Luz Casal: «No soy de piedra, pero si una frase mía le alegra el día a alguien ya me compensa»
CULTURA
Llega a llamar cada día a 50 personas, desconocidas todas ellas, a quienes ofrece su voz, sus palabras, su fortaleza y su consuelo. Un gesto de solidaridad con una profunda carga emocional
10 abr 2020 . Actualizado a las 09:48 h.Desde hace un par de semanas, Luz dedica buena parte de su confinamiento a hablar por teléfono con desconocidos. Porque como ella escribió en una canción, «sobran sentimientos», pero a veces faltan palabras. Puede llegar a llamar a 50 o 60 en un día. Personas de todas las edades y procedencias y que se enfrentan a todo tipo de situaciones. Reconoce que la experiencia es una de las más gratificantes de su vida. Pero también que ya le empieza a pasar factura emocional. «Una no es de piedra, pero saber que una frase tuya de ánimo le haya podido alegrar el día a alguien o que ha reconfortado a una persona a cuyo marido acaban de llevar al hospital es una recompensa fantástica. Ya me compensa».
-¿No hará falta ayudarla emocionalmente a usted después de esto?
-Espero que no, espero ser lo suficientemente fuerte. Y por suerte yo siempre tengo el escape de la música, que es un alivio.
-En alguna ocasión le he escuchado decir que su orden de preferencias es cantar, luego escribir y, por último, hablar. Sin embargo ha optado por esto último.
-Sí, así es. Es que el confinamiento me ha pillado fuera de mi residencia habitual. Aquí no tengo siquiera un piano y cantar a capella me parece un recurso demasiado simple. Me parecía poco. Y escribir lo entiendo como algo íntimo y solitario. Así que pensé: «¿Qué puedo hacer más?». Y me pareció que hablar con la gente era una manera más entregada de aportar algo.
-¿Qué mensaje les traslada?
-Procuro escucharles mucho porque la que llama para interesarse por ellos soy yo. Pero al tiempo siento que mi llamada tiene que servirles para algo, por lo que hay una cosa que siempre les digo, y es que no sabemos la fortaleza que tenemos hasta que llega a nuestra vida un momento duro. Cuando eso sucede acude a nosotros una fuerza que nunca imaginábamos ni nunca antes había aparecido. Eso les digo, sobre todo cuando hablo con gente que está viviendo un gran drama. Y te aseguro que he oído muchos. He pasado de leer historias en libros a leerlas en directo de la vida de las personas.
-¿Cómo selecciona las conversaciones que está publicando a través de sus redes?
-Publico las que me parecen más alentadoras. Los dramas, esos que son duros hasta la lágrima, no los pongo.
-En «Días prestados» dice que «estamos aquí de paso, en un viaje hacia un fin marcado». ¿Es algo que perdemos de vista en demasiadas ocasiones?
-Sin ninguna duda. Ese es uno de nuestros problemas. Que creemos que nuestra vida es infinita, que somos invulnerables. Y no, para nada. Afortunadamente esa fue una lección que yo aprendí muy de pequeña. Tenía unas coletas enormes todavía. Y esos valores, o llámalo como quieras, me han servido de mucho para andar por la vida. A mí no me gusta nada perder el tiempo, no solo porque tengo mucha ambición, mucha curiosidad y muchas ganas de hacer cosas sino porque sé que de un segundo al otro se puede cortar esta maravilla que es vivir.
-¿Cree que de esta aprenderemos la lección?
-Espero que sí. Espero que al menos durante un período seamos conscientes de que podemos vivir sin muchas cosas que creíamos imprescindibles y que, sin embargo, hay otras que ahora hemos descubierto que son mucho más importantes. ¿Cuánto nos va a durar eso? Eso no lo sé. Ya llevamos muchos días encerrados y confío en que, quien más quien menos, habrá hecho algún tipo de reflexión personal que tenga que ver con su carácter, sus propósitos, sus infamias y también con las partes buenas y positivas de su persona. Malo será que de eso no se aprenda algo, ¿no?
-Cuando superó por segunda vez el cáncer dijo que lo que cura es la ciencia, pero que la música ayuda. ¿También en este caso?
-Claro, es la ciencia la que cura. Pero también sabemos, por ejemplo, que si a un enfermo de alzhéimer le pones una canción que ha sido parte de su vida, reacciona y deja de ser un ser inanimado. La música es un alimento. Para mí es un alimento esencial. No solo porque es mi manera de relacionarme con el resto de los mortales sino porque yo necesito escuchar música, sentir las emociones que me provoca. Efectivamente una enfermedad la curan los científicos, los investigadores y los sanitarios pero la música ayuda, sin ninguna duda.
-¿Cuáles están siendo sus canciones sanadoras durante esta pandemia?
-La lista sería interminable. Tendríamos que ocupar cuatro páginas para decirte todo lo que escucho. Además, en un solo día paso de escuchar a Ella Fitzgerald a revisar las canciones Luis Eduardo Aute o a hacer ejercicio con los Nocturnos de Chopin. No hay una sola canción que me represente. Ni siquiera las mías.
-¿Está siendo capaz de componer o de escribir en este momento?
-Acabé una canción justo antes de que se decretase el confinamiento y tengo otro par de ellas bien encauzadas. Pero fue empezar esto de las llamadas y verdaderamente no hago otra cosa. Mi vida en estos días queda sintetizada en mi relación con los demás. Y no solo durante el tiempo de las llamadas sino también las horas previas y las posteriores. Me lleva bastante asimilar todo lo que he escuchado. Así que sí, he escrito alguna cosa pero apenas nada, un verso, una melodía que de repente dices «uy, parece bonita», pero se quedan ahí, como arrinconadas.
-Todos coincidimos en que nuestras vidas no van a ser iguales a partir de esta situación. ¿Cree que esto tendrá también reflejo en su música?
-No tengo ni idea de cuánto puede influir en mi música un determinado episodio de mi vida. En los dos momentos duros de mi existencia, cuando padecí los dos cánceres, hice dos discos. En uno, el que se tituló Vida tóxica, sí que había letras y dibujitos que tenían que ver con aquel período de tratamiento. Pero el otro, La Pasión, estaba dedicado a la música popular latinoamericana. Ya me dirás qué relación tenía aquello con mi estado físico. Ninguna. Por eso no tengo ni idea de qué pasará con mi música después de esto.
-A Esperanza, una mujer de 94 años con la que habló esta semana, le preguntó si se maquillaba y se pintaba los labios para estar en casa. ¿Usted lo hace?
-Sí, sí, me pinto los labios siempre, aunque esté sola. Me veo mejor. Por eso me gustó saber que hay una persona mucho mayor que yo que hace lo mismo. No soy tan rara como consideran algunos amigos míos.
-¿Qué expectativas tiene respecto a la celebración del Festival de la Luz este año?
-Pues me preocupa porque sé que hay mucha gente que se está poniendo como objetivo ir al Festival de la Luz. Nosotros, a pesar de la situación tan anómala que vivimos seguimos trabajando con esa intención y cruzamos los dedos para poder hacer el festival este año también.