marvin y Vera Miles, además de una amplia galería de secundarios que son tratados con la minuciosidad a la altura del propósito enciclopédico del libro: 400 páginas que no dejan aspecto de El asesinato de Liberty Valance sin tratar.
La fotografía, con un blanco y negro casi «claustrofóbico», una decisión de autor frente a la popularización del color, merece también su propio estudio, al igual que cuestiones de narrativa y simbología. Por ejemplo, las secuencias de trenes en movimiento que abren y cierran el filme, o la impactante escena del ataúd, clave en la manera de contar de Ford, que huye de planteamientos retóricos y que muchas veces condensa en planos fugaces los auténticos significados. «En John Ford ningún plano es superfluo, ninguna secuencia puede entenderse aislada del conjunto armonioso, muchas veces sutil, aparentemente ambiguo, cuando en realidad es misterioso, por la compleja personalidad del artista empeñado en no revelar del todo su propósito, en reservarse, muy en el estilo de Henry James, una decisión que solo pertenece al narrador y aún más allá a los propios personajes del relato y a los espectadores cuando se adentran en la poesía de los planos», subraya Torres-Dulce.
Traidores y héroes
Localizaciones emblemáticas en la película, como el rancho o la escuela, ocupan varias páginas del libro, al igual que el uso de Ford de las elipsis, el tratamiento de los arquetipos del héroe y el traidor o el papel de la música en la narración cinematográfica. Todo un abanico de perspectivas sobre un clásico del cine que se completa con una biografía, cartas entre Ford y Dorothy M. Johnson y el relato original de El hombre que mató a Liberty Valance. Una declaración de amor, también, al cine, que solo puede acabar de una manera: con el rótulo «The End».