
El poeta, profesor y crítico presenta en Cervantes «Mi vida es un poema», un volumen editado por SM que se dirige a los lectores jóvenes y reivindica la poesía hecha con palabras y temas de hoy
06 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Dice Javier García Rodriguez que alguien acaba de contarle que hace unos días se encontró con su último libro, Mi vida es un poema en el FNAC de Plaza de Cataluña junto a las autoras del boom juvenil del verso en España y los de modelos o cantantes que han decidido también comunicarse por ese cauce escrito: Marwan, Laura Escanes, Aitana Ocaña y su libro con coach literaria... Aunque el poeta, profesor, crítico y gestor cutural vallisoletano afincado en Oviedo sea de la quinta del 65, esa convivencia en los anaqueles tiene su explicación. Pero seguramente no vaya a repetirse en los de Cervantes, la librería ovetense donde presenta esta tarde a las 19,00 horas acompañado de Ángeles Fernández Bañón y Juan Carlos García un poemario en absoluto convencional, empezando por el hecho de que lo publica la editorial juvenil SM. Un poemario, en efecto, destinado ante todo a lectores tan jóvenes como las dos lectoras que recitarán hoy algunos de sus textos -Claudia García Morán e Iratxe Madiedo-, pero que evita los dos grandes males de cualquiera de estas operaciones aproximación: las concesiones o la condescendencia. María Herreros, una de las ilustradoras más reputadas del momento en España ilustra unas páginas donde cabe todo, lo liviano y lo grave, lo banal y lo pfofundo, y donde -como es frecuente en García Rodríguez- el humor y la ironía chisporrotean, pero siempre con un grado extremo de esa exigencia con el idioma y con la inteligencia que es también una forma de respeto extremo por el lector.
-¿Un libro de poemas para jóvenes? ¿Cómo se le ocurrió tal cosa?
-Tenía bastantes poemas hechos que a lo largo de los años he ido poniendo a prueba en distintos ámbitos académicos: visitas a institutos, colegios, facultades, talleres… De todo ese material, fui decantando hasta dejar un volumen que me parece que podía dirigirse más específicamente a esa población. Se lo mandé directamente a SM, aceptaron encantados después de considerarlo. Al fin y al cabo es un ámbito de riesgo para una editorial que no publica poesía, que con su Gran Angular y su Barco de Vapor tienen su terreno más que bien cubierto… Pero decidieron aceptarlo porque era una poesía que no sonaba a esa otra poesía que se está ofreciendo ahora de manera tan simplificada. Después de eso, he estado un año puliendo y ampliando temas de interés para llegar al público más variado.
-¿Y cómo lleva lo de la convivencia en la estantería con libros que están removiendo tanta polémica?
Me consuelo pensando que los que tabajan en FNAC no son críticos literarios y que mi libro, en ese expositor, es una especie de caballo de troya. Es una situación muy, muy compleja. Yo no puedo decir a nadie dónde tiene que colocar mi libro. Es verdad que es un libro publicado por SM, una editorial que trabaja en literatura juvenil, y ellos venden como un libro de poesía joven, etcétera. Pero evidentemente, yo sí que creo en la poesía como un discurso potente, serio, formalmente complejo, comprometido y muchas más cosas. Evidentemente.
-Pero nunca condescendiente o autocondescendiente.
-Yo no quiero ser condescendiente. Yo no me meto en la cabeza de los adolescentes, no quiero hablar como los adolescentes… porque tengo una edad y por mí han pasado muchas cosas y mucha poesía. Yo me limito a ofrecer un libro de poemas que creo que cualquiera podría leer sin ningún tipo de vergüenza, y en algunos casos con una profundidad y una complejidad que no he introducido en libros de poemas míos de esos que llamamos 'para adultos'. Aquí hay un discurso múltiple, de muchos tonos y estilos, de muchos grandes y pequeños temas que la editorial SM entiende que puede funcionar muy bien para ese arco. Pero, como descubrirán quienes se acerquen a él, no es un libro que venga a poner una tirita como podría esperarse. SM asume un riesgo grande aceptando temas, planteamientos, estilos, formas, tonos complejos, difíciles, pero que no renuncian -un poco a la manera de Italo Calvino- a que haya una ligereza. No todo tiene por que ser profundo en el modo de formularse. Hay también una ligereza en nuestro mundo contemporáneo que yo veo muy profunda a la vez. Aquí hay sonetos clásicos y una reivindicación de la leche del lenguaje y de la poesía. Y temas complejos. Ahora, no renuncio ni al humor, ni a la ironia, ni al hecho de que aparezcan en los poemas unas realidades que son las de los jóvenes pero que también son nuestras. A mí no hay nada que me moleste más que el sintagma ese de «en mis tiempos» o «en nuestros tiempos»… ¿Qué coño en tus tiempos? ¿Estos no son tus tiempos? Así que vengo a decir que estos también son mis tiempos, que son los tiempos de mi poesía y que esta es la manera en que quiero contarlo. Quiero pensar que ninguno de estos poemas se resentiría si estuviera en otra editorial.
