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Hace seis décadas, el escritor padronés fue a buscar al pintor a Cannes para que colaborara en la revista «Papeles Son Armadans» y consiguió, además, su amistad
22 jul 2018 . Actualizado a las 08:43 h.«Queridísima Charo. Ante mi fracaso de ayer, hoy me presenté por las buenas en casa de Picasso, a las once y media de la mañana. Me costó mucho trabajo que me abrieran la puerta». Camilo José Cela -CJC, como le gustaba escribir- mostraba a su esposa su frustración en una nueva misiva desde el hotel Mont-Fleury, en Cannes (Francia). Era su base de operaciones, a la que llegó a principios de agosto de 1958 con un objetivo claro: hablar con Pablo Picasso para convencerlo que colaborase en Papeles Son Armadans, la revista que había fundado dos años antes en Mallorca. Quería realizar un número homenaje al genio malagueño y quería contar con su participación.
Picasso, sabedor de las intenciones de Cela por medio de Joan Miró, le dio largas. En cuatro cartas-noticiario, el escritor cuenta los avatares para poder llegar a La Californie, la villa donde vivía el pintor y su estado de ánimo. «No salgo, como poco, bebo menos y procuro estar en forma», escribe en el último hueco de la misiva. Gracias a la mediación del fotógrafo David Douglas Duncan y a la última mujer de Picasso, Jacqueline Roque, Cela tuvo su encuentro. Picasso no se lo puso fácil. Le invito a comer. «Se trataba quizá de la prueba decisiva, con ambos contemplándose y midiéndose de lejos», evoca su hijo, Camilo José Cela Conde. Su padre sorteó con acierto la primera dificultad. Con unas patatas fritas en la mesa, dijo a que no las comía si no se las daba «Pablito a la boca». El pintor, muerto de risa, accedió. Empiezan a aparecer grietas en su coraza.
La prueba definitiva discurre a continuación. Picasso se va a dormir la siesta, dejando una carpeta llena de dibujos, todos ellos firmados. Cela no cayó en la trampa. «Los dos se miraron, por un instante, midiendo cada uno en los ojos del otro hasta qué punto se había entendido el juego. Ambos sabían que si CJC hubiera cogido un dibujo, el que fuese, su visita habría terminado en ese mismo instante», cuenta el hijo del Nobel de Literatura en el catálogo de Picasso-Cela. Historia de una amistad. Colección Gabarrón, una exposición que muestra el germen y el desarrollo de esta relación y que se podrá disfrutar hasta el 11 de noviembre en el Muram (Museo Regional de Arte Moderno de Cartagena). Un viaje a través de un centenar de piezas. Cartas, libros, cerámicas, dibujos y grabados para entender el peculiar vínculo que nació entre dos de los artistas españoles más importantes del siglo XX.
Ocho dibujos originales
Las piezas expuestas pertenecen a la colección de la Fundación Gabarrón en un proyecto que cuenta con la colaboración de la Fundación Charo y Camilo José Cela. Entre las obras cedidas provenientes de los fondos Gabarrón, destacan ocho dibujos originales de Picasso, realizados con ceras de colores y dedicados a la familia Cela, y que están fechados el 11 de mayo de 1961, cumpleaños del escritor padronés. También hay 21 cerámicas, linografías, linóleos, libros ilustrados y afiches, que abarcan desde 1952 hasta 1969 y que muestran las relaciones entre las parejas Cela-Charo y Picasso-Jacqueline.
La última mujer de Picasso fue fundamental para que la relación fructificara, ya que ella se sentía muy cómoda con Cela. Otro muñidor de esta relación fue Tomeu Buadas. Hostelero y amigo personal del novelista, impulsó la creación de la revista -que terminó su andadura en 1979- e inició las Conversaciones poéticas en Pollença. Facilitó los encuentros entre los dos artistas, que prolongaron su vinculación laboral más allá de la revista homenaje planeada al principio. Esta salió publicada en abril de 1960, con artículos de Gabriel Celaya, Manuel Altolaguirre o Domingo García-Sabell, entre otros.
Dos meses después, Cela vuelve a visitar La Californie y le muestra la revista a Picasso; está tan contento que decide hacer unos dibujos para cada escritor. Cela le propone que su próximo libro sea sobre la historia de esos dibujos. Picasso contraataca y le ofrece uno con sus poemas y los dibujos del escritor. Sería el primer libro juntos, Trozo de papel, al que seguiría Dibujos y escritos (abril de 1961) y el libro más lógico: dibujos del pintor y textos del escritor. Gavilla de fábulas sin amor incluyó las ceras que hizo Picasso para el número extraordinario de Papeles Son Armadans.
En la muestra se pueden ver varios de estos ejemplares junto a dos obras de bibliofilia de Picasso (Les Déjeuners y Linogravures). «Tuvieron una profunda relación de respeto y amistad», señala, por su parte, Cris Gabarrón.