Pablo de Lillo: «Una galería es algo más que un lugar en el que se vende arte»
El creador, formador y galerista acoge la exposición «Breve catálogo de pensamientos y otros invasores»
La última crisis económica, que en 2008 segó miles de empleos y cuyas consecuencias siguen causando estragos, lo cambió todo. El impacto de la recesión se dejó notar en todo tipo de ámbitos. Y el arte, como destaca Pablo de Lillo, no fue una excepción. De hecho, desde entonces este campo ha vivido una especie de cambio de paradigma que «ha modificado la perspectiva y también la forma en que se produce y se difunde».
Un cambio de tendencia al que se ha subido el ovetense Pablo de Lillo, que ha convertido su local de la calle General Zuvillaga en toda una referencia. «Trato de que todas las constricciones que los artistas tienen en otros lugares y otros ámbitos las liberen aquí», indica el galerista para explicar uno de los aspectos fundamentales de buena parte de lo que ocurre en su estudio.
Se trata de un espacio que suma ya más de año y medio de andadura y en el que se combinan la creación, la formación y la exposición. Porque como resalta el artista, que abrió este nuevo centro siguiendo el modelo de un colega alemán, «una galería puede ser un lugar en el que se venden objetos artísticos o puede ser algo más». De ahí la evolución del estudio clásico que tenía Pablo de Lillo hacia un proyecto más abierto y participativo. «Cuando la venta de arte baja hay que buscar nuevas fórmulas, aunque la ecuación es muy complicada», afirma este profesional integral que combina las facetas de creador, formador y galerista.
En el panorama local, cuenta, las galerías tradicionales han ido dejando hueco y conviviendo con otras como la suya, con un enfoque distinto. En ellas todas las funciones interactúan y puede darse el caso de «tener niños aprendiendo y viendo exposiciones a la vez». Además, Pablo de Lillo se esfuerza por exponer artistas locales y de otros de países como Francia, Estados Unidos o Alemania. Algo que permite enriquecer el panorama ovetense y que ha logrado un público muy diverso: «En las inauguraciones tenemos gente de 20 a 80 años, con una mezcla intergeneracional muy interesante». Y que permite también ver con otra perspectiva la producción local y acompañarla de lo que se está haciendo en otros lugares. Una comparación en la que tal y como defiende De Lillo, los asturianos demuestran su buen nivel y pueden mirar a los ojos y sin ningún tipo de complejos a sus colegas europeos.
Una variedad fundamental para tratar de revertir la caída de las ventas que se ha producido en los últimos años y que ha tenido un impacto especialmente negativo en las galerías alejadas de las grandes ciudades. La mayor parte de las transacciones, explica el artista ovetense, se realizan en ferias nacionales e internacionales como Arco, que se celebra en Madrid. «Hubo un tiempo en que cada generación compraba a sus artistas pero eso se ha parado», añade.
Por eso son tan importantes exposiciones como «Breve catálogo de pensamientos y otros invasores», comisariada por Cristina Ramos. Se trata de una asturiana afincada en Berlín que recibe de esta forma un hueco para expresarse y desarrollarse profesionalmente aquí. La muestra que dirige está a disposición de todos quienes quieran acercarse al estudio de Pablo de Lillo hasta el 30 de noviembre. En ella se aborda la convivencia de los seres humanos y el mundo vegetal y con ella se busca promover el talento y paliar el escaso apoyo institucional que vive el mundo artístico.
Un motivo que ha provocado también la unión de los galeristas ovetenses y asturianos en asociaciones que reclaman apoyo pero se alejan de «la vieja idea de la subvención». Tal y como explica Pablo de Lillo, se trata de conseguir que las administraciones ejerzan como facilitadores, impulsando el mecenazgo y favoreciendo la actividad de los espacios expositivos. Un apoyo que puede llegar de diversas formas y que debe servir para que no sea tan complicado sacar proyectos como el suyo adelante. «Deben mediar entre la sociedad civil y el mundo del arte», indica, mientras rechaza poner todo el acento en las administraciones: «La sociedad también tiene una responsabilidad con el mundo del arte. Y también yo asumo una parte al abrir un espacio como el que tengo en Oviedo».
Pero aunque desarrolle también otras facetas, no piensa en abandonar la producción y quiere combinarla con el resto de tareas de su nuevo rol. De esta forma, reconoce que «toda la gestión requiere un esfuerzo y roba tiempo y energías». Pero no renuncia a ayudar a otros a sacar todo el arte que lleva dentro o a mostrar y vender sus trabajos mientras sigue trabajando en su propia obra. Siempre dispuesto a aportar cada día al mundo artístico en general y al de los espacios de exposición no convencionales en particular. «A través de la galería o las clases también se puede dar una visión del arte», resume.