László Nemes: «A veces, la historia con mayúscula sucede en el corazón de las personas»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Nemes ganó el Óscar y el Globo de Oro por su primer filme, «El hijo de Saúl»
Nemes ganó el Óscar y el Globo de Oro por su primer filme, «El hijo de Saúl» Ildi Hermann | Laokoon Filmgroup

El director húngaro sitúa la historia de su nuevo filme, «Atardecer», en una Europa en vísperas de destruirse a sí misma en la Gran Guerra

13 ene 2019 . Actualizado a las 09:27 h.

Con su primer largometraje, El hijo de Saúl, László Nemes (Budapest, 1977) ganó en el 2016 el Óscar y el Globo de Oro a la mejor película extranjera. El director húngaro se adentraba en los campos nazis desde una perspectiva singular, apostando por una limitación de la subjetividad que evidenciaba lo imposible de aprehender la totalidad del horror del Holocausto. Su segundo filme, ya en cines, retrocede hasta la víspera de la Primera Guerra Mundial. Atardecer relata la desazón de una joven que llega a Budapest procedente de un orfanato para intentar trabajar en la sombrerería que perteneció a sus padres biológicos, donde se encuentra con secretos familiares y una realidad sombría y amenazadora. Nemes vuelve a recurrir a un movimiento de cámara que sitúa al espectador junto a la protagonista, interpretada por Juli Jakab, en su búsqueda.

-Esa forma de rodar aleja la narración de «Atardecer» de la de otras películas de época...

-Sí, me interesaba acercarme a los filmes de época con una perspectiva diferente. Me atrae la historia porque creo que los retratos que se hace de ella en las películas son cada vez más convencionales. Los personajes siempre están haciendo algo y ya sabemos, de forma retrospectiva, la importancia de determinados acontecimientos. Pero creo que la historia no funciona así. Cuando los estás viviendo, los sucesos que moldean el destino de la humanidad son más difíciles de ver. La historia con mayúscula muchas veces tiene lugar en la oscuridad y, a veces, en el corazón de las personas. Con esta película, igual que con la anterior, quería narrar el nacimiento de un período, en este caso el siglo XX, a través de los ojos del personaje principal e incorporar todas las limitaciones de la percepción humana. Creo que el cine se deja atraer con demasiada facilidad por una representación objetiva de las cosas. Siempre tienes una distancia, una perspectiva, una comprensión, pero no las limitaciones de la experiencia subjetiva. Creo que el cine puede hacer mucho más.

-Sitúa al espectador junto a la protagonista para descubrir lo que ella al mismo tiempo.

-El lugar y el tiempo a veces se pueden compartir con la protagonista, lo que lo convierte en algo muy orgánico en términos cinematográficos, y no de una forma convencional. Sé que el público se ha acostumbrado cada vez más a acercamientos estandarizados, y esto se debe a la televisión y a Internet, que han tenido un impacto increíble en el cine. Las películas deberían ofrecer más resistencia y buscar formas y perspectivas más cinematográficas para el espectador, al que deberían sacar de su zona de confort.

-¿Podemos ver en el personaje a una alegoría de Europa u Occidente a punto de una catástrofe?

-Para mí, por encima de todo, es una persona. Mi visión de la historia es a través de los ojos de una mujer joven que descubre un mundo al que antes no tenía acceso. Es una extraña en ese mundo. Creo que fue decisivo el hecho de que mi abuela, que vivió ese período de entreguerras y oyó hablar de la contienda anterior, así como la Segunda Guerra Mundial, es un reflejo del siglo. Supongo que me dio una percepción muy instintiva de la vida diaria durante el siglo. La protagonista trata de desentrañar a través de una sucesión de capas lo que está ocurriendo. Cuanto más destapa, más capas se encuentra. Supongo que puedes encontrar un simbolismo en ello, pero lo que quería reflejar era el viaje de una persona.

«La verdadera destrucción puede ser invisible»

Atardecer concreta en Budapest las tensiones que vivía Europa a comienzos de siglo y que desencadenarían la Gran Guerra.

-En ocasiones recuerda a la caída del Imperio romano, cercado por los bárbaros, pero herido también por sus propias sombras.

-Sí, de alguna forma, sí. Pero el Imperio romano no cayó solo por las invasiones bárbaras, sino que ya se estaba debilitando desde dentro. Y creo que de alguna forma lo que pasó con la civilización del continente europeo antes de la Primera Guerra Mundial estaba tan segura de sí misma, y tenía un poder increíble, pero también, en la cúspide de su sofisticación, tenía sus flaquezas. Ese poder y esa fuerza no se pueden separar de las tendencias suicidas de lo que condujo a aquella catástrofe. Tienes que indagar en el corazón de la humanidad para averiguar qué pasó.

-¿Y qué lecciones podemos extraer para esta época con viejos y nuevos fantasmas?

-Creo que pensábamos que de alguna forma la democracia suponía el fin de la historia. Todas las señales que están ahí nos lo enseñan. Si examinas la historia, el cambio de siglo en 1900, cada vez que pensábamos que lo teníamos todo bajo control, todos esos malos instintos regresaban y estallaban en violencia. Podemos engañarnos a nosotros mismos, pero dentro de la mente humana hay mucho apetito por autodestrucción. Es algo de lo que debería hablarse más. A veces nos dejamos arrastrar por las noticias del día a día y perdemos la perspectiva real del poder del arte en nuestra civilización. Creo que de eso trata la película. La verdadera destrucción a veces es invisible y puede producir una destrucción masiva.

-Su debut largo ganó el Óscar. No sé cómo afecta eso a las expectativas de esta película...

- Esta vez no ganaré un Oscar porque no está entre las finalistas [ríe]. Creo que las películas se hacen y deberían hacerse para durar más de un año. Si dentro de diez años se considerase esta película como algo relevante y con algo importante que decir, para mí será suficiente. El cine cada vez apelas más y más a la satisfacción a corto plazo y estoy orgulloso de defender un resultado a mayor largo plazo.