La reedición de la extraordinaria novela de José Avello, sucesora un siglo después de la ambición y el espíritu de «La Regenta», se presentó ayer en la librería Cervantes de Oviedo
18 abr 2018 . Actualizado a las 13:12 h.En un memorable encuentro con los lectores de Jugadores de billar en la Biblioteca Pérez de Ayala de Oviedo al autor de la novela, José Avello (Cangas del Narcea, 1943-Madrid, 2015), le preguntaron por qué su proeza literaria no había tenido continuidad. Respondió: «Si en una partida haces cien carambolas, para qué seguir jugando». La anécdota, rememorada ayer en la ovetense librería Cervantes por el también escritor Miguel Barrero -que estuvo presente en aquel acontecimiento literario-, transmite al menos dos ideas sobre Avello y sobre Jugadores de billar: la peculiar relación con la escritura literaria que el polifacético escritor y profesor de Cangas del Narcea y la clara conciencia del logro que albergaba su segunda, última y extraordinaria novela de 2001, que desde ayer busca reencontrarse con los lectores, rescatada y reeditada por la asturiana Trea. El acto programado en Cervantes congregó en torno a esta segunda vida de Jugadores de billar a su nuevo editor, Álvaro Díaz Huici, a los escritores José Antonio Mases, Miguel Barrero y Fernando Menéndez, y a familiares y allegados al autor, entre ellos su viuda, Milagros Gonzalvo y su hijo Jasón Avello; una ocasión de pura justicia para Díaz Huici, quien aseguró que nunca entendió muy bien por qué «una vez descatalogada no estaba en el mercado» la que, «como simple lector» considera «una de las novelas que más me impresionaron en aquellos años y una de las grandes novelas de la narrativa contemporánea española».
Esta restitución no es un gesto aislado. El editor gijonés anunció que a Jugadores de billar le seguirá, el próximo año, la repesca de La subversión de Beti García, que Destino editó en 1984, y la aparición de un especial de la revista cultural digital El Cuaderno dedicado a Avello en el que, además de un estudio sobre su obra capital a cargo de la profesora de la Universidad de Oviedo Elena de Lorenzo, se recuperan tres de sus relatos, dispersos hasta ahora en diversas publicaciones: todo ello, en un PDF descargable de forma gratuita. Todo ello para reparar lo que José Antonio Mases describió como «un injusto olvido» fomentado seguramente por «la sabia despreocupación del propio autor», y corregir «de una manera modesta el canon literario, a menudo reiterativo» para paliar «una ausencia, más que inexplicable, inadmisible», según defendió Fernando Menéndez, quien organizó y condujo aquel recordado encuentro en la biblioteca con Avello, seguido de una ruta por el Oviedo de Jugadores de billar; un acto que -recordó Milagros Gonzalvo- fue en su momento asumido por el escritor como «un reconocimiento en su tierra, hasta aquel momento el único», y que le hizo reconsiderar, por desgracia sin continuidad, la posibilidad de volver a la escritura.
Hubo plena coincidencia plena al ubicar Jugadores de billar en la brillante estirpe que arranca de La Regenta y pasa por Tigre Juan o Nosotros, los Rivero. Pero para José Antonio Mases, «lo que queda claro» es que, después de la obra maestra de Clarín, la de Avello «es la novela de Oviedo». La obra publicada «justo un siglo después» que su antecesora coincide con esta, según Fernando Menéndez, en incorporar «la figura de Oviedo como un personaje más, que juega un papel y que, a través del narrador, se expresa a veces de una manera terrible». Menéndez evocó la indagación moral «e incómoda» en la que «a través de un artefacto de ficción se hace mirarse en un espejo deformante a una ciudad encantada de conocerse a sí misma» como hizo Leopoldo Alas, pero también con una «nostalgia por el tiempo ido» que el poeta y activista literario ve más bien ligada con El gatopardo de Lampedusa.
Con todo, y aunque «es difícil desentenderse de la sombra de Vetusta», Miguel Barrero defendió que Jugadores de billar «desde el primer momento marca una distancia y trasciende esa referencia». Hay en Avello una capacidad de observación de la realidad que se equipara a la del mejor escritor realista, pero también más que eso. Como recordó José Antonio Mases, «el tono general nada tiene que ver con un realismo cerrado» y sí, «como otros han señalado con una atmósfera fluctuante entre realismo y simbolismo» que «se aleja del costumbrismo y la banalidad» con un talento concentrado y discreto que para Mases es equiparable al de Juan Rulfo. Lo mismo piensa Fernando Menéndez, para quien la novela de Avello «se salva del costumbrismo con una potencia lingüística tremenda» al servicio de la «ambición, calidad y complejidad» de una trama desplegada por un narrador «que asume los riesgos del narrador omnisciente».
Desde ese mismo ángulo, Miguel Barrero señaló que «en sí misma la novela es una partida de billar más un narrador omnisciente que es el tirador» que maneja los personajes y las situaciones como las bolas sobre el tapete, construyendo en esas jugadas literarias «un microcosmos que es un reflejo de Oviedo pero también del mundo». Las tiradas de esa gran partida están trazadas, para Mases, con una «sencilla prosa directa y expresiva, sin aspavientos ni ampulosidades» en la que el escritor ve «un parpadeo de Onetti, aunque con un lenguaje menos ensoñador, pero con la misma intensidad en búsqueda de una realidad colateral».
Hubo también coincidencia en resaltar en la disonancia de Jugadores de billar respecto a las tendencias y modas literarias del momento en el que fue escrita. «Es una novela muy oscura en una época dorada, la época en la que se estaba iniciando la posmodernización de la novela en España», apuntó Miguel Barrero, mientras que Fernando Menéndez defendió que Jugadores de billar es una novela «anacrónica como todas las grandes novelas», o lo que viene a ser lo mismo, «contemporáneas desde que se publican». También Menéndez recordó que autores como Isaac Rosa han incluido a Jugadores de billar en el listado de cuatro novelas decisivas en la mirada hacia los tiempos históricos en España con la guerra civil y sus secuelas de fondo, junto a La fea burguesía, Crematorio y Romanticismo. «Si no lo es, se acerca mucho a la novela total», concluyó Menéndez.