Asia Argento asegura en Sitges que «la vida actual apesta y el cine es como el atardecer, siempre vuelve»
CULTURA
En la sección oficial sobresale el largometraje «Daniel Isn't Real», perturbadora relectura de la dualidad de la obra clásica del escritor Robert Louis Stevenson «Dr. Jekyll y Mr. Hyde»
09 oct 2019 . Actualizado a las 08:49 h.Creo que la primera vez que identifiqué en una pantalla a Asia Argento fue en una de las películas de su padre, Dario. Se llamaba Trauma y pertenecía ya a la etapa de decadencia del cineasta. Pero de aquella proyección salí con la evanescente sensación de una epifanía. Sin duda, Asia Argento posee un magnetismo icónico solo al alcance de los elegidos. Y una mirada de animal herido, de personaje convulso al que basta con poner ante el foco para que desgarre verdades incómodas.
Podría Asia Argento haber dominado el cine europeo (nunca me la imaginé en Hollywood aunque llegase a filmar un blockbuster con Vin Diesel) de las tres últimas décadas. No quiso o le pasó factura el aura de profesional conflictiva en el plató de rodaje. Pero aun y con todo, este tiempo -ahora que anuncia que está semirretirada de la profesión- ha dado para que nos legue apariciones indelebles bajo la batuta de Abel Ferrara -New Rose Hotel-, de Patrice Chéreau -La reina Margot-, de Sofia Coppola -María Antonieta-, de Olivier Assayas -Boarding Gate- o de su gran amigo Bertrand Bonello en De la Guerre.
Premio Méliès de Oro a una carrera para Asia Argento
La hallamos ahora -se encuentra en este festival desde el domingo- y no termino de creer que no exista un retorno suyo a la composición de personajes hondos. Que la mirada de infinidad de autores no busquen el desafío de situar a Asia Argento para hacer restallar la pantalla de pulsiones de visceralidad como las que ha generado pese a su filmografía irregular.
Este festival le entregaba el premio Méliès de Oro a una carrera -tiene solo 47 años- y la actriz no concedía entrevistas, ni siquiera rueda de prensa. Solo un encuentro coordinado por el festival.
Los dos últimos años han asestado zarpazos a Asia Argento como personaje público. Su militancia en el #MeToo se visualizó urbi et orbi en la gala de clausura del certamen de Cannes del 2018, en la cual, sobre el escenario del Grand Palais, denunció que en aquel mismo festival ella había sido violada por el depredador Harvey Weinstein.
Aquella intervención tuvo un inesperado segundo acto cuando Argento fue acusada de abusos por Jimmy Bennett, actor de 17 años con el que había trabajado. No sé si esa situación demoledora es la que la lleva ahora a decir que «la vida apesta y el cine es como el atardecer, siempre vuelve».
Pero, a la postre, ogros como el miserable Weinstein y probables oportunistas como el joven Bennett han surgido de esa pecera donde moran pirañas y peces globo en el irredento ambiente de caza de brujas que parece ser consustancial al star-system o a lo que queda de él.
Buen nivel de cine fantástico
En la sección oficial de esta 52.ª edición continúan llegando las buenas noticias con obras que amplían los horizontes del género fantástico. Caza de brujas pero en sentido literal es la que ocupa la médula narrativa del filme australiano Judy & Punch, de Mirrah Foulkes, una ópera prima más de las que abundan en la cita barcelonesa.
La película sitúa en el siglo XVIII una trama de compañía de titiriteros comandada por un alcohólico, maltratador y delator de falsos herejes. Y Judy & Punch juega la baza de un feminismo narrativamente no protésico pero tampoco sutil, sobre el cual cabalga Mia Wasikowska.
Crescendo angustioso
Mucho más personal es Daniel Isn't Real. En la que el realizador norteamericano Adam Egypt Mortimer desarrolla los perfiles esquizoides de lo que es una relectura del clásico de Stevenson Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Y lo hace con un acercamiento a la figura del amigo invisible, que a lo largo de los años se va oscureciendo progresivamente en ese fantasmal tête à tête, hasta generar un crescendo angustioso que nunca pierde pie con la realidad pero que acierta a moverse, sinuosa, en ese confuso y pantanoso duelo con uno mismo y sus duplicidades que es la esquizofrenia.
«Synchronic»
Synchronic es la tercera película que codirigen Justin Benson y Aaron Moorhead. Propone un escenario de viajes en el tiempo más centrados en elementos sensibles que en panoplia de efectos especiales. El actor afroamericano Anthony Mackie -lo identifico de películas reseñables como Detroit o Seberg- es un paramédico cuyo contacto profesional con un reguero de cadáveres asociados a una nueva droga de consumo legal lo lleva a descubrir cómo la virtualidad de moverse a través de los siglos es algo así como dejar que una aguja pinche un vinilo de Debussy.
Y en esas coordenadas de mélodies poéticas asociadas al fantástico, Synchronic maneja materiales preciosos -que parece que la van a acercar a obras maestras como Días extraños o Soylent Green- que no termina de saber mover más allá de unas premisas no desmarcadas del cine mundano.