Viernes 13 en el Gijón Sound Festival

Paula Fernández GIJÓN

CULTURA

Crónica de una jornada para conjurar las fechas con mal fario con los directos de Fee Reega, Viva Suecia, Los Tupper, Kurt Baker Combo, y más

14 abr 2018 . Actualizado a las 18:01 h.

Aun con Mercury Rev acariciándonos el recuerdo del día anterior, y los ecos de Spacemen3, nos despertamos en un Gijón nublado y perezoso. Por la tarde, a eso de las cinco, en el Antiguo Instituto, se proyectó en una actividad paralela a los conciertos (recordemos todo el rato que el Gijón Sound Festival, no solo tiene sound, también hay teatro, hay poesía y cine), el documental Las más macabras de las vidas, dirigido por Kikol Grau, y presentado ayer por Martín Cuesta, programador del Festival Internacional de Cine de Gijón. Un repaso orgánico y real de Eskorbuto, la banda punk que desgarró pasiones y litronas. Con el título que homenajea su disco homónimo, lanzado en 1988 (hace ya treinta años, tantos como la que escribe), y quinto album del grupo. Acudió poca gente, pero entregada a la proyección. Más tarde, también en el Antiguo Instituto, se celebró un encuentro sobre las mujeres en la industria de la música, formado y moderado íntegramente por mujeres. Realidades actuales y posibles soluciones a desequilibrios en este terreno.

En la plaza Mayor, se había colocado una carpa que ocupa todo el espacio, y a eso de las 20,30, Fee Reega, con banda al completo, abriría para Viva Suecia. Qué decir. Fee Reega, poderosa, bella, asertiva, con su gesto duro pero al mismo tiempo dulce voz con acento alemán y palabras en asturiano. Nos ganó a todos cuando presentó la banda saliéndose de todo corporativismo, y dando voz a los bares de las calles de Gijón que realmente les patrocinan, como Casa Manuela, La Vida Alegre, o todo lo que ocurra en la calle Buen Suceso. Ellos, la banda, suaves, milimétricos, guapos (ayer estaban todos guapos, dios mío). La música rasgaba los haces de luz y la niebla del escenario. Atmosférica y misteriosa Fee, llenó la carpa, con su guitarra, y la guitarra de Javi, tocada con arco, le daba ese toque que solo ellos tienen. Transmiten melancolía que sabe a tequila, tristeza después del plástico, la bruma y el mar de Gijón. Repasaron Sonambulancia (Humo, 2017) y La Raptora (Pauken, 2014).

Viva Suecia llegaron después, llenando el escenario con su indie rock traído desde Murcia. Ya un clásico en los festivales de verano de este país, ocuparon el espacio húmedo y nebuloso de la carpa. Guitarras atmosféricas, por sus ecos (¿lejanos?) de las referencias del post rock que les dio el nombre. No me transmitieron lo que la banda de Fee Reega, pero eso ya es opinión de servidora. Fichados por Subterfuge, desgajaron Otros principios fundamentales, editado el año pasado, y La fuerza mayor (2016). La gente bailaba, bebía, reía. Dentro de la carpa, diversión y música. El puesto de las cervezas Mahou no dejaba de absorber gente; los aseos, ultra concurridos, y los técnicos de sonido trabajando desde su lugar de comandos duramente. Un hurra por las personas que trabajan con ahínco y lo mejor de sí para que cada sonido suene lo mejor posible, y por los que están detrás de mostradores, ya sea de bebidas, de ropero, de lo que sea. Los que construyen lo humano. Eso es el festival.

Después, muchas actividades al mismo tiempo. Aquí es cuando entra la esquizofrenia típica de los festivales de #quererverlotodo, y no ser capaz, porque no tenemos todavía el don de desdoble. En el Musaeum tocaba Fernández, y en el Pez Lata pinchaban varios tipos con los que te ríes sí o sí durante las noches de Gijón a lo largo de todo el año. Nosotros nos fuimos a la Memphis, que Los Tupper abrían concierto para Kurt Baker Combo. Hace un par de años celebraban su 20º aniversario, que se dice pronto. El rock ‘n roll cántabro de Los Tupper, viene bien envasado, y se conserva como el primer día. Garage, elegancia, y rock vertido en temas de Hotel Debris del año pasado, y Yesterday’s Pizza, del 2014. Bailable, macarra y de bailar en la primera fila.

Kurt Baker se subieron al escenario lleno de alfombras, con la sonrisa que siempre lleva puesta Kurt. Ay, Kurt, que pareces salido de una película del 72. Esa mirada norteamericana, de villa de mar, y esa voz tan sumamente amable y macarra. Se lo pasaron increíblemente bien, tanto como nosotros, o más. Cuando una banda se sube al escenario, y lo da todo, y lo baila todo, y se ríe, y grita, y está cómodo, ganamos todos en puntos de diversión, y se convierte en esos conciertos que recuerdas siempre con una sonrisa. Esto fue así. Power pop con tintes de Paul Collins, batería avispado y con los ojos rasgados de reír. Bajista, también de Peralta. Lunares, patillas y mucho macarreo. Brutal. Descarga de energía maravillosa. Kurt, siempre vitamínico y exultante de fuerza, creo que acierto si digo que está siempre de gira. Ya sea con el resto de proyectos personales musicales que aglutina, como con la banda propia, apenas para en Madrid para descansar. Siempre girando, siempre de viaje. No puedo ni resumir todos los temas que tocó ayer, ya que ha llegado a sacar mucho material por año, desde hace varios años. Nos regaló cápsulas de su música alegre y loca sin dejar de sonreír. Solo podemos gritar ¡Viva Kurt Baker! aludiendo a uno de sus lanzamientos. El concierto terminó después de un maravilloso y siempre corto bis, y tras tirar absolutamente toda la batería y sus herrajes y sus platos y sus sacramentos al suelo, y luego Sam Malakiam trepando por la caja y el bombo y el timbal para mostrarnos un breve pero sugerente striptease, enseñándonos su tatuaje de Alex Delarge.

Después de esto, parecía que salíamos de Vietnam. Sudados y felices, nos fuimos con la banda de Kurt Baker patrullando las calles dirección Pez Lata, en la Calle Instituto, para bailarnos a los reyes del garage y del pop retro: los ‘Tres tenores’: el Negro, el Rocker y el Makaha. El Pez Lata, como siempre, un espacio cómodo, familiar, festivo y feliz. Es estar en casa. Música, bailes, corría la cerveza. La gente disfrutaba. Las parejas se besaban, ¿qué más hacía falta? Tigre y Diamante, anfitriones del lugar, que tocarán el domingo, último día del festival, lo dieron todo. Pero tienen energía de sobra para todos los días.

Una noche maravillosa, que cerró un día de superstición (viernes 13), que le dio la vuelta a la sonrisa, y que fumamos libertad, música, primavera, y luz. Luz en todos los sentidos. Por cierto, todo lo impreciso de este diario es por culpa de Kurt, que nos sacudió con su felicidad, y le guiamos por los bares de Gijón. ¡Así no se puede!