-Hay en todo esto una reivindicación de la capacidad de la poesía para llegar a los jóvenes. Y una fe grande para no darlos por perdidos como lectores de cierto tipo de literatura.
-Es que no creo que sea así la cosa. La poesía es un discurso intemporal, o atemporal, pero también es un discurso en su tiempo. Esa dialéctica es tenebrosa, porque te pone en la tesitura de tener que decir con las palabras de hoy y respondiendo a lo de hoy, pero pensando en que eso que dices, las palabras con las que escribes, tienen que tener una durabilidad que la propia palabra no trae de fábrica. No quiero pensar que la palabra ha desaparecido; la reivindico de una manera absoluta. Pero eso no quiere decir que yo no utilice esa palabra para hablar de otras realidades como la televisión o los videojuegos o lo clásico transformado o los anuncios por palabras o lo que pasa con el amor en nuestros días…
-No ha necesiado de un 'coach' especialista en medios para escribir sobre ello, supongo...
-No, de hecho parte de mi trabajo académico pasa por el análisis y el estudio de los materiales de la narrativa audiovisual y del guión. Yo sé que los géneros literarios no son entidades absolutas: van mutando. Y creo que se puede añadir a todas estas cuestiones un poquito de sorpresa y de exigencia al otro lado. La exigencia no tiene por qué ser molesta. Yo quiero que los lectores jóvenes se exijan, pero se exijan diciendo: «Ostras, aquí resulta que había algo». Y a lo mejor no se les ha estado ofreciendo todo esto, que es algo que se puede hacer. Ya ves: este libro comienza reivindicando el hecho de que un diálogo de la película Espartaco debería ser un poema, y así se titula. Y la doy directamente.
-Es de los que lo aprovecha todo...
-Yo recojo todos los materiales que están a mi disposición, los recojo, los mezclo y juego con ellos. Entonces, no entiendo el romanticismo anquilosado pero tampoco me parece que haya que ser novedoso en todos los aspectos. Una amiga de Valladolid me decía el otro día: «Tu libro es como los programas de José Mota: cada uno pilla lo que puede». Me pareció que es verdad, que de alguna manera va dejando prueba de su existencia con el Verano azul y las series de su infancia, y al mismo tiempo está aquí y ahora y quiere llevar esto hasta donde pueda. A veces es molesto. El último poema trata del suicidio. Hay temas que no pueden ser dejados de lado.
-Está claro que hay en su actitud una pulsión del profesor, una intención didáctica hacia los lectores jóvenes. ¿También para los poetas menos jóvenes?
-Hay que estar donde hay que estar. Se puede ser ahora mismo poeta muy profundo pero con el lenguaje de nuestros días. No le quiero dar lecciones a nadie, pero creo que la poesía, cuando se cree tan poesía, tan género poesía, probablemente deja fuera la entrada de muchísimos materiales y de cruces genéricos que a mí me producen muchísima satisfacción: el apropiacionismo, el hacer que el lector muchas veces no sepa muy bien dónde está, si esto es o no un poema, que haya poema narrativos junto a otros absolutamente líricos, poemas muy graves junto a otros satíricos… Hay un poema, Pies métricos historia general que no me callo y que está dedicado a los callos de los pies que han ido pasando por la historia como huella de todos los que nos han precedido. Alguien me decía: «Pero eso es una broma». Es una broma pero no lo es. Pero nada de esto lo hago de una manera programática. Yo no quiero ser programático. Faltaría más.
-Vuelvo a la dichosa estantería de la FNAC. Al final, lo que hacen estos otros poetas juveniles o, pongamos, 'autores de versos que se pretenden poesía' según sus detractores, ¿es equivocar el tiro, renunciar a profundidad del lenguaje, ambición? ¿O es sin más otra vía?
-Son discursos distintos. El mercado, o la industria, ha decidido que si a eso se le llama poesía se queda con la parte mercantil y además con la aureola de discurso elevado y de prestigio. Manejan muy bien los conceptos. A mí no me incomoda que eso otro se haga. De hecho, en algunos casos viene bien, pero es confundir los términos. A mí, mientras esto sea como en Cervantes, cuando distingue entre la estantería para la poesía y otra para la otra poesía, vale. Luis Alberto de Cuenca habla de 'parapoesía', puede ser eso. Hay en ella una especie de adanismo y una gran necesidad de que se amplíen mucho las fuentes de las que se viene. Me imagino que es algo momentáneo, que durará lo que dure, pero también que es posible que haya llegado para quedarse. No voy a discutir todo lo que sea no impostar la voz, que alguien escriba como escribe convencido de que la franqueza es un valor poético; pero creo que hay otros valores poéticos muchísimo más amplios y que la gracia está en ponerlos en tela de juicio en vez de creérselos todos a la primera. El libro, de hecho, pretende que haya tal variedad que unos poemas incluso le quiten la razón a otros. Ahí es donde estoy cómodo.