
La artista ovetense expone una videoinstalación en la Fundación Miró con música de Steve Reich
14 jun 2019 . Actualizado a las 18:25 h.La artista ovetense Beatriz Caravaggio conmociona al espectador con la videoinstalación, «Different Trains», que hasta el 6 de octubre se podrá ver en la Fundación Miró, una reinterpretación con imágenes de la pieza musical del mismo nombre, compuesta en 1988 por Steve Reich sobre el Holocausto.
El compositor norteamericano, uno de los pioneros del minimalismo, creó esta innovadora obra, de tres movimientos y unos 27 minutos de duración, a partir de los recuerdos que tenía de sus viajes en tren entre 1939 y 1942, con apenas tres años, entre Nueva York y Los Ángeles, tras el divorcio de sus padres, y los contrapuso a los viajes que realizaron en ferrocarriles, como «bestias de carga», las víctimas del nazismo en, prácticamente, el mismo periodo.
A partir de un encargo de la Fundación BBVA en el año 2016, la realizadora Beatriz Caravaggio puso imágenes a esta música, utilizando la interpretación «canónica» de Kronos Quartet, el grupo que este año protagonizará la jornada inaugural del Festival Grec.
Caravaggio, antes de proyectar la pieza, ha comentado este viernes en rueda de prensa que para pergeñar la videoinstalación se documentó profusamente sobre los trenes de transporte de judíos a los campos de exterminio, a la vez que hizo una tarea de búsqueda de imágenes de archivo, tanto de esas locomotoras como de los lujosos trenes que cubrían Estados Unidos de punta a punta en la primera mitad del siglo XX.
Tampoco olvidó en todo el proceso de creación que Reich compuso la música teniendo siempre presente que él, por ser de familia judía, hubiera podido ser, de vivir en Europa, uno de los niños transportados en los «trenes de la muerte».
En 2017, tras visionar la pieza, el mismo Steve Reich la calificó de «brillante» y «merecedora de ser vista por sí misma y como medio de intensificar la escucha de 'Different trains'».
Caravaggio ha comentado que ha apostado por dividir la pantalla en tres partes, en una suerte de tríptico, igual que hizo un pintor como El Bosco en «El jardín de las delicias», porque eso le permite a lo largo de los 29 minutos que dura el trabajo «usar la desincronización».
También porque pensaba que la pieza «debía ser exhibida en una pantalla grande, lo que ocurre ahora en la Fundación Miró, que permite que el espectador haga una inmersión en las imágenes».
La obra empieza mostrando la naturaleza y los paisajes, incluso bucólicos, de la llanura norteamericana, el lujo del interior de los trenes estadounidenses, así como el «baile» entre diferentes cruces de vías, pero en el segundo movimiento las imágenes ya se centran en «un tren lleno de judíos, marcados», en el campo de deportación holandés de Westerbork, donde recaló alguien como Ana Frank, antes de su traslado a Bergen-Belsen, donde murió.
Al final de la videoinstalación, las imágenes se mezclan y se contraponen, en una «memoria emotiva de los acontecimientos», hasta mostrar el viaje a América de algunos de los supervivientes de los campos de exterminio. EFE