Silvia Abril: «Me he convertido en la biógrafa de mi hija de 7 años»

Virginia Madrid

CULTURA

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La actriz está radiante. Con dos pelis en cartelera, acaba de lanzar «Las fantásticas Hormiguets», donde su hija Joana es la protagonista. Es un «culo inquieto» que no va de superwoman. Y a hacer reír en casa, asegura, le «gana Andreu por goleada»

17 ago 2020 . Actualizado a las 13:49 h.

Se define como una tipa feliz, muy gamberra, disfrutona de las cosas pequeñitas de la vida y «sí, también soy una plasta. Venga, vale lo reconozco», nos asegura con su voz cantarina al otro lado del teléfono un caluroso día de agosto. Silvia Abril (Mataró, Barcelona, 1971) creció entre las bromas y los chistes de su padre: «En casa reinaban las risas y el sentido del humor». Hoy, ella y su marido, el cómico y showman, Andreu Buenafuente, contagian ese buen rollo a su hija Joana. «Andreu nos gana haciéndonos reír, por goleada. No para», dice. No le gusta hablar de éxito, sino de trabajo en equipo. Ni es ni quiere ser una superwoman, y a sus 49 años necesita retos para seguir aprendiendo: «Entiendo la vida como una aventura divertida; si no, menudo rollo», asegura.

-Tienes dos pelis en cartelera, un programa de radio y has publicado los dos primeros volúmenes infantiles de «Las fantásticas Hormiguets».

-La verdad es que estoy feliz. Estoy viviendo un momento profesional muy bueno, muy dulce y productivo. Esto es lo que ya se puede ver y disfrutar, pero además estoy preparando para otoño una obra de teatro para celebrar los treinta años de El Terrat con todos los compañeros que han participado en la compañía a lo largo de su historia. Está siendo muy emocionante.

-Has presentado la gala de los Goya, has hecho tus pinitos en «Masterchef», estás en cine y radio, y ahora te estrenas ante el público de la literatura infantil. Se te ve muy intrépida, ¿lo eres?

-Soy intrépida, un auténtico culo inquieto, un bicho, pero no soy una superwoman ni quiero serlo. Tampoco me gusta hablar de éxito, sino de trabajo y de dedicación a lo que me gusta y me motiva. Pero, sobre todo, la clave está en rodearme de gente estupenda y muy profesional que me va ayudando y aconsejando. Así ha sucedido con el equipo de la Editorial Beascoa y los libros de Las fantásticas Hormiguets, donde me he convertido en la biógrafa de mi hija Joana de 7 años y de su grupo de amigas. Dije: «¡Venga, adelante!, pero necesito vuestro asesoramiento y que me acompañéis en esta aventura».

-¿Necesitas los retos?

-Sí, muchísimo. Para seguir aprendiendo, para crecer profesionalmente, si no menudo rollo, ¿no te parece? Tengo 49 años y para mí la vida tiene que tener motivación, entusiasmo. Cada proyecto en el que meto la cabeza tiene que fascinarme, engancharme, porque al final todo eso se nota, se percibe en el resultado.

-¿Cómo han recibido tu hija Joana y su grupo de amigas el ver reflejadas sus peripecias en los libros?

-Joana está feliz. Disfrutando y presumiendo de ser la protagonista. Pero todavía no es muy consciente, porque solo tiene 7 años. En unos años, se dará cuenta de todo. Yo me pongo en su lugar y pienso: «Ojalá mi madre hubiese contado las travesuras que hacía con mis amigas en un libro». Sería lo más.

-¿Cómo surgen esas aventuras?

-Hablando mucho con mi hija, y una vez al mes me las llevo a todas a merendar, y ahí es cuando surgen sus batallitas. Han pasado ahora unos días juntas en un campamento y después hemos estado mayores y niños, todos juntos, y es en esos momentos cuando no les quito ojo. Siempre voy grabando notas de voz porque me ayudan mucho. Como por ejemplo: «Esa palabra la han repetido varias veces». Así, me voy organizando.

-El nombre de Hormiguets surge porque tu hija y sus amigas llevan tutús negros en clase de danza.

