En la segunda temporada las protagonistas se ven amenazadas por una investigación del FBI
30 jun 2019 . Actualizado a las 09:40 h.El crimen es como una droga. Y muy adictiva. Ya lo habíamos visto con el grandísimo Walter White (Bryan Cranston) en Breaking Bad y ahora, con un tono más fresco y humorístico, es la idea que impera en la segunda temporada de Chicas Buenas.
Beth (Christina Hendricks), Ruby (Retta) y Annie (Mae Whitman), que en la entrega pasada atracaban un supermercado, ahora se ven amenazadas por una investigación del FBI que las apunta como cómplices de una banda de pandilleros especialistas en blanquear dinero. Harán todo lo posible por salvarse de la cárcel.
Por momentos se abandona el humor y las chicas buenas se vuelven más malas que nunca. En especial Beth, que se ve tentada a convertirse en la líder de su propia organización criminal, aun a riesgo de perderlo todo, familia incluida. En los primeros capítulos parece que los guionistas están alargando la serie por facturar 13 episodios más en Netflix, pero conforme avanza la historia, se vislumbra un guión bien hecho y con sentido. Hasta los últimos cinco minutos del capítulo final. Los creadores prefirieron optar por un giro de guion desmontando la motivación principal de las protagonistas a lo largo de toda la temporada para dejar un hilo del que tirar en la próxima entrega.