La reportera mexicana sostiene que sin los medios el mundo viviría en una especie de siglo XI
19 oct 2018 . Actualizado a las 21:50 h.La reportera mexicana Alma Guillermoprieto ha advertido de que, sin un periodismo «poderoso», «bien financiado» y respetado por los gobiernos, «el mundo moderno, el mundo entrelazado, sería imposible» pese a tratarse de un oficio en el que «cuesta trabajo no solo vivir, sino sobrevivir».
«¿Cómo se enterarían ustedes de estos y todos los demás hechos y retos que ocurren fuera de su entorno inmediato sin nosotros, los reporteros?», ha planteado Guillermoprieto a las 1.300 personas que llenaban el Teatro Campoamor de Oviedo durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias 2018, informa la agencia EFE.
Para la mujer que narró desde las páginas de The Guardian la revolución sandinista, sin los medios el mundo viviría en una especie de siglo XI, «aislado cada quién en su villorrio o su castillo, igual de ignorantes los dos, convencidos de que son tan reales las sirenas como los rinocerontes».
Tras advertir de que cuando le notificaron de madrugada la concesión del premio de Comunicación y Humanidades tuvo el despertar «más raro» de su vida al considerarlo una noticia «imposible», ha dicho que luego supo que la Fundación que la galardonó es «un centro de tejido» que entrelaza francesas y españoles, estadounidenses y polacos, suecos y mexicanas «y un poco más al mundo». «Esto me parece una gran cosa, porque yo soy de las que cree en las matemáticas: en estos tiempos de división, juntos somos más», ha apuntado durante una intervención en la que ha tenido también un recuerdo para los 45 reporteros asesinados en el mundo este año «porque a alguien no le gustó lo que dijeron de él.
Así, ha recordado emocionada el asesinato hace año y medio de su «incaludicable» amigo Javier Valdez en la ciudad de Culiacán, cuna del narcotráfico de México, del que se enteró tras recibir en Madrid el premio Ortega y Gasset y que le hizo sentir «como si apagaran la luz del mundo» dado que esos asesinatos, «siempre impunes», no matan sólo a la víctima «sino a todos los que lo rodean».
«Matan a uno para intimidar a todos. Sin embargo, estoy aquí para decir que donde matan a uno, a la larga suelen surgir dos, o por lo menos otro», ha subrayado antes de emplazar a las nuevas generaciones de periodistas -«háganle, denle nomás»- a incorporarse a un oficio donde el peligro es mucho y se gana poco, pero en el que también se cuenta la historia del mundo «todos los días». Esa historia incluye a un niño en una empobrecida favela brasileña que se pone por primera vez su traje de carnaval, a un candidato presidencial «bien alegre» que baila huaynos «apretujando muy de cerca a una cholita con minifalda o a una caravana de madres que buscan en el desierto mexicano a sus hijos desaparecidos».
Y con ello, ha apuntado, los periodistas dejan constancia «de lo que otros quieren tapar» y se convierten «en el antídoto de las redes sociales con su inmediatez y su potenciación de la rabia». «Porque hacemos falta, porque sí se puede ver el mundo porque no podremos enderezar la historia, pero sí contarla y hasta ser heroicos. Porque el futuro de este oficio lo están inventando hoy los colegas que vienen llegando, y les aguarda un oficio generosísimo, que les ofrecerá tesoros a cada vuelta», ha señalado.
El día que supo que había sido premiada, ha recordado, supo que no le tocaba cargar sola con ese galardón «gigante» sino que se le daba como a una más entre muchos reporteros, y pudo celebrar el reconocimiento a un oficio «al que solo se entra con grandes sueños e ilusiones: ver el mundo, cambiar la historia, ser heroicos».
La autora de «La Habana en un espejo» ha cerrado su discurso con su agradecimiento a la profesión periodística, a sus cuarenta años de vida en ese oficio «vivida tan esforzadamente» y a sus colegas, los reporteros de a pie, y en particular a los de Venezuela, Nicaragua, México a quienes, ha subrayado, admira tanto.