-Fue una iniciativa de ellas. Se quisieron vestir de negro en clase de danza y un padre dijo: «Parecen hormiguitas, porque son las únicas que van de negro entre tanto rosa y blanco». Y es que estas cuatro son muy punkis, son antiprincesas, que también es algo que me gusta mucho de ellas y que me interesa contar. Me gustan los libros de aventuras de niñas, pero en los que no tiene que haber un príncipe. Ellas son más mujeres de nuestra época, niñas que van a hacer lo que quieran en el futuro, ya que tienen potencial y cuentan con una educación a otro nivel. No hay niños y niñas y no hay colores para unos y para otros, hay igualdad.

-¿Estos libros han influido en la relación con tu hija?

-Sí, mucho. Nos ha acercado todavía más. He descubierto cosas nuevas. Me encanta saltar a la comba y jugar a la goma con Joana. Soy muy jugona.

-¿Tu infancia fue tan divertida?

-Sí, fue fascinante. Mi infancia tiene el aroma de los chicles a peseta, de las calcomanías que me pegaba en las manos; recuerdo las carreras de bicis, los juegos con mis primos, a mi perra Tula y las risas en el río. ¡Tenía una bicicleta Orbea verde que me chiflaba y con la que me escapaba por ahí! Los fines de semana los pasábamos en una casa de campo, que mis padres y mis tíos alquilaban en Dosrius, rodeados de naturaleza, y los niños disfrutábamos muchísimo. Y eso mismo es lo que quiero para Joana. Todas esas vivencias son inolvidables.

-Y tú, ¿eras de más de «Los cinco» o de «Los Hollister»?

-¡Ja,ja,ja! Yo era de Los cinco, me encantaban. No fui ni de Tintín ni de Astérix y Obélix. ¡Ah! También me gustaban los libros de Esther. La de horas que pasaba inmersa en las historias de aquella adolescente. Ese precisamente es mi objetivo con estos volúmenes, que se desvinculen de los móviles y las tecnologías y disfruten de leer, que su imaginación eche a volar.

-¿Cómo eras de niña?

-Pues fui una niña muy rebelde, muy guerrera. Las liaba pardas, la verdad. De las cuatro, yo era la que no paraba quieta. Cuando Joana hace alguna y lo comento con mi madre, siempre me contesta: «Así te haces una idea de lo que pasé yo contigo». ¡Ja,ja,ja!

-¿Creciste rodeada de risas o el buenrollismo llegó después a su vida?

-En casa reinaban las risas y el sentido del humor. Mi padre no paraba de hacernos reír. He sido muy afortunada, porque es una forma de encarar la vida muy sana y que te da mucha fortaleza, incluso cuando surgen dificultades y malos momentos. Esa lección de echarnos todo a la espalda y tirar adelante con optimismo y una sonrisa se lo debo a mis padres y es muy de agradecer. Jamás se echaban las cosas en cara o se hacían competiciones de reproches. Se tiraba adelante y punto. Eso sí, mi abuela Catalina era la reina en lanzamiento de zapatilla. Nadie la superaba.

-Y ahora, ¿quién hace reír más?

-Andreu, nos gana por goleada. Aunque Joana no se queda atrás. A veces le digo: «Tómate esto en serio, por favor». Y me mira y se ríe. No me extraña.

-¿La risa es entonces el mejor mecanismo de defensa?

-No sé si el mejor, pero sí el más sano. Cuando le quitamos peso a las cosas, las encaramos desde otra perspectiva. Y como madre estoy inculcando a mi hija que pierda el sentido del ridículo y se ría de sí misma, porque cuando eres capaz de reírte de ti mismo, nadie te podrá hacer daño. Saber reírse de uno mismo es fundamental para tener una buena autoestima.

-Vámonos al cine. Tienes dos pelis en cartel, «El superagente Makey» y «Padre no hay más que uno 2».

-Sí. Dos comedias muy divertidas y familiares para pasar un rato estupendo. Me gusta hacer cine, pero fíjate, te confieso que necesito sentir al público. Sus risas, su sorpresa, escuchar su feedback... y eso en el teatro es mágico. El saber que no se va a repetir es increíble y hace que cada función sea única y especial.

-¿Quién dirías que es Silvia Abril?

-Pues una tipa feliz, muy gamberra y atrevida a la que no le gusta hacerse mala sangre y que siempre ve el lado positivo de la vida. Disfrutona de las cosas pequeñitas y a la que le encanta ser agradecida con las personas. Y, como dirían en casa, sí, también soy una plasta. Venga, vale, lo reconozco.