La serie dirigida por Stephen Frears y protagonizada por Hugh Grant y Ben Whishaw envuelve en humor la crítica al poderoso
20 dic 2018 . Actualizado a las 20:12 h.Philip Larkin escribió en su poema Annus Mirabilis que en su país el sexo empezó en 1963, entre el primer álbum de los Beatles y el levantamiento del veto a El amante de Lady Chatterley. Sin embargo, el inicio de la despenalización de la homosexualidad en el Reino Unido no llegaría hasta 1967. Es en este período cuando se fraguó la relación sentimental entre el político Jeremy Thorpe y Norman Josiffe, un escándalo que le estalló al diputado en las manos cuando a mediados de la década siguiente se supo que había encargado el asesinato de su antiguo amante. Un episodio muy revelador de la sociedad británica y, especialmente, de algunas de sus obsesiones: sexo ilícito, abuso de poder, hipocresía política, la impermeabilidad del sistema de clases, la prensa sensacionalista como árbitro de la moral. Cuestiones, todas, que en manos correctas como la del guionista Russell T. Davies y el director Stephen Frears, ofrecen una materia prima narrativa excelente. Los tres episodios de A Very English Scandal sacan partido a todo ello de forma tan brillante como entretenida, añadiendo además a la receta la impecable ambientación histórica ?marca de la casa en las producciones británicas? y un sólido reparto encabezado por un Hugh Grant en estado de gracia en el reverso sombrío del galán al que nos tiene acostumbrados y un Ben Whishaw que da rienda suelta a su histrionismo a medida que avanza la trama, que no se olvida del ingrediente principal: la crítica al poderoso a través del humor.