Gracias Calamaro, todos queremos seguir jugando

CULTURA

Concierto Calamaro
Concierto Calamaro Andrés Calamaro

03 jul 2019 . Actualizado a las 12:41 h.

Andrés Calamaro se vació en Gijón ante un público totalmente volcado y enganchado al músico argentino. Porque a este genio bonaerense no se le va a ver, sino que se le espera. En estos tiempos en los que la moral y lo políticamente correcto nos asfixia, Andres es una estampa de otro tiempo que siempre lleva por bandera la libertad y el arte. El Salmón saltó al escenario del Metrópoli totalmente de negro, como las entrañas de Asturias, y un pañuelo de McQueen a modo de bandana. Arrancó el concierto con Alta suciedad: tan Andrelo como siempre, más genio que nunca.

Al poco, ya se había despojado de su americana y remangado su camisa, empezaba a cargar la suerte. Sentado frente a su teclado, quieto, muy quieto pero eléctrico, entregándose, llevaba a ese miura que es el público asturiano con la cabeza bien baja y pegado a su capote. Levitaba AC en el escenario como un día lo hizo Carlos Oroza saliendo del Café Gijón.

Suena Cuarteles de invierno. Todos los allí congregados cantan y se dejan llevar por la música. Una chica con camiseta de tirantes salta y grita las letras de las canciones; sus poros abiertos y abultados permiten ver su leve vello rubio erizado. Se gira y besa a su novio: la canción se acaba, pero el beso es eterno. Todo está siendo perfecto, y aún no ha salido Jorge Ilegal, que calienta entre bambalinas. También está allí, en la retaguardia del escenario, cubríendoles las espaldas a sus dos hermanos de sangres, el mongol Edu Galán, que no se pierde una.

Calamaro interrumpe la liturgia del concierto para leer unos versos que escribió para Gijón mientras contemplaba San Lorenzo desde su hotel. Esa playa que para muchos es el verano, donde uno siempre vuelve a la infancia o a los primeros amores donde todas las chicas lucen morenas, el pelo color champán y los ojos grandes y claros como el mar en Tulum.

Pisa el escenario Jorge Martínez pertrechado con una guitarra eléctrica y guiado por una ovación. Con un dominio absoluto del instrumento y valiéndose de un largo y acojonante solo de guitarra, el de Ilegales, hace que todo suene y sea mejor. Jorjón y Andrés Calamaro compartiendo escenario, den gracias a la vida.

El éxtaxis, el orgasmo generalizado, llegó en el tramo final cuando cantó algunos de sus temas más conocidos, y que para muchos forman parte de la banda sonora de su vida: Estadio Azteca, Paloma o Flaca. Todos queríamos seguir jugando.

Más de dos horas encima del escenario y un concierto que será recordado, archivado en la memoria de los allí congregados como se guardan las buenas faenas. El Espíritu Santo no se aparece en los vídeos, por eso había que estar en Gijón viendo a Andrés Calamaro Massel.